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¿Busca Sánchez ser un mandatario socialdemócrata homologable?

martes 30 de julio de 2019, 08:30h

Crece la sensación en observadores próximos y lejanos de que el candidato Pedro Sánchez no tenía muchas ganas de formar un gobierno con Podemos. Algunos piensan que el principal obstáculo es de naturaleza subjetiva y personal: sucede que Sánchez e Iglesias ya no se tragan. Y es cierto que hay algo de choque de egos, pero creo que han cobrado cada vez más peso los cálculos estratégicos.

Desde luego, se ha hecho evidente que ambos líderes han perdido la confianza mutua y eso es importante para formar gobierno. Y el gesto de Iglesias de dar un paso al costado fue un producto racional, asociado a la posibilidad de que la vicepresidencia quedara en familia, pero no fue asumido por Iglesias a nivel emocional. Dicho en breve, Iglesias lo planteó con la corteza cerebral pero no con el sistema límbico. Y eso se notó en el tono agrio empleado por el dirigente morado en los debates de investidura.

Pero, sin desconocer ese factor subjetivo, me parece que los cálculos estratégicos han pesado crecientemente. El entorno íntimo de Sánchez percibió con claridad que la victoria táctica de formar gobierno (con Podemos) le condenaba a una derrota estratégica a poco andar, sobre todo teniendo en cuenta los asuntos gruesos que aparecen en el horizonte: un presupuesto aceptado en la Unión Europea, los nubarrones que se avecinan en Cataluña a la vuelta del verano, por mencionar sólo algunos.

Incluso cabe la posibilidad de que el propio Sánchez –y su círculo íntimo- hayan sufrido una cierta mutación política. Alguien dijo que los viajes de Sánchez por Europa han producido en “el resistente” un deseo de constituirse como un mandatario socialdemócrata homologable. Importa subrayar que ese giro del radicalismo a la moderación es bastante frecuente en la carrera de muchos dirigentes políticos. Las inclinaciones radicales pueden ser útiles para llegar al poder, pero no tanto para mantenerse en el mismo. Para consolidarse en el poder hace falta sobre todo ser alguien respetable. Algo que sólo algunos consiguen en el campo socialdemócrata.

Ahora bien, si Sánchez está dando ese giro frecuente (radical para llegar al poder, moderado para mantenerlo) encarará algunos obstáculos considerables. Pueden identificarse varios de ellos.

En primer lugar, los de orden interno. Sánchez ha promovido una cultura radical dentro de su propio partido, que luego se ha consolidado al rodearse de gente que estuvo a su favor en los momentos difíciles. Así ha hecho, por ejemplo, con la conformación del grupo parlamentario socialista (sacando a la gente de Rubalcaba, como éste se quejaba amargamente). Esa cultura radical, apoyada en cuadros de ese mismo tono, se ha puesto de manifiesto en la situación de Navarra, donde la militancia ha apoyado en un 90% la formación de un gobierno socialista rehén del apoyo de EH Bildu. No puede asegurarse que esa militancia favorable a la política radical siga cómodamente el giro hacia la moderación de Sánchez.

El otro obstáculo refiere a la oposición política. Tanto PP como Ciudadanos no se creerán fácilmente el giro hacia la socialdemocracia homologable de quien hace poco tiempo buscaba socios preferentes entre populistas y separatistas. Ya lo han dicho: la cabra siempre tirará al monte. Sobre todo en el caso de Albert Rivera, el giro hacia la respetabilidad de Sánchez significaría la demolición de un relato que se ha constituido en unilateral estrategia política. Así que ese giro nunca podrá ser creíble para Rivera, porque significaría que su apuesta contra Sánchez, que le ha costado una crisis interna, estaba equivocada.

Otra traba se refiere a la crisis territorial y sobre todo a Cataluña. Las concesiones del pasado a los independentistas, contarán a la hora de enfrentar la tormenta que se avecina tras la sentencia del Supremo en septiembre. Los secesionistas podrían tildar a Sánchez de oportunista o incluso de traicionar la palabra dada, lo que encresparía la oleada de protestas (muchas violentas) que se van a producir en Cataluña.

Es decir, Sánchez no lo tiene fácil si es que ahora quiere convertirse en un mandatario socialdemócrata homologable. Es posible que la red que conformó para resistir, plena de guiños radicales, le ate demasiado y finalmente le conduzca inevitablemente a un callejón sin salida. Allí le esperarán quienes han hecho todo lo posible para que Sánchez se cueza en su propia salsa.

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