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Juan y Flavio

viernes 19 de octubre de 2018, 09:47h

La Fundación Sabino Arana, que acaba de cumplir treinta años, organizó el 13 de octubre un merecido homenaje al comandante de gudaris Vicente Eguia y otros tres milicianos vascos, caídos en la Batalla del Ebro hace ahora ochenta años. El bilbaíno Eguia, capitán del Kirikiño y preso en Santoña, fue canjeado con cuarenta compañeros entre ellos el navarro Estornés Lasa y el donostiarra Joseba Elosegui, y de allí fueron a seguir la lucha en primera línea en el Ebro , cayendo Eguia el 15 de octubre en Camposines. Ante aquello, Manuel de Irujo, ministro de la República propició la celebración de un funeral religioso de Eguia en Barcelona, con cortejo por las calles, para demostrar que se respetaba la libertad de cultos. Un hecho, como se ve, con muchas lecturas y gran repercusión que fue recordado la semana pasada en los lugares de la batalla y de la caída de Eguia por cuarenta personas que fueron en autobús desde Sabin Etxea y que agradecieron la hospitalidad catalana en la cota donde se colocó una placa y se glosó la entrega de gentes con ideales. Hoy en día, estos hechos deberían ser obligatoriamente promocionados, ante la superficialidad y el egoísmo de la actual política del espectáculo que vivimos.

Y es que los muertos, mueren de verdad, cuando no se les recuerda y es de justicia traer al hoy estas cosas, como ha hecho la Fundación, aunque para algunos, como decía Pujol del Concierto, son antiguallas y batallitas. No les verás nunca en actos similares aunque si en todos los saraos aunque nunca se les ve en una conferencia, en un acto de remembranza histórica, en un homenaje. Es muy lamentable y se aprovechan de que ya no viva Ajuriaguerra pues escucharían más de un improperio y una verdad.

Hablando de Ajuriaguerra, este agosto se han cumplido cuarenta de su fallecimiento en Aiegi. Era entonces diputado a Cortes y murió muy poco antes de aprobarse la Constitución y de organizar el PNV una gran manifestación contra ETA, la primera de la historia el 28 de octubre. Quizás el EAJ-PNV hubiera sido otro si el pequeño Dollfuss, como algunos le llamaban, se hubiera quedado en Bayona y no hubiera querido correr el destino de miles de gudaris, tras la traición de Santoña. Aquella imagen tan plástica del sorteo que él organizó para decidir qué burukides se quedaban y quienes se marchaban, en el cañaveral de la playa de Laredo, habiendo dicho previamente que él no entraba en el sorteo, es una de las glorias históricas del PNV que marcan un hito. Condenado a muerte salvó la vida por presión de los mismos italianos que lo habían traicionado pero estuvo 888 días con la espada de la muerte sobre su cabeza. Del Dueso a Larrinaga en la bodega de un carguero, de Bilbao a Burgos, en un vagón de tren como el ganado. De esta prisión lo querían llevar al Alcázar de Toledo para su reconstrucción ya que era ingeniero y les sacó la Convención de Ginebra y al negarse lo mandaron a la cárcel de Las Palmas donde organizaba debates con los anarquistas negándose a que le visitara el obispo Pildain que había sido diputado de la minoría vasco navarra en 1931.

Un tipo de una pieza que tras pasar por Huarte en Iruña se enclaustra en casa de los Valdés en Donosti y de allí dirige la Resistencia y dos huelgas generales, trabajando sin rostro, cambiando de casa, montando con su hermano Flavio una red con los ingleses y funcionando de noche con cuatro secretarios, Mitxelena, Solaun, Elosegi e Iradi, manteniendo la llama de una organización e impidiendo se cayera posteriormente en la lucha armada al calor de las revoluciones de Argelia y Cuba. ”Por ética, por el no matarás, y porque se sabe cómo se empieza pero no como se termina”. Mandón, cuando muere Aguirre inesperadamente en Paris, coge el tren y se presenta en la Delegación y habla con el consejero Nardiz para que propusiera a Leizaola como lehendakari, ante el intento de acabar con el Gobierno Vasco en el exilio, como había hecho Tarradellas y querían los socialistas.

Juan fue el mayor de una familia de cinco hermanos, formada por él, Flavio, Julián, Marina y Rosario. Julián fue una referencia mundial en Ginebra de la siquiatría infantil y Flavio el activista más ingenioso que se podía encontrar en aquellos tiempos de clandestinidad. La foto que ilustra este trabajo está sacada en la cárcel de Burgos y nadie sabe cómo pudo entrar en ella y sacarse esa fotografía con su hermano ni de dónde sacó la corbata.

Según su directo colaborador Eusebio Zubillaga su principal misión, que la supo llevar perfectamente, consistió nada menos que tener informado de forma prácticamente regular al mariscal de campo, vizconde Alambrooke, jefe del Alto estado Mayor del ejército Britànico, el mejor estratega y el auténtico arquitecto de la victoria sobre la Alemania nazi. Las informaciones, las recibía Flavio a través de una red organizada por él personalmente y que las enviaba a Madrid donde un avión británico hacía llegar dichos informes .Flavio llegó a convertirse en agente principal con el nombre clave de Robin (petirrojo).

Quien nos habló mucho de él con admiración fue su jefe en el MI6 Pat Dyer que nos dijo que “era como un ratón. Calladito, discreto. Le veías y no le veías. Siempre iba con una gabardina, era pequeñito y delgado y entraba en el consulado como escondido y se quedaba en una esquina. Era un hombre muy eficaz, inteligente y discreto”. Uno de los hombres de Flavio fue Timoteo Plaza, un baztanés que pasaba de todo a través de su red pirenaica de contrabandistas. Una vez llegaron a mandar un fichero de la Gestapo y en otra una radio a Francia .En cierta oportunidad y como no tenía con quien mandar información secreta a Madrid se la dio al ciclista Dalmacio Langarika que se fue pedaleando a llevarla y en otra ocasión ,al notar que le seguía la policía, se fue andando hasta Galdakano

Enfermo de Ela en 1944 y ante su pronta muerte, el jefe del servicio Pat Dyer le gestionó una medalla del Imperio Británico en reconocimiento a sus servicios. Flavio puso como condición para aceptarla poder reseñarla en la esquela. Dyer consultó y los pusilánimes ingleses le dijeron que no. No querían incomodar al franquismo y los prefirieron a la gran persona que tan bien les había servido y Flavio, muy digno, les dijo que no la aceptaba. Aquellos ingleses eran como los actuales y como el actual consulado. Solo tienen intereses y ni el menor gesto de reconocimiento a quien tanto se había arriesgado y pasado penurias. Los actuales tienen como asignatura pendiente honrar y recordar aquella red que trabajaron para ellos y la democracia y que posteriormente les traicionaron como lo habían hecho los italianos.

Juan y Flavio, dos personas increíbles a recordar, a hacer una película con ellos y con tanta gente valiosísima que tenía ideales y que hoy tan pocos conocen porque siempre es mejor lo superficial y el espectáculo que dar a conocer a los verdaderos motores del nacionalismo para lograr una sociedad de valores y principios algo tan anticuado y de tan poco rédito en los tiempos que vivimos. Sin gente así, el EAJ-PNV no tendría 123 años.

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