'Lorca, la correspondencia personal', la vida que pasa y que nos pasa

“No vamos a abrir el telón para alegrar al público con un juego de palabras, ni con un panorama en donde se vea una casa en la que nada ocurre y a donde dirige el teatro sus luces para entretener y haceros creer que la vida es eso…”. Con estas hermosísimas palabras de Federico García Lorca echa a andar ‘Lorca, la correspondencia personal’, un espectáculo con dramaturgia y dirección de Juan Carlos Rubio sobre la vida y el alma del poeta granadino, encarnado aquí por las voces y los cuerpos de Gema Matarranz y Alejandro Vera –componentes de la compañía Histrión Teatro-, una mujer y un hombre, que adoptan indistintamente la personalidad de Lorca, o se meten en la piel de sus padres, de sus amigos o de sus amantes. El resultado es “un pequeño rincón de realidad”, un íntimo y vibrante recorrido sobre el poeta granadino y sobre nosotros mismos, lectores y admiradores de Lorca, que puede verse hasta finales de junio en el Teatro Lara de Madrid.

A través de sus cartas, conferencias, escritos personales y retazos de algunas de sus obras más emblemáticas (El público, Comedia sin título, Poeta en Nueva York, Romancero gitano…), y durante hora y cuarto, Juan Carlos Rubio ha construido un brillante itinerario emocional sobre la vida y obra de Lorca que va desde su estancia en Madrid, en la Residencia de Estudiantes, hasta su paso por el Nueva York de los rascacielos y el crack del 29, o la alegría de vivir de la que se contagió en su paso por La Habana. Pero, al final, es su Granada natal la ciudad a la que siempre vuelve el poeta y en donde acaba muriendo, víctima de ese odio fraternal que arrasó España en aquellos malditos años 30 que la acabaron regando de sangre. Sangre de hermanos contra hermanos que, 80 años después, no ha conseguido secarse todavía entre la tierra.

Aparece en ‘Lorca, la correspondencia personal’ el Federico contradictorio, apasionado, vehemente y altruista, el Lorca provinciano y universal, el detractor del teatro que luego acaba revolucionándolo y hasta consiguiendo que Margarita Xirgu quiera representarlo. Todos esos aspectos están aquí presentes a través de la palabra, el gesto y la voz de Gema Matarranz y Alejandro Vera, que dan lo mejor de sí mismos para ensalzar a Federico, para captarlo en su musicalidad, en su debilidad, en su fuerza, en su esperanza y en su desesperación. Porque Lorca fue uno, pero todos esos Lorca a la vez.

La escenografía que han diseñado Curt Allen Wilmer y Leticia Gañán, presenta como elemento central una especie de gran librería o archivo de fondo del que los actores van extrayendo las cartas o el atrezzo necesarios para continuar el espectáculo (caretas de Dalí, de la guardia civil, o de la Xirgu). Pero la luz radiante, la intimista o la más absoluta oscuridad se adueñan del escenario gracias al toque mágico de Juan Felipe Tomatierra, y a la música y al espacio sonoro creados por Miguel Linares, y a la sencillez y variedad del vestuario de Araceli Morales.

Y es cierto que Rubio consigue que, efectivamente, en el escenario y en el patio de butacas anden libres esos ángeles, sombras, voces y sueños que “sobrevuelan entre vosotros, tan reales como la lujuria, o las monedas que lleváis en el bolsillo”. Y es que el teatro, como también pensaba el poeta de Granada, es tanto “para ver lo que pasa como para ver lo que nos pasa”

‘Lorca, la correspondencia personal’

Dramaturgia y dirección: Juan Carlos Rubio

Intérpretes: Gema Matarranz y Alejandro Vera

Diseño de espacio escénico: Estudiodedos -Curt Allen Wilmer (Aapee) y Leticia Gañán-

Ayudantía de dirección: Luis Miguel Serrano Martín

Música original y espacio sonoro: Miguel Linares
Diseño de iluminación: Juan Felipe Tomatierra
Diseño de imagen y cartel: Sergio Parra
Video: Pablo MaBe
Producción: Sonia Espinosa y Nines Carrascal
Fotografía: Gerardo Sanz

Teatro Lara, Madrid

Hasta el 25 de junio de 2019

Teaser: https://vimeo.com/214053031