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Lola Barroso: 'En las artes escénicas, la luz tiene que ser estética, tiene que ser emoción y tiene que ser realidad'

Lola Barroso (diseñadora de luz): "En las artes escénicas, la luz tiene que ser estética, tiene que ser emoción y tiene que ser realidad"

  • “El teatro sirve para verte, para ver al ser humano sin la pose, sin esa mejor cara de mí misma que pongo ante el espejo…”
  • “Trato de buscar la psicología que tiene el color”
  • “Iluminar en cine me aburre soberanamente”

jueves 03 de enero de 2019, 07:47h
Hace casi dos décadas dejó la danza y el escenario por otra pasión que descubrió muy pronto, casi nada más entrar a estudiar Arte Dramático. Desde entonces Lola Barroso –premio Max 2018 al Mejor Diseño de Iluminación por el montaje ‘Furiosa Escandinavia’-, no ha dejado de iluminar, sobre todo en la danza y en el teatro, compatibilizando su actividad con la docente. En el Centro Universitario de Artes TAI -entre la madrileña Puerta de Alcalá y el Paseo de Recoletos-. En la recepción del centro, nos recibe la artista y profesora que, hasta llegar al aula donde mantendremos una charla distendida y sin prejuicios, no para de saludar, sonreír y ser saludada por un buen número de profesores y alumnos que pululan por los pasillos y las escaleras en lo que, probablemente, constituye algún descanso entre clase y clase.

Extremeña de origen, Lola estudió Arte Dramático en la Universidad de Kent at Canterbury, en un centro que se abrió en Torrelodones (Madrid), hermanado con la universidad británica. “Era una propuesta universitaria privada en la que se podía estudiar Arte Dramático en un momento en el que ni siquiera la RESAD estaba facultada para otorgar títulos de grado, y en donde convivía también con otras escuelas privadas de teatro (Cristina Rota, el propio TAI, etc.), en donde se impartían talleres, cursos y seminarios más o menos extensos… De pronto, el ayuntamiento de Torrelodones consigue hermanarse con la Universidad de Kent y trae un grado universitario privado aquí a España y yo no lo dudé ni un momento. Estuve allí cuatro años y, aunque tenía la opción de hacer el último curso en Inglaterra, lo hice también aquí porque ya me salían cosas, tanto de actriz como de técnico de iluminación, trabajaba con cierta frecuencia, y no me merecía la pena marcharme”. Y es que a Lola nunca le acabó de gustar eso de expresar lo que otro te marca, el director en este caso: “vi que en el campo de la luz podía poner mi sello personal, plasmar mis ideas más subjetivamente y con mayor claridad que siendo la actriz de reparto en el mismo montaje…”. Tan claro lo vio que, después de aprobar los dos primeros cursos, paró un año para sacarse la diplomatura de Técnico de Iluminación en el Centro de Tecnología (1995), y luego retomó la universidad para obtener el grado dos años después.

Desde entonces comienza a desarrollar su carrera como técnico de iluminación en diferentes teatros y compañías, para más tarde crear sus propios diseños en teatro, danza, ópera y musicales, con trabajos como El castigo sin venganza, Papel de mujer de Itziar Pascual, Sumérgete de Chevi Muraday, Desordances 4 y 5 con la Compañía Dani Pannullo, Peter Pan, El musical, El libro de la selva, etc. Y como docente ha trabajado en el área de la iluminación, además de en la escuela TAI, en La Universidad de Bilbao, la ESADT y la IED.

“Mi iluminación es completamente subjetiva…”

Foto: Javier Naval“Aunque el del teatro es siempre un trabajo de equipo –continúa diciendo Lola-, y por muchas propuestas que puedas darle al director, siempre tienes que plantearlas desde tu propio punto de vista porque el de la iluminación no deja de ser también un arte y, por tanto, algo subjetivo que tú quieres plasmar en escena… Yo he tenido muchísima suerte porque con casi todos los directores con los que he trabajado, hemos funcionado muy bien como equipo. He bebido mucho de ellos, pero también los directores se han dejado influenciar por mis propuestas. De hecho, a mí me cuesta mucho trabajar en un proyecto en el que no me implique a fondo personalmente y, por tanto, en el que también se me deje implicarme. Mi iluminación es completamente subjetiva…”.

Para Lola Barroso el de Furiosa Escandinavia fue un trabajo muy especial y desde el primer momento. Un montaje, en el que, por cierto, trabajaba a las órdenes del director Víctor Velasco, también profesor de TAI: “es uno de esos trabajos que a una le gustaría cruzarse con frecuencia. Siempre que me plantean un trabajo, ya sea teatral o de danza, busco siempre lo que a mí me engancha y la historia de Antonio Rojano me subyugó plenamente y desde el primer momento. Había muchísimo de lo que ahí se contaba con lo que yo me sentía plenamente identificada... En cada uno de los efectos que iba montando, me sentía como parte activa de la historia”.

