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Mujer deposita su voto
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Mujer deposita su voto

Por qué votamos como votamos: de la influencia de las encuestas a las diferencias cerebrales

> Científicos de la Fundación Gadea por la Ciencia han analizado el comportamiento del electorado

martes 07 de mayo de 2019, 12:00h

La ciencia se adentra e influye en áreas de conocimiento del votante donde las urnas, los sondeos y el escrutinio apenas pueden llegar. Materias como la sociología, la estadística o la psicología entran en juego a la hora de definir la estrategia de campaña, el discurso político o la escenografía de un mitin. Por ello, científicos de la Fundación Gadea por la Ciencia han analizado el comportamiento del electorado español para explicar cómo es, qué le influye y por qué vota lo que vota.

Según explica Emilio Lamo Espinosa, catedrático de Sociología y presidente del Real Instituto Elcano, “el electorado español se define por la moderación y en una escala izquierda-derecha, donde el 5 es el centro, se correspondería con un 4,5. Es un electorado conservador y centrista que apenas ha cambiado en varias décadas, mientras que la representación política sí se ha radicalizado hacia los extremos”. Sin embargo, añade, “hay tantos modelos de votantes como votantes, pero podríamos clasificarlos en tres grupos: los indiferentes o indecisos, por rechazo o desinterés; los ideológicamente comprometidos, con las preferencias y el voto muy bien definido; y el preferidor racional, un modelo de votante creciente que valora, compara y decide en el último momento”.

Votamos por razón o por corazón

Juan Antonio Pérez, catedrático de psicología social de la Universidad de Valencia, asegura que “en la conducta de voto lo emocional suele ser tanto o más determinante que lo racional. La activación emocional es fundamental y los líderes políticos son conscientes de la importancia de la intensificación y el contagio emocional”. Además, añade, “se conocen variables psicológicas que diferencian al votante de izquierdas y de derechas e incluso existen pautas de la infancia, como la intolerancia a la incertidumbre y a la complejidad, la propensión al miedo y la sensibilidad a la amenaza y el peligro, que predicen una orientación conservadora en edad adulta, motivado bien por un factor genético, bien por el aprendizaje o la combinación de ambos”.

Según diversos estudios, las personas de derechas son más sensibles a los estímulos amenazantes del entorno, ante los que responden con una mayor activación fisiológica automática inconsciente. “Por ejemplo, se ha comprobado que las personas de derechas reaccionan más rápido a las expresiones faciales de enojo y muestran mayor activación al ver imágenes repugnantes y amenazantes y, por otro lado, también presentan diferencias en términos de anatomía cerebral. Según dos estudios exploratorios con estudiantes ingleses, al compararse las imágenes de la resonancia magnética del cerebro de votantes de izquierdas y derechas, en estos últimos se observó un mayor volumen de la amígdala derecha, que juega un papel en la percepción del miedo, y de la ínsula izquierda, importante en la percepción del asco”, expone el experto en psicología social.

Sin embargo, “aunque hay investigadores que ven asociación entre activación emocional e intención de voto, no hay ninguna prueba de que el comportamiento de voto tenga una red neuronal específica que lo determina y tampoco se sabe si el funcionamiento neurológico y psicológico induce la orientación política o al revés, lo más probable es que sea un proceso bidireccional”, puntualiza Juan Antonio Pérez.

¿Las encuestas electorales son fiables?

Aunque en los últimos años el comportamiento electoral ha evolucionado de un voto expresivo, que mostraba las preferencias ideológicas de los electores, hacia un voto instrumental, que lo utiliza como instrumento para tener el máximo de eficacia y relevancia política, “las encuestas siempre han influido en la decisión de voto”, asegura Lamo de Espinosa. “Estas movilizan o desmovilizan asimétricamente porque tenemos más votantes cultos, formados e interesados que tienen en cuenta estos resultados. Las encuestas son un instrumento que puede cambiar la realidad, lo que se conoce como profecía auto cumplida o auto negada y se manifiesta claramente en el voto útil”.

Para el ciudadano de a pie resulta muy complicado saber si las encuestas preelectorales son fiables. “Evidentemente cuanto mayor sea el tamaño de la muestra más fiable será el estudio, pero también dependerá de los detalles metodológicos de la encuesta y de la transformación de los datos brutos en proyectados”, explica Carrizosa. “La muestra debería ser un fiel reflejo de la población en su conjunto y, en particular, del censo electoral, respetando cuotas de género, edad, distribución geográfica y otros. Aun así, a posteriori, hay que aplicar la corrección de voto y cada empresa tiene un procedimiento propio secreto”, añade el experto en estadística.

“Si una encuesta suele acertar los resultados podemos tomarla como fiable porque su mecanismo de proyección está bien ajustado a la realidad. Pero puede haber tenido éxito en ese momento determinado y no volver a acertar en las próximas ocasiones. No debemos olvidar que el voto indeciso y el voto oculto juegan un papel decisivo y un caso reciente fueron las elecciones andaluzas. Nadie predijo la aparición de Vox porque no había referencias previas o conocimiento histórico, nadie decía que la vez anterior había votado a este partido. Las encuestas se basan en hipótesis y estas hipótesis pueden dejar de funcionar en un contexto social diferente”.

Redes Sociales y Big Data en política

Partiendo de esta base, la irrupción de la ciencia de los datos ha contribuido a que los partidos conozcan aun mejor a sus potenciales votantes, incluso llegando a invadir su intimidad. Para Emilio Carrizosa, catedrático de Estadística e Investigación Operativa de la Universidad de Sevilla, “no todo el mundo es consciente de que está viviendo en una casa de cristal en la que todos sus movimientos pueden ser observados por alguien que tiene un interés específico en sacarle rendimiento. A veces, nosotros mismos permitimos esta intromisión, pero en otras ocasiones no es culpa del usuario, sino de que hay una permisibilidad extrema”.

En esta línea, el catedrático de psicología social expone que “el impacto de las redes sociales está relacionado con un mecanismo psicológico conocido como la exposición selectiva a la información. Uno puede elegir a quién o qué seguir y ahí entra en juego la aversión a la inconsistencia o disonancia cognitiva, es decir, la gente prefiere la información y las personas que confirman sus opiniones antes que lo que va en contra. Esto crea una sensación de falso consenso que nos lleva a pensar que lo que opina nuestro círculo lo opina toda la sociedad y provoca resistencia al cambio, a querer exponerse a otras visiones de la realidad”.

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