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No se admiten reclamaciones

viernes 13 de diciembre de 2019, 08:13h

La partitocracia se apodera de nuestro entorno democrático. De muy poco valen ya los mandatos de la ciudadanía expresados en sucesivas citas electorales, finalmente se imponen las estrategias coyunturales diseñadas por los partidos mayoritarios. Escondidos en el ocultismo, encerrados en sus trastiendas partidistas, retuercen la voluntad popular hasta que se acopla a los intereses de los que pretenden perpetuarse en el poder o de aquellos otros que aspiran a recuperarlo.

Una vez depositada la papeleta en la urna correspondiente, nuestro voto cambia de casilla y de color, suma o resta en el balance representativo, peregrina de un lugar a otro en el arco parlamentario y termina en el rincón que determina el manipulador de turno. Sujetos pasivos del mercadeo político, muchísimos sufragios soberanos acaban en las antípodas ideológicas del destino final que buscaban sus promotores.

Puestos a cuadrar arqueos imposibles, a sumar peras con manzanas, a mezclar aceite y agua, cualquier amaño es posible. Llevarlo después a la práctica implica engañar y defraudar a millones de electores de centro derecha o de centro izquierda. Ahí tienen al Partido Popular, aliado con los ultras para gobernar municipios y regiones donde perdió claramente las elecciones. Recuerden el viraje suicida de Ciudadanos, causante del naufragio de esa formación centrista y liberal. Observen la dejación culpable del PSOE, dispuesto a pactar con el mismísimo diablo para mantenerse en la Moncloa.

Tres ejemplos prácticos de una partitocracia que nos manosea sin complejos. Son las cúpulas de los partidos, aconsejadas por expertos en estadística, las que deciden nuestro futuro, imponiendo los objetivos del partido a los deseos de los ciudadanos que participamos y votamos. En algunas ocasiones, para cubrirse las espaldas y justificar maniobras inexplicables, los dirigentes políticos utilizan como coartada la consulta a las bases.

El PSOE acaba de hacerlo. Conseguida la bula de los propios, santificado el pacto con Podemos, yo me interrogo: ¿Preguntará Sánchez a la militancia socialista por su acercamiento a Rufián y los suyos? No lo creo. Saben que muchos de los compañeros de Sánchez no comparten esa decisión. Millones de votantes socialistas, progresistas de centro izquierda, se oponen también al desaguisado urdido por la ejecutiva del PSOE.

Bastante tienen ya con unir sus expectativas electorales a las exigencias de comunistas, anarquistas, anticapitalistas, radicales, regionalistas y nacionalistas moderados. Añadir ahora las reivindicaciones del independentismo irredento, digan lo que digan, resulta indigerible. La partitocracia no admite reclamaciones y al pueblo soberano no le queda otra que apuntarlo y actuar después en consecuencia. Albert Rivera es una prueba viva de ello.

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