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Balance y perspectivas de la caída de Pedro el breve

sábado 16 de febrero de 2019, 10:32h

La caída del Presidente de Gobierno más breve de la democracia española era más que probable. En mi nota anterior sobre la manifestación de Colón anunciaba esa posibilidad. Porque la movilización de la derecha en Colón no fue un éxito aplastante, como dijeron los convocantes, pero tampoco fue un fracaso, como dijeron los contrarios. Simplemente fue un aviso contundente para navegantes. Sánchez fue advertido que su deriva con los secesionistas tenía límites cortos. Continuar por ese camino podría suponer un daño electoral inasumible.

Así las cosas, no tenía más remedio que tirar del freno. Anunció que el diálogo con los independentistas quedaba congelado porque ellos querían imponer un acuerdo sobre un referéndum de autodeterminación. Cualquier ciudadano sabe que ese planteamiento de Torra y los suyos es muy viejo. Pero Sánchez también sabía que ese argumento sobre la obcecación de los nacionalistas siempre lo tendría a su disposición. Así que lo usó. Se jugaba el apoyo de los grupos secesionistas a sus presupuestos, pero la apuesta no estaba perdida hasta el minuto previo de la votación sobre las cuentas públicas. Hoy sabemos que la perdió y que de nuevo hay que repartir naipes.

Está claro para Sánchez que ha perdido esta baza. Porque era sincero cuando afirmaba que quería terminar la legislatura. Sin embargo no está claro que haya perdido la partida. Quien le da por enteramente derrotado confunde sus deseos con la realidad. Los sondeos electorales dan resultados tan estrechos que cualquier cosa puede pasar.

De momento, Sánchez se retira con una bolsa de capital nada despreciable, tanto a nivel personal como político. En el plano personal, Sánchez ha conseguido llegar a donde quería: por más que su ejercicio como Presidente de Gobierno sea el más corto de la democracia, ha inscrito su nombre en la historia del país y ha gozado de los protocolos del poder (viajes, helicópteros, trato con líderes mundiales, etc.). Puede sostener el dicho: ¡que me quiten lo bailao! Algo que otros líderes políticos actuales quisieran para sí.

Y en el plano político, el Gobierno de Sánchez ha conseguido mostrar en estos meses de ejercicio la inclinación por las medidas sociales, que seguro han percibido muchos votantes socialistas. Así que era mejor no laminar ese capital político y convocar a elecciones cuanto antes. De nuevo hacer una apuesta arriesgada ha sido considerada una opción mejor que jugar a la política de desgaste.

Claro, puede producirse de nuevo la paradoja andaluza: que el PSOE gane las elecciones y pierda el Gobierno. Porque es poco probable que el votante desanimado de Podemos se incline masivamente por el PSOE; más bien optará por la abstención. Así las cosas, puede que el bloque PSOE-Podemos resulte minoritario frente a sus opositores políticos.

Pero la cosa tampoco está muy clara en la acera opuesta. La subida de Ciudadanos ha perdido ritmo y el deterioro del voto del PP a favor de sus dos flancos (el centro y la extrema derecha) no ha cesado. Es decir, el empate político a nivel de bloques está servido. Por ello no sería aventurado predecir que esta campaña electoral va a resultar clave.

Desde luego, la papa caliente sigue siendo la crisis catalana. Y todo parece indicar que en este asunto el bloque conservador tiene alguna ventaja. Aunque seguirá jugando a ello, la pantomima de la negociación entre el Gobierno español y la Generalitat ya parece bastante agotada. El discurso de Sánchez se va a solidificar en torno a la idea: negociación, negociación, pero dentro de la Constitución.

En pocas palabras, parece difícil para Sánchez mantener el pacto con los secesionistas y Podemos que dio lugar a la moción de censura contra Rajoy. Entre otras razones porque la cuestión catalana no podrá ponerse en sordina, con el juicio al procés en marcha durante la campaña. La gran pregunta es si la cuestión catalana tendrá el suficiente peso para determinar el voto el próximo 28 de abril. Si lo tuviera sería previsible una derrota de Sánchez, pero, insisto, mucho va a depender del debate en campaña. Todos los contendientes llegan a estos comicios con heridas abiertas, unas más visibles que otras, pero ninguno llega cadáver.

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