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El envés

Es un proceso, nunca una conquista

jueves 18 de octubre de 2018, 10:51h

Cada etapa de la vida tiene sus propias riquezas y es preciso ser coherentes siguiendo las sugerencias de la naturaleza. Mantener el equilibrio, buscar la armonía y aspirar a la serenidad que nos permita ser nosotros mismos. Esa es la clave de la identidad, que es lo que nos hace ser lo que somos y hace, a su vez, que los otros nos reconozcan como somos.

Cuentan que el gran poeta inglés John Milton dijo en una ocasión, cuando le preguntaron por la edad que tenía. El autor de El paraíso perdido, ya casi ciego, se valía de sus espléndidos recuerdos. Entonces, uno de los discípulos de su anfitrión florentino le preguntó: “Maestro, ¿cuántos años tenéis?” Al anciano se le iluminó el rostro cuando le respondió: “Pues, a mucho tirar, unos cuatro o cinco ... porque, no creerá usted, joven, que tengo los que ya he vivido”. Esta es la actitud fundamental de cada ser humano. Vivir el momento presente, el aquí y el ahora, es el consejo radical de los sabios en las más importantes tradiciones de la humanidad.

Es un proceso, jamás una conquista. Es una experiencia que nos muestra los elementos distintos y hasta contradictorios con los que está formada nuestra personalidad. Si nosotros nos ocupamos en gestionar nuestras contradicciones, mantendremos alejada la esquizofrenia desintegradora que nos amenaza. Es importante saborear el propio conocimiento que nos lleva al respeto del otro. No como objeto de nuestro amor o de nuestra responsabilidad, sino como sujeto que sale al encuentro y nos interpela, para hacer juntos el camino. Caer en la cuenta de que a todos compete el disfrutar de los bienes comunes nos abre hacia horizontes de plenitud, bondad y belleza. Porque son auténticos, y autentikós es el que tiene autoridad sobre alguien y lo promociona.

Es una gran pérdida de tiempo añorar el pasado en una nostalgia estéril, mientras que el sentimiento de ausencia nos anima para seguir en el camino, compartiendo y disfrutando cada momento de nuestra existencia. Sin atormentarnos por un futuro que no existe, sino que lo vamos haciendo. Como el tiempo, y hasta como el espacio que se define por sus contenidos. Esa es la elegancia verdadera, que el vaso no sea más que la flor.

La madurez es comprender que somos un poco señores de nuestra vida, de nuestro destino y que podemos tomar decisiones para hacernos más libres, más felices, más sinceros, más humanos. A veces se piensa que hay cierta obsesión por estar activo. Pero la tranquilidad no es inactividad. Para estar activo no hace falta correr como un joven; para sentirse vivo basta con amar la vida, a las personas, contemplar la naturaleza, escuchar buena música. Los jóvenes también tienen pérdidas y muchas angustias. Y tienen las mismas necesidades que los mayores, alguien que los escuche, los apoye, los quiera. La experiencia constatada por sociólogos, médicos y expertos, dice que la sociedad no está preparada ni para los mayores ni para los niños.

No tratamos de categorías sociales ni de medios o de educación recibida: La vejez es individual, personal, cada uno debe pensar en la suya. Hay mucha gente que dice: "En mi tiempo eso no pasaba, en mi tiempo eso no era así". El tiempo no nos pertenece, nosotros somos quienes nos exiliamos del tiempo, nos ponemos al margen. Yo creo que cuando uno madura es necesario tener un bagaje interno de cosas positivas, de sabiduría, para no portarse siempre como un niño pequeño. Hay que ver qué se espera de la vida y aprender a convivir un poco con la soledad. Hay que procurar tener gente a quien se quiere y que te quiere, es tejido que se va creando a lo largo de la vida. Porque, si no, nos sentimos víctimas; y la victimización produce hostilidad contra todos y contra todo.

José Carlos García Fajardo. Profesor Emérito, U.C.M

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