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Raphael vuelve a triunfar en el Olympia de París 52 años después
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Raphael vuelve a triunfar en el Olympia de París 52 años después

martes 12 de marzo de 2019, 08:16h
La mítica sala parisina acogió el concierto de la temporada, lleno de emoción y de referencias del amor del artista por Francia y su capital.

Xavier Novaes, París (10 de marzo de 2019)

Son las cinco de la tarde del domingo 10 de marzo en el barrio de Opéra de París, en pleno centro monumental de la ciudad, donde se erige una de los salas con más solera del mundo: El Olympia. Solo falta una hora para que Raphael vuelva al mismo escenario que pisó con 23 años. Un día antes, tomando un té en el histórico Café de la Paix, a 200 metros del Olympia, el artista reflexiona con este cronista sobre su vida artística. Nos cuenta que “a punto estuvo de actuar con su venerada Edith Piaf en Valencia en sus inicios, que cantó a dúo hace unos años La Bohème con otro grande de la canción francesa -el recién fallecido Charles Aznavour- y que en Rusia tuvo que pedir que no le tirasen más flores en sus actuaciones, pues le llegaban hasta las rodillas y no se podía mover...”. Son tantas las anécdotas que cuando se le pregunta si a sus 75 años tiene pensado retirarse, con su sonrisa característica asegura: “¡Claro que no, me gusta tanto lo que hago!“ Y visto lo de este domingo, al público que asiste a sus conciertos todavía más.

Una audiencia de distintas generaciones esperaba pacientemente a que abrieran las puertas del Olympia: españoles y latinoamericanos afincados en París, muchos fans galos, y otros Raphaelistas de diferentes nacionalidades que siguen a su ídolo por todo el mundo. Esta vez fueron 2.000 los afortunados que abarrotaron la mítica sala parisina.

Y a las 18:00 horas, puntual, como es siempre Raphael, subió de nuevo a las tablas del Olympia 52 años después.

Todos, los dos millares de personas que caben en el teatro, se pusieron de pie para recibirle entre aplausos que se repitieron después de cada canción durante los 150 minutos que duró el espectáculo. Empezó con Infinitos Bailes, tema que da título a su último disco, que le compuso el cantante del joven grupo de rock alternativo Izal. Una muestra más del talante intergeneracional de este artista, cuyos seguidores más jóvenes le han apodado “El jefe indie“. En el quinto tema Raphael apuntó directo al corazón y entonó Mi gran noche –que, sin duda, fue la de todos- y el teatro se vino abajo.

También hubo tiempo para las referencias a la Chanson Française. Cantó en francés Serenade pour Paris, canción que se editó en 1967, y La Nuit, de Salvatore Adamo. Volviendo al español, Raphael siguió su homenaje francófono con La quiero a morir, ese célebre hit del galo Francis Cabrel de finales de los 70.

Con la gente prácticamente en éxtasis, el recién nombrado hijo adoptivo de Madrid pasó brevemente por The Doors y su Light my fire, para después darnos una lección de la riqueza de la música latinoamericana con Gracias a la Vida, de Glorieta Parra; Volver, a dúo con Carlos Gardel, cuya voz salía de una vieja radio puesta en el escenario para la ocasión, además de otras rancheras y valses peruanos, que hicieron las delicias del crisantemo de nacionalidades hispanas que poblaban el Olympia.

Tras una hora y media de espectáculo, llegaba la traca final con muchos de sus grandes éxitos: Estar enamorado es, Ámame y Que sabe nadie salieron de la garganta generosa del genial artista. En esos momentos cantante y público eran una sola voz.

Exultante, Raphael, con una bandera francesa -lanzada desde la primera fila- sobre sus hombros, regaló al público otro tipo de música para sus oídos: “Que alegría veros aquí; naturalmente, voy a volver mucho más”. Y remató su fantástica faena con Como yo te amo. Fue muy evidente que le tenía ganas a esta actuación, que preparó verdaderamente a coincidencia. Y que fue absueltamente personalizada.

Después de muchas pesquisas detectivescas, no pudimos encontrar a nadie entre el público y el personal del teatro que hubiese estado en su concierto de 1967. Y es que parece que no es fácil seguir el ritmo vital del de Linares. Hasta en esto Raphael es único. Es incombustible e irrepetible. Es un escándalo.

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