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Bolivia: las claves de fondo de un violento conflicto

viernes 22 de noviembre de 2019, 16:54h

Mientras pasan las jornadas del enconado conflicto que sacude Bolivia -cuyo proceso busqué describir en mi nota anterior- quedan sin resolver de forma satisfactoria preguntas sobre las principales claves que lo explican. Por ejemplo, ¿hasta que punto el proyecto encabezado por Evo Morales responde al modelo populista latinoamericano? ¿Estamos ante un golpe de Estado similar a los que protagonizaron los militares en el pasado? ¿Cuál es la encrucijada estratégica que enfrenta la región? ¿Responden a esa encrucijada los casos de Chile y Bolivia, o son casos que nada tienen que ver entre sí? La búsqueda de respuestas a esas preguntas tal vez ayude a comprender mejor el conflicto boliviano.

La noción general sobre el modelo populista latinoamericano tiene como origen los fenómenos surgidos en la primera mitad del pasado siglo. Se alude sobre todo al populismo moderno de Perón en Argentina, Vargas en Brasil y Cárdenas en México. Una primera característica importante refiere a la ampliación considerable del sistema político (entendiendo por este no sólo las instituciones sino también su relación con la ciudadanía) que se produce mediante la integración de los sectores excluidos o semiexcluidos, que habitan generalmente el país profundo (hay que recordar las cabecitas negras, los descamisados, etc.). Estos nuevos entrantes constituyen la base social de un régimen tendencialmente caudillista.

En Bolivia esa ampliación del sistema se realizó con la integración al mismo de pueblos indígenas (población mayoritaria) y sectores campesinos, que formaron el núcleo fundamental de la alianza sociopolítica que llevó al poder a su caudillo indiscutido, Evo Morales. En ocasiones, esta ampliación del sistema puede consolidarse mediante un nuevo marco constitucional integrador. La Constitución del 2009 de Bolivia es al respecto paradigmática, porque hay una relación simbólica entre el caudillo y sus preceptos (por cierto, una relación no muy exacta, porque Evo es cholo y dirigente sindical campesino, y no dirigente indígena como suele aparecer, algo que muchas organizaciones indígenas le critican).

Ahora bien, el rasgo caudillista de ese sistema integrador conlleva un déficit de actitudes y comportamientos democráticos, donde se premia más la lealtad al caudillo que el respeto a los procedimientos democráticos como norma de actuaciones y relacionamiento. Ello guarda relación con un progresivo desconocimiento del espacio público como un ámbito imparcial no subordinado a las fuerzas políticas. Pero, en esa dirección, el proyecto populista presenta pronto un rasgo letal: el rechazo de la alternancia política efectiva. Una vez en el poder, el proyecto populista busca mantenerse en este por todos los medios. Algo que le conduce a retorcer las reglas del juego para lograrlo. Por ello la norma general es que los regímenes populistas acaben expulsados del poder mediante alguna medida de fuerza.

En el plano económico también hay rasgos característicos. Se parte de un incremento de las rentas del Estado como producto de su mayor presencia, incluyendo el impulso de nacionalizaciones, acompañado de un buen rendimiento de la comercialización de productos primarios latinoamericanos en el exterior. El aumento de las rentas estatales permite al gobierno populista una mayor inversión social hacia los sectores de nueva integración; ahora bien, esa mayor distribución tiende a ser clientelista. El agotamiento de este modelo suele corresponder a la aparición de desequilibrios fiscales, con frecuencia ligados a fuertes oscilaciones de los precios en el mercado mundial.

De forma general, todo indica que el proyecto del Gobierno de Evo Morales se ajusta bastante bien al modelo populista latinoamericano, tanto en términos sociopolíticos como económicos, si bien presenta rasgos específicos referidos a las condiciones propias de Bolivia. En ese contexto destaca el hecho de la particular medida de fuerza que obligó a Morales a dejar la Presidencia. Sin duda se trata de una intervención militar, pero es necesario identificarla.

Desde la sociología militar se describen varias modalidades de intervención militar: golpe de Estado, pronunciamiento, rebelión militar, entre otras. Y las diferencias son apreciables al respecto: por golpe militar se entiende una acción de toma del poder por medios armados que son utilizados directamente, mientras un pronunciamiento es una intervención que busca expresar públicamente el criterio político de los institutos militares en relación con el poder establecido. Todo indica que estamos ante un pronunciamiento y no ante un golpe. Pero ello no reduce el carácter impropio e inconstitucional de esa intervención. Desde luego, ante un pronunciamiento, el gobierno puede aceptar o no el criterio militar y, de hecho, muchos pronunciamientos no han sido aceptados y no han producido ningún cambio. No obstante, la salida democrática a la crisis debió orientarse hacia unas nuevas elecciones con veeduría internacional y no hacia un pronunciamiento militar. El argumento del candidato Carlos Mesa de que esa ruptura de las reglas del juego democrático había sido hecha antes por Morales no puede justificar otra ruptura de distinto tipo para compensar.

Esta crisis del sistema político en Bolivia debe situarse en el contexto de la encrucijada estratégica de la región. Desde que se produjo la transición a la democracia en las últimas décadas del pasado siglo, el reto regional se ha referido a la posibilidad de enfrentar los problemas sociales al tiempo que se fortalecía el sistema político democrático. En otras palabras, a conseguir la consolidación de la democracia en el camino al desarrollo humano.

Es con respecto a estos parámetros que hay que medir el desempeño de los procesos populistas en la región (Venezuela, Bolivia. Ecuador). Los intentos de recuperar del pasado la vieja diada “revolución-contrarrevolución”, no pueden ocultar el desafió estratégico del siglo XXI (desarrollo humano en democracia), que forma parte de los grandes consensos regionales. Atrás quedan algunas viejas tradiciones que rebajaban la importancia de la democracia en relación con el cambio social. Y, en esa perspectiva, no parece que los procesos populistas estén logrando esa consolidación estratégica de la democracia que hoy aparece como decisiva en la región.

No obstante, la apreciación de la democracia en América Latina tiene lugar en relación con sus dos valores principales: su capacidad instrumental, para lograr cambios sin romper la convivencia pacífica, y su valor sustantivo, como conjunto de procedimientos y comportamientos para facilitar las decisiones colectivas. La consolidación de la democracia en la región exige ambos valores. Si hay graves déficits en alguno de ellos, el país puede deslizarse hacia una crisis. Por ejemplo, si el sistema democrático no favorece resolver los problemas sociales que se acumulan (capacidad instrumental) entonces aparece un alto riesgo de crisis social. El conflicto chileno actual me parece un buen ejemplo de ello. De igual forma, el desprecio por las reglas del juego democrático -que tiende a mostrar el modelo populista- conduce a la progresiva deslegitimación del proyecto y a la crisis.

Algunos observadores afirman que el conflicto en Bolivia parece regresar a la vieja alternativa “revolución-contrarrevolución”. No lo creo. En el contexto de la dinámica regional, la verdadera disyuntiva boliviana es mas bien: a) la reconstrucción de la democracia en la perspectiva de su consolidación estratégica o b) el retroceso hacia un régimen autoritario que puede orientarse en cualquier dirección.

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