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¿Podremos medir la riqueza de las naciones por su acceso al agua?

viernes 22 de marzo de 2019, 13:31h
La ONU establece el 22 de marzo como el Día Mundial del Agua, cuyo principal objetivo es concienciar sobre el uso que se le da a este recurso, además de evidenciar cómo el cambio climático está complicando poder acceder al agua y amenaza con provocar graves crisis humanitarias
Río
Río (Foto: CaixaBank)

Comienzas el día con una refrescante ducha que alargas más de lo que habías previsto. Cuando terminas de ducharte, lo primero que haces es poner una lavadora. Mientras comienza el ciclo de lavado, te preparas un buen desayuno en el que no falta la fruta y el café. Para cuando estás a punto de salir de casa, te acuerdas de que no te has lavado los dientes; de camino hacia el baño, recuerdas que los platos del fin de semana se acumulan en el lavavajillas… Así que emprendes una rápida maratón para terminar todas las tareas y marcharte de una vez. No es el relato más apasionante, ¿verdad? ¿Y si te dijéramos que se trata del preludio a la mayor crisis a la que se ha enfrentado una gran ciudad desde los ataques del 11 de septiembre de Nueva York?

A comienzos de 2018, la urbe más poblada de Sudáfrica, Ciudad del Cabo, se enfrentó a un escenario que nos parece impensable: sus casi cuatro millones de habitantes estaban a punto de quedarse sin agua. Después de tres largos años de sequía, las autoridades de la ciudad calcularon que, si nada cambiaba y el consumo de agua se mantenía en los mismos niveles, en apenas unas semanas llegaría el «día cero». Y entonces la vida se paralizaría por completo en una ciudad con más habitantes que Barcelona o Madrid.

Un bien de consumo inconsciente

La grave crisis del agua en Ciudad del Cabo no tuvo un final acorde a la épica del problema; la ciudadanía entendió que ese «día cero» —divulgado por las propias autoridades— era muy real y que lo único que podían hacer era reducir el consumo de agua y hacerlo de manera drástica.

Regresamos a la escena que abría este reportaje. Esa refrescante ducha que al final dura 10 minutos consume alrededor de 100 litros de agua; la lavadora, que hemos puesto con 7 kilos de carga, gasta entre 42 y 62 litros; el lavavajillas son 54 litros más y, según cómo nos lavemos los dientes, podemos llegar a tirar hasta 4 litros. En este cómputo hemos dejado fuera el agua usada para cocinar, regar las plantas, limpiar la casa o utilizar el inodoro. Así que imagina tener que continuar con tu rutina, pero utilizando únicamente 50 litros de agua. Ese fue el reto al que se enfrentaron en Ciudad del Cabo. Si la tendencia no se rompe, este reto pronto deberán asumirlo cada vez más ciudades, regiones y países de todo el mundo. España incluida.

No es un escenario catastrofista, sino que se trata de una realidad que preocupa especialmente a la Organización de las Naciones Unidas, entre cuyos Objetivos de Desarrollo Sostenible marcados para 2030 se encuentra el de «garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos».

La escasez de agua es uno de los principales problemas a los que se enfrenta la humanidad. Cada vez hay más personas en el planeta —en 2030 seremos ya 8.600 millones—, pero el acceso al agua dulce no únicamente no ha crecido en consonancia, sino que, debido al cambio climático, los procesos de desertificación se están acelerando e incluso están provocando la total desaparición de algunos mares.

Lejos de lo que pueda parecer, este no es un problema únicamente ecológico, sino que la escasez de agua es también un desafío económico.

Un recurso estratégico

Ese desayuno que nos tomábamos al inicio del reportaje estaba compuesto de frutas —digamos un aguacate, que está de moda— y de un buen vaso de zumo de naranja. Aunque no seamos conscientes de ello, para que estos alimentos hayan podido llegar a nuestra mesa han pasado por un proceso de producción que ha implicado el empleo de 170 litros de agua para las naranjas del zumo y unos 400 litros de agua para nuestros aguacates. ¿Qué recurso puede haber más estratégico que aquel que inicia la cadena alimenticia?

Nuestra dieta cotidiana requiere de enormes cantidades de agua para ser producida. El ejemplo del desayuno nos arroja, en realidad, cifras muy reducidas en comparación con lo que realmente necesitamos para mantener nuestro actual consumo calórico. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, para producir un solo kilo de carne se precisan 10.500 litros de agua, y esta cifra puede verse incrementada todavía más en función del tipo de animal empleado.

Así que aquella idea de ciencia-ficción que situaba el estallido de guerras por el control del agua es hoy un futuro cada vez más plausible.

De hecho, no será necesario tener que esperar para ver cómo el agua se utiliza ya en los conflictos actuales como un arma de guerra, una vulnerabilidad que ataca y que puede provocar más bajas enemigas que las propias bombas y balas.

En España

El sur de Europa será una de las regiones del mundo que se enfrente con mayores incertidumbres al cambio climático: la creciente contaminación del mar Mediterráneo, unido a un proceso de desertificación grave en las zonas más sureñas, harán que España tenga que potenciar todos sus recursos para aprovechar al máximo el agua de su territorio.

La buena noticia es que las Administraciones Públicas son conscientes de este escenario y que ya existen planes para paliar los efectos de un clima cada vez más extremo. Dos de ellos son el Plan Nacional de Reutilización de Aguas y el Plan Hidrológico Nacional, este más polémico por su amplio calado en el desarrollo de las diferentes regiones. Si bien es cierto que todavía queda mucho para que España pueda proclamar que está preparada para afrontar los peores escenarios que se prevén para el clima en las próximas décadas, parece claro que el uso del agua y su valor intrínseco son ya un tema de discusión tanto a nivel político como social.

- Más información en el blog de Caixa Bank

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