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Mejor los niños que los mayores

jueves 28 de marzo de 2019, 09:11h

Hace tiempo que he descubierto que me entiendo mejor con los niños que con los mayores. Existe un factor cronológico, es cierto: los viejos tendemos a simplificar nuestro horizonte intelectual, compartiendo temas y enfoques con los más pequeños. Es que, como dirían los comediógrafos de antaño Muñoz Seca y Pérez Fernández, Los extremeños se tocan.

Pero no es sólo eso. Los mayores gastamos una mala baba de cuidado: hasta somos capaces de romper para siempre las relaciones familiares por culpa de una herencia o del procès de Cataluña, por ejemplo. Ya ven qué tontería.

Los más pequeños se enfadan, vaya que sí, pero sin doblez ni hipocresía, y su encono suele durar hasta que un nuevo suceso llame su atención: entonces, tan amigos, otra vez. Es lo que hace mi nieta de dos años, tras haberse puesto de morros conmigo: me coge de la mano y me dice “abu, vamos a jugar”. No recuerdo la última vez que una persona mayor me ha cogido de la mano tras una bronca como no sea para sisarme algún dedo o partírmela en dos.

Por eso, he dejado ya de discutir de religión o de política con mis pares, tratar de si es mejor una reforma laboral que otra, cuál debe ser el nivel de impuestos adecuado o qué conlleva en sí mismo el derecho a la vida: nadie da su brazo a torcer y todos tenemos ideas previas, o sea, prejuicios, por los que estamos dispuestos a machacar al oponente.

Prefiero, en cambio, descubrir el funcionamiento de las beyblades, o sea, las peonzas, en versión moderna, compartir cuentos en tablets, tratar de hacer el clásico cubo de Rubik, intercambiar cromos de moda, desde fútbol hasta Star Wars, o resucitar la vieja papiroflexia, tan unamuniana, por cierto.

Ayer mismo, sin ir más lejos, un grupo de chavales de 6 a 8 años y yo hicimos un estimulante campeonato de aviones de papel, cuya confección iban descubriendo con asombroso placer durante el proceso. Nadie puso de duda los resultados, a nadie le incomodó el que ganase otro, todo el mundo ponderó los aviones de los demás, y al final acabamos todos tan amigos como al principio.

Vaya, justo lo contrario que hacen las personas mayores que yo conozco.

Enrique Arias Vega

Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundo de Nueva York. Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación. En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006).

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