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Apoteósica salida a hombros de Ferrera tras su sensacional tarde en Las Ventas.
Apoteósica salida a hombros de Ferrera tras su sensacional tarde en Las Ventas. (Foto: Plaza1)

Feria de Otoño: un Ferrera torerísimo y variado se consagra en al altar de Las Ventas (vídeo)

sábado 05 de octubre de 2019, 21:44h
Apoteosis de Antonio Ferrera en su arriesgado reto en solitario en la cátedra de Las Ventas, donde ha ofrecido una dimensión extraordinaria por su calidad, capacidad e inspiración a lo largo de toda la tarde. Desde el primer capotazo de recibo y en los quites, que sería el inicio de una original sinfonía torera, hasta el último muletazo al bicorne que cerró una función para recordar. El extremeño, entregadísimo y torerísimo, se ha subido a ese más que complicado y casi imposible altar de ser 'torero de Madrid'. Casi 'na'. De Madrid y del mundo, 'primus inter pares', sumo sacerdote el toreo. Más allá de las dos orejas que cortó y que no reflejan su extraordinaria actuación, mucho más allá. Por fortuna, en la Fiesta no valen las estadísticas y sí el sacrosantamente laico toreo de verdad de verdad de la buena. Y olé.

Resumen corrida 5 octubre from Plaza de Toros de Las Ventas on Vimeo.

Los catecúmenos de esta religión laica, tan pocas veces olorosa y flamígera, que es la Fiesta salieron este sábado de gloria -tautómaca, se entiende- del altar venteño dando pases calle Alcalá arriba, extasiados y aún con el cerebro y el alma henchidos de torería, plenos de las imágenes que les habían estremecido las fibras sensibles durante dos horas y media. Las que tardó el oficiante, y ya sumo sacerdote -se insiste-, en explicar una lección de torería sobre la base de la suma mágica de pureza, arte y capacidad lidiadora: Antonio Ferrera.

El extremeño se rompió al máximo con esa facilidad del maestro confiado en sí mismo, con una suficiencia que pronto conectó con los tendidos, incluso por encima de su maravillosa tarde el pasado San Isidro cuando bordó el toreo y también descerrojó la soñada Puerta Grande de la Monumetal. Porque Ferrera dio la lidia exacta, la respuesta que pedían todos y cada uno de sue enemigos. Sí, salvo el de Adolfo, de esas divisas comerciales que no atraviesan su mejor momento, como un día antes mostraron los de Fuente Ymbro.

Y que en conjunto no habrían ofrecido el juego suficiente, casi de seguro, a cualquier otro sacerdote de la Fiesta, pero nada importó a Ferrera, que supo sobreponerse a ello y brillar en todos y cada uno. Abrió esta función histórica o casi un toro altón, largo y descolgado, amén de manso y flojo de Alcurrucén, que su matador recibió veroniqueando rodilla en tierra y así lo condujo hasta el caballo con gran vistosidad. Y de allí lo sacó -como hizo con todos los bichos sin ayuda de ningún subalterno- para lucirse en un quite por chicuelinas de manos bajas.

El animal llegó a la flámula muy reservón, a pesar de lo cual en el poco tiempo que duró permitió a Ferrera apuntar breves tandas por ambos pitones, sin alargarse, ni falta que hacía. Tampoco el de Parladé, muy montado, altón y noble era un dechado de casta. A éste, en el segundo tercio, le aplicó unos espectaculares faroles citando por detrás rematados con una media belmontia. La faena la inició con ayudados a dos manos y una trinchera en tablas, para sacarlo al tercio y lucirse en redondos seguidos de tres naturales de enjundia y otros tres redondos ya entre las afiladas agujas y aguantando algún que otro parón. Se merecía una oreja de peso, mas falló con las armas toricidas.

Cambiaron las tornas con el de Adolfo, muy en el tipo, al que llevó al caballo embebidísimo en el percal andando para atrás, de la misma guisa con que lo sacó, entre gran bator de palmas. Con él, Fernando Sánchez llevó a cabo el mejor par de banderillas de toda la temporada en Madrid, en complicados terrenos de adentros, cuadrando en la cara y asomándose al balcón. Por lo que el público, como si tuviera un resorte en salva sea la parte, se puso en pie pra ovacionar a este magnífico subalterno. Después el 'adolfo', descastado y listo, recordó a las antiguas alimañas de sus primos los victorinos, y Ferrera le echó capacidad de lidia y hasta le robó varios naturales desmayados meritísimos y valentísimos.,

El primero de los dos de Victoriano del Río, largo y de cabeza muy ofensiva, mostró un punto de codicia que aprovechó Ferrera para una labor que empezó en la distancia y que fue mejorando ya en las rayas de picadores a base de naturales muy mandones con la muleta a rastras barriendo la arena. Tras el intento con la otra mano el animal se fue quedando, por lo que Ferrera tiró de originalidad para concluir con un original cierre: el pase de la firma, el trincherazo y el del desprecio. También era faena de premio y también marró a espadas y se atascó con el descabello.

Tampoco el quinto, de Domingo Hernández, ofrecía en principio muchas opciones por su mansedumbre y flojera, aunque su matador, que se lo llevó del penco con otro quite de frente por detrás por arriba y un remate por bajo, no dejó de apostar con la flámula. En este caso con destellos artísticos suaves y templados sobre todo por el pitón derecho y de nuevo originales remates. Esta vez si acertó con el estoque y, por fin, los tendidos se llenaron de pañuelos para que el extremeño echara su primera oreja en el esportón.

Y llegó la explosión 'ferrerista' en el último -otro 'victorianodelrío', éste más cuajado-, ya que el coletudo, que podía estar agotado a estas alturas, se fue al tercio para recibirlo de hinojos con una revolera perfecta a la que siguió una larga y un espectacular farol. Preludio de la forma em que lo sacó de la jurisdicción del picador con un farol de rodillas para que después, de su creativa mente, salieran unas originales suertes mitad chicuelina mitad verónica. Mas aún quedaba mucho por disfrutar del que ya a esas alturas también estaba virtualmente subido en el altar de los coletudos elegidos. Aún quedaba mucho.

Ya que Ferrera no atendió la petición de que pusiera banderillas, lo que permitió a Fernando Sánchez lucirse con otro extraordinario par. Pero tenía un as en la manga: pues el extremeño cogió los rehiletes y colocó otro par al quiebro, junto a tablas, con tal riesgo y emoción que tras dos recortes al burel, de nuevo la gente se puso en pie y le gritó "torero, torero".

Mas no acabó aquí la cosa, quiá. Faltaba el 'ferrerazo' final, porque el extremeño se clavó de hinojos nuevamente, ahora con la muleta, para inventarse tres pases por alto, un redondo y uno de pecho que era un monumento escultórico, Ya de pie, festoneó las mejores series de la tarde, con mando en un rodalico de terreno, y preñadas de belleza y profundida oceánica. El de Victoriano, que fue el único encastado, se vio vencido y huyó a tablas, pero Ferrera le persiguió y cascabeleó una última bella e inspirada serie al natural.

Es verdad que tras media estocada, necesitó de dos golpes con la cruceta, lo que en otras circunstancias le habría privado de oreja, pero otra vez florearon los moqueros y reglamentariamente el usía la concedió. Para la historia y para su cada vez mayor hoja de servicios a la Fiesta, quedará la estadística de otra Puerta Grande. Pero la apoteósica tarde de Ferrera se recordará 'per omina saecula saeculorum' por su capacidad, variedad, inspiración y, lo más importante: torería a raudales, La que le ha subido al altar de los sacrosantos pontífices laicos del toreo. Y olé.

FICHA

Toros de ALCURRUCÉN, PARLADÉ, ADOLFO MARTÍN, VICTORIANO DEL RÍO (4º y 6º) y DOMINGO HERNÁNDEZ, bien aunque desigualmente presentados en general; justos de fuerza, nobles -excepto el peligroso 3º- y manejables, con 6º encastado. ANTONIO FERRERA, único espada: silencio; ovación; silencio; ovación tras aviso; oreja; oreja (salió a hombros). Plaza de Las Ventas, 5 de octubre, 5ª de la Feria de Otoño. Casi lleno.

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