www.diariocritico.com
'El precio': viejos rencores

'El precio': viejos rencores

viernes 19 de octubre de 2018, 09:44h

Las crisis económicas se llevan por delante no solo las economías estatales y de empresas grandes y pequeñas, sino también la estabilidad familiar y personal de aquellos que se ven tocados por ella. Poderoso caballero es don dinero, decía Quevedo en su famosa letrilla satírica, y el dramaturgo estadounidense Arthur Miller (1915-2005), lo refrenda también en ‘El precio’ (1968), que ahora vuelve en un montaje dirigido por Silvia Munt, a partir de la traducción de Cristina Genebat. El espectáculo puede verse ahora en El Pavón Teatro Kamikaze, con un póker de ases del escenario que, seguro, hará las delicias de cuantos se decidan a disfrutar de esta aguda disección familiar de Miller. Ellos son Tristán Ulloa, Gonzalo de Castro, Eduardo Blanco y Elisabet Gelabert.

Las obras de Miller abordan la responsabilidad del individuo hacia los demás, el conocimiento de uno mismo y la realización personal. Preocupado siempre por los seres más vulnerables y perdidos en los falsos valores que impone la sociedad norteamericana, la obra del estadounidense ahonda más en el terreno moral que en el político. El paisaje de fondo en ‘El precio’ es la gran depresión de 1929, un problema que el dramaturgo vivió bien de cerca porque su padre –un rico fabricante de abrigos- se arruinó.

En ‘El precio’, dos hermanos, Víctor y Walter (policía y cirujano respectivamente, encarnados por Tristán Ulloa y Gonzalo de Castro), vuelven a reunirse después de 16 años sin hablarse, tras la muerte del padre, al objeto de vender los muebles familiares. Esther (Elisabeth Gelabert), la mujer de Víctor, alberga la vana esperanza de que acaso esta circunstancia pueda propiciar la reconciliación de su marido y su cuñado. Un cuarto personaje, un viejo Tasador (Eduardo Blanco), no va a dejar pasar la oportunidad de sacar tajada en esa circunstancia sobrevenida.

El desván de la casa familiar contiene mucho más que unos cuantos muebles llenos de polvo que el encuentro entre los dos hermanos va a hacer brotar de nuevo, y con más virulencia que hace 16 años, momento en que Walter abandona su casa para ir a la universidad dejando allí a su padre, que acaba de enviudar, al cuidado de su hermano menor, Víctor, que, año tras año, alimenta el rencor contra su padre y su hermano. El regreso de Walter resucita los viejos fantasmas del pasado y Esther, aunque en principio no se resigna a que la relación fraterna no pueda restablecerse, finalmente la evidencia se impone a la utopía.

La impecable dirección de Silvia Munt enciende progresivamente los rescoldos de aquel viejo odio, falsamente larvado por el engañoso paso del tiempo, y permite a los cuatro actores que puedan desarrollar un trabajo estupendo. Ulloa encarna a ese policía dolido en lo más íntimo al pensar que su hermano hizo voluntaria omisión de su deber para cuidar al padre. Gonzalo de Castro se convierte en el cirujano, el triunfador de la familia, en quien confluyen en idéntica proporción el realismo, la amargura y la soberbia. Elisabeth Gelabert encarna a la mujer de Víctor, frustrada, dolida y con cierta tendencia a recurrir al alcohol para pintar de rosa su anodina existencia. Y, por último, Eduardo Blanco se luce en su papel con ese tasador casi centenario que atesora tantos años como dólares y cinismo.

Los audiovisuales de Raquel Cors y Daniel Lacasa abren y cierran el montaje con sus imágenes en blanco y negro, y envuelven una escenografía, que ha diseñado Enric Planas, con un desván lleno de trastos viejos (un harpa, armarios llenos de ropa, mesitas, sillas, lámparas…), presididos en el centro mismo del escenario por el sillón del padre. La luz de Kiko Planas matiza o pronuncia, en las diversas fases del montaje, el aire cargado de odio que se va espesando por momentos. El sonido de Jordi Bonet y el vestuario de Antonio Belart enmarcan con elegancia la época en que discurre el drama.

Se agradece que alguien aborde con tanto respeto e intensidad un clásico del teatro que interesará tanto a veteranos como a jóvenes espectadores.

‘El precio’

Texto: Arthur Miller

Traducción: Cristina Genebat

Dirección: Silvia Munt

Intérpretes: Tristán Ulloa, Gonzalo de Castro, Eduardo Blanco y Elisabet Gelabert

Escenografía: Enric Planas

Iluminación: Kiko Planas (AAI)

Sonido: Jordi Bonet

Vestuario: Antonio Belart

Audiovisuales: Raquel Cors y Daniel Lacasa

Fotografía: Javier Naval

Ayudante de dirección: Gerard Ravera

Peluquería y maquillaje: Iris Dueñas

Comunicación y marketing: Helena Ordóñez y Bitò

Prensa: Josi Cortés

Dirección técnica: Jordi Thomàs

Dirección de producción: Josep Domènech

Una producción de Bitò

El Pavón Teatro Kamikaze, Madrid

Hasta el 6 de enero de 2019

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios