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Barcos sin honra

miércoles 12 de septiembre de 2018, 08:26h

Arabia Saudí es un país repugnante y toca hablar de nuestra identidad cuando nos reflejamos en el espejo de sus petrodólares.

Allí no hay leyes, salvo el Corán. Allí el Corán no es moderado ni puede serlo porque es salafista, es decir, la interpretación de los estudiosos del Islam durante las tres generaciones siguientes a Mahoma (corpus religioso conocido como salaf). Las normas religiosas se convierten en ley -sharía- y con ellas un poder absoluto y tiránico, el de la familia Saud que posee el cortijo, maneja a su antojo a 32 millones de personas con el palo (ley coránica salafista) y la zanahoria (los ingresos del petróleo).

En ese país cortijero se ejecutan entre 160 (último dato conocido de 2015) y 200 personas cada año por ser homosexual, traficar con drogas, apostatar o ser ateo, robar con arma o manifestarse. El amo del cortijo dice que se garantiza el cumplimiento de los derechos de los acusados, pero no dice que los juicios son en árabe y que el estado nombra a los traductores oficiales semanas después de la detención, que por ley la tortura está tolerada o que los abogados defensores tienen limitado el acceso a las pruebas de la fiscalía. Arabia Saudí es un país, pero que sea un estado es un mito.

Y este es nuestro matón del curso.

Que un gobierno, del signo que sea y formado por personas decentes, se niegue a entregar bombas a quien está patrocinando directamene y en otro país una guerra cruel y sin reglas cuyas víctimas son en su mayoría civiles, es lo menos que se puede esperar.

-Es que el matón del curso amenaza con llevarse cuatro fragatas a otro astillero.

Claro que amenaza, por eso es el matón del curso. Y como nadie parece chistar lo más mínimo, el matón es cada vez más matón y el temor ante él crece, y se vuelve más matón, y el temor crece, y...

-Oiga, que se van a quedar en la calle varios cientos sino miles de familias.

Sí, lo sé.

Hagamos un poco de historia, no mucha. Astilleros Españoles, AESA, fue fundada en 1969 por el franquismo aunando varias empresas astilleras. En el año 2000 AESA se fusionó a la Empresa Nacional Bazán, fundada por Franco para construir los barcos militares del glorioso ejército. En 2005 tras la “liberación de los activos militares” -vamos, lo que viene siendo un pelotazo en toda regla- se transformó en NAVANTIA, imaginativo nombre para una empresa famosa en el mundo entero porque sus últimos submarinos primero no flotaban y luego, cuando los estadounidenses arreglaron el asunto, no cabían en el puerto.

Vamos, que el problema de Navantia no es en absoluto las cuatro fragatas con que el matón del curso nos quiere chantajear. Esas cuatro fragatas solo son poco pan para hoy y mucho hambre para mañana porque para que entre carga de trabajo se necesitan dos cosas: alta competencia técnica y costes de mercado y ninguna de estas dos cualidades parece estar en la cadena de valor de esta empresa. La verdad pura, dura y simple es esta: Navantia no es rentable, Navantia no es viable, Navantia es un grano en el trasero del estado.

Un gobierno decente que además farda de feminista en su composición y en su concepción, no puede dejarse chantajear por un país maltratador, el único que oficialmente es un Estado Maltratador, sexista y anti-mujeres. Decidir no entregar las bombas -ojala decidiéramos no fabricarlas- para una masacre en otro país, es decente. Que nos chantajeen es lo indecente y que nos traguemos el chantaje inaceptable.

Los principios son importantes porque con ellos tiene sentido nuestra sociedad y tienen sentido sus instituciones: el gobierno como tal es un instrumento para hacer bien, con sus limitaciones, sí, pero con determinación en los principios y valores que lo sustentan.

En 1866, el almirante Casto Méndez Núñez escribió al ministro de la Guerra y le dijo que él prefería morir allí batallando que volver a España huyendo y añadió “porque más me vale honra sin barcos que barcos sin honra”. Pero eso fue en el siglo XIX, fueron mejores los tiempos de Vespasiano, siglo I: pecunia non olet.

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