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Fichar en el trabajo

martes 14 de mayo de 2019, 10:42h

Hace treinta y tantos años, en el periódico que entonces dirigía, la empresa se empeñó en que fichase todo Dios, frente a la oposición rotunda y lógica de los empleados y la mía propia. Yo quería a mis reporteros en la calle y éstos eran unos profesionales estupendos que se partían todo el día la cara por las noticias.

Al final, hubo control horario, tras la promesa que me hizo la empresa de no aplicar unos resultados que, de tomarse en serio, perjudicarían obviamente a la producción, y la mía a los periodistas de que se trataba de un acto simbólico que no obligaba a nadie a estarse sentado en la redacción mirando a las musarañas.

Este ejemplo evidencia que el control horario no siempre es beneficioso para todos. Sí lo es, por supuesto, para aquellos que trabajan más horas de las debidas sin cobrarlas. También para el Estado, quien probablemente recaudará más impuestos con los que afrontar el vertiginoso desmadre de la Seguridad Social.

Exagerando, quizá, la reacción ciudadana ante la norma, ya se ha curado en salud la ministra Magdalena Valerio diciendo que “nadie se la ha tomado en serio”. ¿Por qué iban a hacerlo aquellos a quienes perjudica? Y no me refiero a malvados empresarios explotadores, sino a la infinidad de empleados que dependen de los objetivos, trabajan a tarea, tienen horarios elásticos, concilian trabajo y tiempo libre, usan modernas aplicaciones electrónicas, son pocos para controlar a sus compañeros, etcétera, etcétera.

Como en tantas otras disposiciones legales, seguimos aplicando normas del Siglo XIX cuando está acabando la segunda década del Siglo XXI. Cada trabajo no tiene nada que ver con otros muchos, su manera de aplicarlo es diferente, sus resultados no dependen del número de horas presenciales, la productividad es un concepto que no se mide por el tiempo... En realidad, todos los conceptos de economía de empresa que estudié en Económicas hace medio siglo, están obsoletos y, en muchos casos, han sido sustituidos por sus contrarios.

Dudo mucho, por eso, que la vigilancia horaria resulte tan beneficiosa como pretenden quienes por intereses políticos la han implantado. Eso sí: al menos las empresas de artilugios de control se estarán forrando. Algo es algo en este mundo tan azaroso y complicado.

Enrique Arias Vega

Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundo de Nueva York. Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación. En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006).

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