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Una 'mariconez' tras otra

jueves 17 de enero de 2019, 13:20h

Me resulta increíble tener que empezar con esta frase: Vaya por delante que soy de izquierdas. Y es que los presupuestos de la izquierda se han sustituido por chorradas twiteras nacidas, curiosamente, en la derecha yanqui.

El concepto Políticamente Correcto, hoy manoseado por una generación que no ha leído nada con más de 144 caracteres, surgió en 1793 en una sentencia de James Wilson -nombrado Juez de la Corte Suprema por G. Washington- sobre el caso Chisholm vs. (estado de) Georgia.

Hasta los 80 del XX el término definía la ortodoxia de los políticos con sus ideologías; es decir, si eres republicano, lo políticamente correcto es estar en contra del aumento de los impuestos. En 1934 The New York Times recogía en crónica de corresponsal que el Partido Nazi Alemán estaba facilitando documentación “solo a los arios políticamente correctos”, es decir, a los que aceptaban los presupuestos ideológicos de Hitler.

G. Lakoff en “Don't Think of an Elephant: Know Your Values and Frame the Debate”, 2004, explicó algunos elementos esenciales del lenguaje político. Lakoff, lingüista y semántico generativo, explicaba cómo los republicanos habían conseguido reconvertir el lenguaje para captar nuevos votantes mutando el concepto Políticamente Correcto desde Ortodoxia Ideológica hasta Etiquetas Socialmente Aceptables. Es decir, contaba algo que los filólogos que leímos a Aristóteles aprendimos en primero: la expresión del pensamiento no es inocente. Así, el elefante del título, más allá de la imagen mental de un elefante en la habitación, es el animal totémico de los republicanos. Un ejemplo fácil fue cuando Bush padre utilizó la expresión Alivio Fiscal para captar votos de los demócratas.

Poco a poco Políticamente Correcto se fue aplicando a esa tiranía lexicológica nacida en esta neo-izquierda twitera and yeah que prohíbe palabras: mariconada, negro, moro… por asimilación paleta de una mala digestión de Lakoff (nigro es un insulto en EEUU y está tan cercano a negro que en español empezamos a decir “gente de color” como si los amarillos asiáticos, los verdes aceitunados, los rojos apaches y hasta los blancos caucásicos no fueran también “gente de color”).

Ahora son tantas las palabras y conceptos prohibidos que solo eres de izquierdas si utilizas el femenino para referirte a la totalidad y si consideras que todo lo que existe es hetero patriarcal, una de las mayores sandeces del momento.

Si no eres vegano (gentes con zanahoria y sin palo), si te gustan los toros (así sean los forcados o los recortadores), si no estás de acuerdo con los presupuestos del independentismo catalán (que, solo es racismo de derechas con misa diaria) o si no estás por la prohibición de Lolita de Nabokov y Every breath you take de The Police (movimiento #MeToo) eres un “facha” cuando no algo peor.

La izquierda está tan perdida que no entiende que con su sandez colectiva y huérfana de arquitectura filosófica sólo está favoreciendo el renacimiento de la ultra derecha en todo occidente, una ultra derecha que ya no se llama así sino Derecha Alternativa en la que muchas personas de centro y de izquierdas se sienten parcialmente representadas: Vox, Trump, Orban, Salvini son solo el resultado evidente de haber sido votados por ciudadanos que están hasta más arriba de los pelos de todas las chorradas neo-izquierdistas (recuerdo al lector que soy de izquierdas, segunda vez que tengo que decirlo en este texto) que nos acogotan y coartan la libertad, la de verdad, no la de tweeter.

El derecho esencial a la libre expresión de las ideas ya no existe: ha sido sustituido por el imposible derecho a No me Ofendas que Llevo Chanclas. Los animales, que no tienen derechos por la simple razón de que el derecho es una ficción humana que solo afecta a los humanos, valen más que los humanos y siempre en función de su tamaño (nadie defiende los derechos de las cucarachas o de las moscas, tan hijos de un dios menor como los cetáceos). Solo esta pérdida esencialísima de la libertad de expresión nos va a enviar un siglo atrás, pero a los bobos en ciber red les da igual porque la historia y los fundamentos filosóficos ocupan bastante más que cualquier tweet por lo que, simplemente, no los han leído. ¡Qué razón tuvieron Orwell y Bradbury!

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