Barroso tiene muy claro el concepto y el papel de la luz en las artes escénicas: “tiene que ser estética, tiene que ser emoción y tiene que ser realidad. Realidad para hacer que el espectador se crea y se vea inmerso en la historia que se cuenta pero, al mismo tiempo, también tiene que emocionarlo y pillarlo plásticamente. Una luz cuyo único objetivo sea el de que los actores se vean bien, o que evoque únicamente una realidad, al menos conmigo no va…”.

¿La luz tiene sexo?, ¿se ilumina igual siendo hombre que mujer?, planteamos a la diseñadora, y su respuesta no ofrece duda alguna: “es curioso pero a mí sí que me han llamado más de una vez para diseñar algo porque soy mujer. Y, sin embargo, creo que no tiene ni debería tener nada que ver. Yo creo que hay personas, que hay artistas, independientemente de que se sea hombre o mujer. Yo me he encontrado con iluminadores maravillosos, que tienen una sensibilidad exquisita… Y el hecho de que yo sea una persona que cree que la mujer tiene todavía muchísimo que decir, y que no le han dejado, no significa que en mi profesión crea que tengo más cosas que expresar por el mero hecho de ser mujer, frente a mis compañeros hombres. ¡Para nada…!”.

“Los profesionales de la iluminación –continúa argumentando Lola-, vamos buscando cada vez más nuestro propio sello. Cuando empezaba a moverme en este mundillo, había mucha inquietud por parte de quienes trabajaban entonces como iluminadores, de utilizar mucho aparataje, de usar las últimas tecnologías, de saber mucho de mesas, mucho de móviles… Yo creo que esa etapa ya se ha superado, entre otras cosas porque ya estamos a la última en tecnología, y lo que de verdad vamos buscando ahora es un sello personal, encontrar al artista autor de la luz, ser autores de iluminación”.

Y cuando preguntamos a la artista por algún antecedente concreto que haya marcado de verdad su camino, Barroso nos responde que no lo tiene: “cuando estudiaba, a mí me inspiró mucho Francis Rey. Leí su manual de iluminación escénica y, desde entonces, vi claramente que era esto lo que yo quería hacer. Tenía entonces 25 años y, durante mucho tiempo, ese manual estuvo en mi mesilla de noche. Lo leía, lo releía y me parecía fascinante todo lo que contaba. Pero, a partir de ahí, no tengo ningún iluminador, ni nacional ni extranjero, en el que me haya fijado hasta el punto de tomarlo como verdadero referente frente a otros. He ido cogiendo lo mejor de cada uno después de haber visto muchísimo teatro. La clave es esa: ver mucho espectáculo, mucha pintura, mucho arte y, por supuesto, vivir. Después, ir pillando de ahí todo lo mejor…”.

“En la danza, la luz se va creando al tiempo que el movimiento”

Nos preguntamos si, de verdad, los artistas que trabajan con la técnica -como es el caso de los diseñadores de luz o de sonido, por ejemplo-, no están mediatizados por estar siempre a la última en todo tipo de cacharritos que continuamente están inundando el mercado. Para Lola, “está bien que estés al día de todas las propuestas que van surgiendo, pero yo no soy una iluminadora que base mis propuestas en lo técnico. Es más, yo he hecho espectáculos con solo 24 focos, de los que me siento muy orgullosa porque han sido propuestas artísticas maravillosas, y he hecho también musicales en donde he metido una media de 250 aparatos de los que, una vez terminado el estreno, me he dicho que eran perfectamente prescindibles… Creo que no tiene nada que ver la técnica con el resultado obtenido. Es verdad que está ahí, que tienes que conocerla porque es tu herramienta de trabajo, pero tienes que usarla en relación a la historia que quieres contar… Muchas de esas historias no necesitan de una parafernalia tecnológica… Desde mi punto de vista, en el arte escénico hay que sugerir, y siempre lo menos es más”.

