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La ruptura con la democracia un año después

jueves 06 de septiembre de 2018, 09:34h

Este 6 de septiembre se cumple un año desde que los grupos independentistas rompieran las reglas del juego democrático en Cataluña. Contra las advertencias del Tribunal Constitucional, los letrados de la Cámara y el Consejo de Garantías del Parlament, la exigua mayoría de los nacionalistas catalanes aprobó las leyes de desconexión con el resto de España: la ley de referéndum y la de transitoriedad jurídica. Bien se dijo entonces: si para cambiar el Consejo de la TV catalana es necesaria una mayoría cualificada en el Parlament ¿cómo es posible que se tomen decisiones políticas mil veces más graves por simple mayoría, burlando así los derechos de al menos la mitad de la ciudadanía en Cataluña?

Pues bien, un año después, el diputado en las Cortes por ERC, Joan Tardá, es presa de una sublime iluminación y afirma: "Si hay algún independentista ingenuo o estúpido que cree que puede imponer la independencia al 50% de los catalanes que no lo son, es evidente que está equivocado".

Últimamente, los dirigentes políticos parecen dispuestos a emitir frases para el bronce. Porque tiene razón el señor Tardá, el independentista que piense eso será ingenuo o estúpido, pero, desde luego, no se trata de una simple equivocación. Cualquier pensamiento que conciba la posibilidad de una decisión tan vital como la ruptura con el resto de España por encima de la mitad de la población de un territorio no sólo es ingenuo o estúpido: es básicamente un pensamiento autoritario que rompe con las reglas más elementales de la democracia. Y eso tiene un nombre cuando se trata de llevarlo a la práctica: golpismo.

En el fondo, esa tentación autoritaria, vista desde la cultura política, refleja un movimiento social que no parte de un pensamiento democrático. Se confirma así la evidencia de que el populismo nacionalista catalán es un movimiento social que confía mucho más en los sentimientos identitarios que en el respeto a la democracia. ¿Les suena familiar?

El problema que presenta la reflexión del señor Tardá es que parece desconectada de la realidad política contingente. Porque si es cierto que no se puede romper con el resto de España contra la mitad de los catalanes, entonces ¿Cómo es posible reivindicar los actos que se han sucedido desde entonces de parte del independentismo catalán y el discurso golpista del bunker Torra y los que le rodean? De acuerdo con la expresión de Tardá, la vía unilateral no sólo es ingenua o estúpida: es congénitamente antidemocrática. Y si esa idea se instala en la mente de mucha gente eso también tiene antecedentes.

Mientras tanto, desde el gobierno de Sánchez parece apreciarse un ligero cambio de estrategia, al menos discursiva. Ya no confían por completo en el dialogo. Ya resulta evidente hasta para los ingenuos o estúpidos del otro lado que el independentismo no está dispuesto al dialogo dentro del marco constitucional. Ahora pareciera que Sánchez y su equipo buscaran demostrar hasta la saciedad que, ante el rechazo granítico de Torra, no queda más remedio que usar de nuevo medidas de control.

El problema con esta estrategia consiste en saber hasta dónde llegará ese forcejeo, hasta donde considerará Sánchez que ya se ha demostrado palmariamente que el independentismo rechaza el dialogo constitucional, para empezar a tomar medidas. Con lo que, en el fondo, Sánchez estará repitiendo agravadamente aquello que tanto se le criticaba a Rajoy: no actuar hasta que la situación se pudra por completo, hasta que el hedor del chantaje resulte insoportable. Vaya paradoja. Lástima que sea el país quien acabe pagando la cuenta de esta estrategia postergatoria.

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