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Albert Rivera: el espejismo francés

lunes 03 de junio de 2019, 10:27h

Tras los resultados de las elecciones municipales y autonómicas pareciera que la política de pactos es la cuestión central del momento, en especial para un partido como Ciudadanos, que, efectivamente, tiene en sus manos la suerte de muchos gobiernos territoriales. Sin embargo, no hay que confundirse, detrás de los estiras y encoges de las circunstancias locales y sus posibles compensaciones (por ejemplo, discutimos Madrid si ustedes se ponen serios en Navarra), hay un asunto más de fondo: el modelo partidario del proyecto centrista y liberal en España.

En sus orígenes, Ciudadanos surgió poniendo el énfasis en la necesidad que existía, primero en Cataluña y luego en España, del surgimiento de un proyecto centrista y liberal para lograr la estabilidad del sistema político y permitir el desarrollo socioeconómico. La dimensión electoral de ese proyecto era algo que el tiempo dilucidaría, pero no era condición necesaria para impulsar la opción política centrista. De hecho, la experiencia en Europa con ese tipo de partidos es variopinta respecto de su tamaño y sólo les identifica que son el aliado preferente para lograr coaliciones que den lugar a gobiernos estables.

Sin embargo, Albert Rivera ha ido cambiando su perspectiva en el último año. Cada vez ha importado más el tamaño de la fórmula que el mantenimiento de la esencia de la fórmula misma. Así, para las elecciones generales, Rivera lo apostó todo al sorpasso del PP para lograr sustituir a Casado como cabeza de la oposición. Una vez logrado ese propósito, el salto a la Moncloa se produciría por consecuencia política.

Cuando Rivera comprobó que se había quedado cerca pero no había logrado superar al PP en las generales, primero quiso fungir como líder opositor in pectore para luego echar el resto en la elecciones siguientes… para comprobar de nuevo que el PP en descomposición –como llegó a decir- era mas resistente de lo que se pensaba, no sólo a causa de su arraigo territorial, sino también ante las elecciones europeas.

Así las cosas, la encrucijada actual de Ciudadanos no es simplemente donde apoya al PP o al PSOE, sino algo más fundamental: ¿merece la pena mantener un proyecto centrista y liberal, que no sea directamente mayoritario, como sucede en muchos países europeos, cuya función principal sea la de ser un partido bisagra, fundamental para la estabilidad del sistema político? O por el contrario, ese proyecto sólo tiene sentido en la modalidad francesa, donde Emmanuel Macron lideró un proyecto liberal para asaltar directamente el Eliseo, sin tener que esperar demasiado.

Pareciera que la referencia francesa opera poderosamente en la mente del impaciente Rivera. Sin embargo, podría comportar un serio error de cálculo. El sistema de partidos español no es igual que el que impera en Francia. Incluso el malestar social ha tenido expresiones políticas distintas, como es el caso de Podemos. Hacer una proyección del caso francés al contexto español puede conducir a provocar una crisis interna en Ciudadanos, algo que significaría tirar por tierra de una vez el ambicioso proyecto de Rivera. Quizás sería conveniente asegurar primero el espacio centrista y liberal, sin descartar la opción de llegar al gobierno, pero sin anteponer ese objetivo a cualquier otro. Así que poner límites a su impaciencia será una de las cosas que Rivera deberá hacer si no quiere jugarse el todo por el todo antes de tiempo. El ejemplo francés debe convertirse en una referencia entre otras de las existentes en el escenario europeo. No vaya a ser que se convierta en un decepcionante espejismo.

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