¿El espacio condiciona enormemente el material a utilizar y el resultado final de un diseño de iluminación?, es la siguiente pregunta que planteamos a Lola. Para ella “sí, desde luego que condiciona. No es lo mismo la sala pequeña del Matadero de Madrid, que la sala grande. Claro que modifica, y claro que tienes que saber usarlo. El diseño de iluminación es un niño que creas y que se tiene que adaptar porque el primer diseño de luces que tú lanzas, después va rotando, va girando por diversos teatros, y hay que adaptarlo a todos los sitios por donde pasa, aunque siempre haya que contar la misma historia. Siempre hay que dar esa versatilidad al diseño que haces. Aunque es verdad que el espectador no recibe del mismo modo ese diseño en una sala como la Margarita Xirgu del Teatro Español de Madrid, o en su Sala Principal. Para el público, la experiencia es bien distinta según la vea en uno u otro espacio, pero eso no tiene que equivocarlo. Lo que tú tienes que contar lo tienes que tener claro sea en un teatro grande o en uno pequeño, y el iluminador debe tener los recursos suficientes para que esa historia sea la misma independientemente del sitio donde se cuente”.

No sé si la artista ha recibido o no alguna tentación para pasarse, aunque solo fuera temporalmente, al cine, pero el hecho es que Lola se considera a sí misma “carne de directo, carne de teatro… Aunque, después de 17 años dando clase, a la fuerza he tenido que hacer algún cameo académico –más aún estando en el TAI, que tiene mucha tradición fotográfica y cinematográfica-, y en algún corto he echado una mano a algún grupo, y solo me ha servido para confirmar que me aburre soberanamente. Mi ojo no es capaz de ver lo que luego la cámara va a captar. Hay todo un trabajo posterior que se me escapa. Me cuesta mucho iluminar en plató y previsionar lo que luego acabará captando la cámara… Para mí, en un escenario, es muy importante ver cómo contamina la luz, los reflejos del espacio en donde estás, y todo eso en cine está muy controlado (postproducción, las sombras…). Es un juego que a mí me cuesta mucho entender en cine y nunca me ha llamado la atención. A mí es el directo (el teatro, la danza…) lo que me pone. Si puedo, incluso, me gusta hacer también de técnico de iluminación porque aprendo muchísimo de ver en qué grado llega la historia al público. Esa hora y media compartida con el espectador, para mí, es lo más importante de mi profesión”.

Lola ha hecho ópera, danza, teatro, -tanto para adultos como infantil-, cine (“circo no he hecho”) y, aunque todo lo referido a las artes escénicas, le apasiona en el mismo grado, “si tuviera que elegir algo me quedaría con la danza, seguramente porque yo empecé bailando y porque, además, esa iluminación subjetiva que yo siempre busco en mis proyectos, en la danza tiene mucho más desarrollo porque el coreógrafo, muchas veces, monta sus coreografías contigo. En teatro, en general, suele haber una idea más clara de lo que debe ser el diseño de luz, pero en la danza el hermanamiento entre el coreógrafo y el diseñador de luz es mucho mayor… Desde luego, cuando trabajo en danza, siempre estoy desde el principio, desde los primeros ensayos, mientras que en teatro -aunque hay unas reuniones previas en las que ponemos todo en común desde las distintas áreas-, la incorporación real es cuando ya hay más terreno actoral avanzado, más partitura de movimiento. En danza, vuelvo a decirlo de otro modo, la luz se va creando al tiempo que el movimiento”.

Con todo, sinceramente –y con la mano en el corazón-, ¿crees que hoy se puede estudiar diseño de iluminación en este país?, terminamos preguntando a la diseñadora. “No –contesta rotundamente-. No hay un sitio donde se enseñe a diseñar. Existe el Centro de Tecnología, en donde se puede aprender con seriedad el oficio de técnico de iluminación. En escuelas como esta, lo que se da es iluminación para escenógrafos, no diseño de iluminación. Un centro donde alguien que quiera ser diseñador de luz pudiera dirigirse para formarse, no existe en España. Lo que yo imparto en el TAI es plástica o iluminación escenográfica, es decir, la forma en que la luz influye en las escenografías, y cómo modificar y crear espacio con luz. Pero un grado, o un máster en diseño de iluminación hoy no existen en España. En la Asociación de Iluminadores estamos ahora intentando ponerlo en marcha entre todos para que, de una vez por todas y en alguna escuela, se lancen unos estudios reglados de diseño de iluminación y, de paso, se pueda valorar esta profesión como creo que se merece…”.

