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Sánchez y Rivera ya pactaron

martes 25 de junio de 2019, 14:40h

Se ha dicho muchas veces que aquello que tenemos demasiado cerca, delante de nuestras narices, es lo que resulta más difícil de ver. Eso es exactamente lo que está sucediendo con el pacto en firme que han establecido Pedro Sánchez y Albert Rivera. Desde luego, dadas las actuales circunstancias, tendré que explicarme para que no parezca una broma lo que acabo de decir.

Pondré un ejemplo ilustrativo. Imaginemos que estamos ante el famoso cuadro de Goya “Duelo a garrotazos”, donde se muestra a dos hombres enterrados hasta las rodillas en el suelo, dándose garrotazos (se supone que hasta la muerte). Este cuadro, que ha sido utilizado reiteradamente como símbolo del drama fratricida español, difícilmente podría asociarse a la idea de un pacto. Sin embargo, desde la perspectiva de la cultura política, eso es exactamente lo que es: refleja claramente el acuerdo de ambos hombres acerca de que no hay otra forma de resolver el conflicto sino que a garrotazos. Con otra cultura cívica y política podrían buscar otra salida, tratar de ayudarse para superar el problema que les afecta, pero para ello tendrían que partir de otro marco cultural de referencia.

Esa es la base del pacto firme que han establecido Sánchez y Rivera: ambos comparten plenamente un mismo marco de cultura política, según el cual lo que interesa al país pasa por la supremacía de su proyecto político (y personal). Claro, hay que aclarar de inmediato que comparten ese marco porque es socialmente rentable; es decir, corresponde a la cultura política preponderante en la sociedad española. Por poner un ejemplo, si actuaran en Alemania probablemente hace tiempo que habrían formado un gobierno socioliberal.

Al compartir el mismo marco de referencia, no es de extrañar que Sánchez y Rivera presenten estrategias similares de operación política. Ambos buscan que se demuestre cierta la presunción más negativa de su oponente. Para Rivera es necesario que quede claro que Sánchez pactará inexorablemente con populistas y separatistas para mantenerse en el poder. Peor aún, si tuviera en su mano algún mecanismo para evitar que esa profecía se cumpliera, simplemente lo escondería a los ojos de propios y extraños. En breve, Rivera necesita que Sánchez se cueza en su propia salsa. Por ello fabrica argumentos de distinto tipo, unos más creíbles que otros. El último consiste en afirmar que no pueden negociar con el PSOE porque, como dice su Secretario General, José Manuel Villegas, hay fuertes diferencias programáticas entre ambos partidos. Como si no las hubiera habido en 2016 cuando firmaron el pacto de gobierno.

Ese presupuesto político es también el de Pedro Sánchez. Necesita demostrar que Rivera no es más que una nueva derecha, capaz de negociar con la extrema derecha para desplazar al PSOE del poder. A partir de esa calificación, según Sánchez no es posible ofrecer a Rivera ningún acuerdo real y efectivo para estabilizar la legislatura. Por ello no lo hace. A lo sumo, hay que pedirle que se abstenga en la votación para elegir Presidente de Gobierno, porque si acepta ello aumentaría la autonomía de un Gobierno de Sánchez y si no lo acepta queda demostrada una vez más su verdadera catadura.

En realidad, ambos dirigentes sufren del mismo trauma: consideran que ya es tiempo de que sus proyectos se asienten establemente en el Gobierno de España. Para ambos eso significa también alcanzar sus ambiciones políticas y personales. De ahí su incontenible impaciencia.

Desde luego, la carrera de obstáculos es apreciablemente más complicada para Rivera. Porque la competencia del PSOE (Podemos), ya ha mostrado su naturaleza populista y que, sin tocar poder a botepronto, su tendencia es hacia la implosión. Pero Rivera lo tiene más difícil. Para comenzar, tiene dos competidores. Por el centroizquierda el propio PSOE le disputa segmentos centristas, y por la banda opuesta, el Partido Popular no está dispuesto a dejarse arrebatar el electorado de centroderecha. Rivera se equivocó pensando que el PP ya estaba amortizado. Solo sería necesario el mantenimiento de la voluntad para que el sorpasso se hiciera realidad. Sin embargo, la última encuesta muestra que el bipartidismo parece dispuesto a sobrevivir en todo momento.

En suma, Sánchez y Rivera ya han elegido conjuntamente compartir un marco de cultura política que les permite seguir combatiendo, por encima de los verdaderos intereses del país. Como en el caso de los hombres del cuadro de Goya, podrían elegir otra solución, pero no parece que ninguno de los dos tenga la agudeza ni el coraje que sería necesario para romper con ese marco referencial de cultura política. Una lástima para el país.

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