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Lecturas de un viejo profesor

'La prisión judía', Jean Daniel

miércoles 25 de julio de 2018, 10:57h
'La prisión judía', Jean Daniel

Abochornado por lo que está ocurriendo en Israel por parte de sionistas intolerables y por los progroms a que somete desde hace décadas a la población palestina, quiero recomendaros la lectura de este libro imprescindible.

Jean Daniel, uno de los más grandes periodistas e intelectuales de nuestro tiempo, ha publicado 'La prisión judía' una obra fundamental para entender el grave problema sionista en el polvorín de Oriente Medio. Nacido en el seno de una familia judía sefardí en la Argelia colonial francesa, educado en la escuela laica y en los principios y valores de la República, resistente contra los nazis, fundador del semanario Le Nouvel Observateur, Jean Daniel ha estado siempre en el lado responsable en todos los debates de los últimos sesenta años. Del calibre del también judío, Edgard Morin, estamos ante dos de los más clarividentes y serios intelectuales de nuestro tiempo. A los que desde hace muchos años se ha unido el gran director de música Barenboim con su denuncia.

Como periodista, Jean Daniel brilla con luz propia e ilumina uno de los más graves problemas de nuestro tiempo: la presión suicida de un sionismo exacerbado en Oriente Medio capaz de encenderlo todo con tal de mantener su exaltada idea de sí mismo. Hay muchísimos judíos, no sólo en el Estado de Israel sino en toda la diáspora, que no comparten esa locura del Gran Israel y hay no pocos rabinos que consideran blasfema la conquista de Jerusalén y el establecimiento de un estado sionista antes de la llegada del Mesías. Muchos judíos que no practican la religión hebrea se sienten coaccionados por este concepto clarividente de la "prisión judía" que Morin y Daniel abordan con una valentía admirable. Por el bien del auténtico Israel, como en su día lo fue por el bien del auténtico pueblo alemán, debemos hacer frente a la ideología de un sionismo excluyente, como lo fue el nazismo como llaga del gran pueblo alemán.

No podemos permanecer impasibles ante la oposición perversa al reconocimiento de un Estado de Palestina al igual que existe el Estado de Israel, aunque con las fronteras de 1967, como exigen las resoluciones del Consejo de Seguridad y el Derecho Internacional.

Ya ha habido elecciones democráticas en Palestina, supervisadas por instituciones internacionales. Ahora dicen los políticos de la extrema derecha de Israel y de EEUU que no vale el gobierno palestino porque “no reconoce a Israel”. Claro que nunca podrán reconocer al Estado de Israel si antes éste no regresa a las fronteras de 1967, devuelve los Altos del Golán, abandona Cisjordania y deja libre del todo a Gaza, destruye el muro construido sobre terrenos palestinos, reconoce el derecho al regreso a su tierra de los palestinos que padecen en el exilio desde hace medio siglo, devuelven mutuamente sus prisioneros y se retira de Jerusalén Este. También tienen que desalojar todos los asentamientos de colonos judíos edificados sobre territorio palestino. El Derecho Internacional lo exige porque es impensable el acrecentamiento del territorio nacional por acciones de guerra.

Jean Daniel, denuncia la identidad comunitaria y opta por la ciudadanía en "La prisión judía". El gobierno de Israel califica sistemáticamente de "antisemita" a cualquier gentil que discrepe de su política belicista y afirma, si el que opina es judío, que éste "se odia a sí mismo". Razonamiento tan falso como lo fue el concepto de superioridad de la raza aria que llevó al criminal Holocausto por los nazis.

La limpia y documentada reflexión sobre la condición judía que constituye el ensayo de Jean Daniel no puede ser más oportuna. No es partidario de nacionalismos e integrismos excluyentes y ha tenido que afrontar no sólo la cuestión judía en general, sino la de su propio judaísmo.

Hay unos quince millones de judíos en el mundo -de ellos cinco millones en Israel- y muchos han optado, según Jean Daniel, por encerrarse en lo que denomina "la prisión judía". Así la describe: "Se puede salir de la religión, pero nunca se sale del pueblo judío y de su destino único, incluso si uno se declara no creyente. Se está condenado a la pertenencia".

Esa "prisión judía" se encuentra "en las mentes"; sus muros invisibles son "la esencia, la eternidad, el absoluto", y su carcelero, el mismísimo Dios, según Jean Daniel. De modo que, al final, resulta que "el judeocentrismo es un encarcelamiento común al pensamiento judío y al pensamiento antisemita".

Jean Daniel opta por situarse en una línea de disidencia judía en la que incluye a Baruch Spinoza, Heinrich Heine, Simone Veil, Henri Bergson, Hannah Arendt, Edith Stein y Edmund Husserl. "Como Spinoza", escribe, "no consigo creer realmente que el pueblo judío, a pesar del milagro de su perennidad, sea el único testigo de la humanidad, así como el único instrumento de la divinidad. Y rechazo sobre todo que se comporte como si, con el pretexto de que se le persigue haga lo que haga, pueda abandonarse a hacer lo que le parezca, tanto bueno como malo. Como si en nombre de su elección o de su maldición, pudiera arrogarse una moral diferente a la de los demás".
Lo que lleva a Daniel a hablar de Israel en este libro y a lamentar su conversión en un Estado militarista que intenta justificarse con argumentos teológicos. Grandes escritores israelíes como David Grossman y Amos Oz comparten sus reflexiones, pero, según la propaganda oficial, son "judíos que se odian a sí mismos".
"Nacido para acabar con el antisemitismo cristiano", el que tuvo su expresión más brutal en el Holocausto, el Estado de Israel se desarrolla hoy "alimentando un nuevo antisemitismo árabe", señala Jean Daniel.
Y es que, en contra de lo que dicen muchos judíos, y no pocos gentiles, el fundador del semanario Le Nouvel Observateur no cree que nos encontremos ante el resurgimiento del mismo fenómeno antisemita en una tierra diferente. Los que sostienen lo contrario -"infieles, a mi modo de ver, al mensaje de Auschwitz"- no distinguen entre "las barbaries de las que fueron víctimas simplemente por haber nacido y existir", y las vicisitudes que ahora afrontan "a causa de lo que hacen, libre y soberanamente".

"Los israelíes son dueños de su destino nacional", recuerda el pensador judío. "Están en el hacer y ya no sólo en el ser. Y he aquí que algunos de ellos, ofuscados para siempre por la fatalidad del mal, se muestran incapaces de distinguir entre los desastres que sufrieron en Auschwitz y las guerras que libran en Israel, en igualdad de condiciones con sus enemigos. Este sentimiento de fatalidad eterno y omnipresente empezó a confirmarme en la idea de que en el misterio judío había algo que se parecía a una prisión".

Jean Daniel aporta con La prisión judía un importante instrumento intelectual y también una propuesta de conducta ejemplar y sencilla: "He llegado a la conclusión de que los judíos sólo deberían retener de su Elección la exhortación a ser los mejores, y de la Alianza, la obligación de hacer de Israel un faro de las naciones. Si esto se considera imposible, entonces todo el mundo es judío y nadie lo es. En este caso, la prisión es cruel, gloriosa, absurda, eterna. Como la condición humana. Pero el oficio del ser humano no consiste en elegir la servidumbre voluntaria".

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