“Yo tuve la suerte –prosigue Lola-, en la carrera que cursé, de tener varias asignaturas dedicadas expresamente al diseño de iluminación escénica. Pero era una carrera que impartía una universidad británica, aunque estuviera afincada en España en ese momento. Pero hoy esa escuela ya no existe (hace 17 años que cerró), así es que a mí ya me hablaron de colorimetría, de todas las hojas de efectos, etc. En el Centro de Tecnología te dan pautas para que un técnico conozca lo que es un plano de luces, cómo se hace, cómo funcionan los colores, pero realmente no te enseñan a diseñar, a contar una historia con la luz. Hasta ahora, en España, y en general, el diseñador de luz es un autodidacta que, a la vez, trabaja con la luz y que, poco a poco, si tiene sensibilidad artística, puede acabar haciéndose un diseñador de luz y aprender a integrar la luz como una parte más de todo lo que sucede en el escenario, y entender que toda esa base estética (luz, sonido, escenografía, movimiento, caracterización, etc.), es la base para que luego la palabra del actor llegue con toda la fuerza y la emoción al espectador”.

“Después del Max voy a seguir haciendo lo mismo que hasta ahora, es decir, meterme en cada proyecto a tope”

Confiesa Barroso que nunca ha habido nada que no se haya atrevido a iluminar aunque, eso sí, “me ha limitado la tecnología en alguna ocasión, no tener los medios adecuados por falta de producción, otras veces incluso por falta de tiempo, o de una planificación inadecuada, y no he podido contar con el equipo que quería para conseguir hacer eso que pretendía, y he tenido que tirar de recursos para intentar contar lo mismo, aunque de otra manera… Eso sí, pero no atreverme a iluminar algo, nunca”.

Ve el teatro, el medio escénico, como una forma de mirarse a uno mismo sin que medie el espejo: “la referencia que tú tienes de ti mismo es a través del espejo. Yo me conozco visualmente porque tengo un espejo donde mirarme. Pero tengo la sensación de que cuando nos vemos en un espejo, siempre posamos, no nos vemos como somos realmente… Yo no tengo manera de verme como tú me estás viendo ahora mismo. Y el teatro, para mí, sirve precisamente para eso, para verte, para ver al ser humano sin la pose, sin esa mejor cara de mí misma que pongo ante el espejo… Por eso, cada vez que me enfrento a un nuevo texto, tengo que verme a mí misma sin espejo. Si se trata del amor, es como yo lo entiendo, porque hay muchas formas de entenderlo. En un proyecto en el que vamos a hablar del amor, tendré que encontrar qué es para mí el amor, y ponerlo en común con el resto del equipo para, al final, encontrar entre todos hacia dónde vamos en este terreno porque no existe un amor, sino muchas historias de amor, y lo bonito del teatro es que cuenta esa historia concreta para que llegue a todo el mundo”

“Una de las cosas que más me gusta de mi trabajo es la posibilidad de poder jugar con el color y tratar de buscar esa psicología que tiene. A veces mis alumnos me preguntan de qué color es el odio, o la rabia. Yo siempre les respondo que un color depende siempre del color que tenga al lado, es decir, de las circunstancias que lo rodean. Como el ser humano, que siempre le condiciona el entorno”.

“Para mí la luz es parte de la escenografía, la escenografía parte del maquillaje, el maquillaje parte de lo que cuentan los actores, los actores parte del texto, el texto es el director, pero también el sonido participa de todo eso… Tengo una visión muy conjunta de la actividad teatral, y saber lo más posible de todo lo que están haciendo mis compañeros es también uno de los mayores estímulos de mi trabajo. Este es, sin duda alguna, un trabajo de equipo”.

Confiesa, para terminar, y sin ambages de ningún tipo, que el Max ha supuesto mucho para ella aunque, en el fondo, tenía la corazonada de que el premio era posible… Cuando volví a ver la función después de unas semanas, como un mes después de haber estrenado, y me senté ante el montaje como una espectadora más, es decir, saliéndome del contexto de la creación, tuve la sensación de que se trataba de un muy buen trabajo, en general. Incluso, yo misma dije ‘este montaje merecería un Max’. Era una propuesta redonda; todo encajaba: la historia, los actores, la escenografía, la luz, el sonido… No es que me esperase mi nominación, pero todos dijimos que estaría muy bien que Furiosa Escandinavia, tuviera alguna y más cuando tuvo cinco candidaturas (mejor espectáculo, mejor escenografía, mejor texto, mejor dirección y mejor iluminación). Al final me lo dieron a mí y, personalmente, supuso un gran espaldarazo. Llevo tanto tiempo luchando por esto, porque, después de 20 años de trabajo, se me reconozca como diseñadora de iluminación, ¡tanto tiempo porque me paguen por las ideas que plasmo a través de la luz –no por los focos que coloco!-, que para mí el Max es maravilloso… Lo que venga después, ya me da igual porque yo voy a seguir haciendo lo mismo que hasta ahora, es decir, meterme en cada proyecto a tope, disfrutar con mi trabajo, y seguir intentando vivir y sobrevivir de él, que es lo que hacemos todos los que nos dedicamos a esto.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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