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A quién le vendo la suerte aunque me arrastre a la muerte

lunes 16 de diciembre de 2019, 08:20h
A quién le vendo la suerte aunque me arrastre a la muerte

Atiborradas las calles de filas y colas ante las administraciones de lotería en la inminencia del sorteo más grande y mítico del año, la memoria vuela y se posa sobre dos eximios personajes de la cultura popular: la protagonista de la copla Mañana sale y la billetera que vendía la suerte por históricos cafés, que paseó al bulldog de doña Luciana, la asesinada en el crimen de la calle Fuencarral, y recibió los cariñosos festejos de aquel mítico perro Paco que alternaba en el café Fornos.

Mañana sale fue una de las coplas que más encumbraron a la gran Concha Piquer y con la que murió artísticamente en 1958 tras fallarle la voz y salir acto seguido a la corbata del escenario para anunciar a su público: “Hoy han visto ustedes actuar a la Piquer por última vez”.

La protagonista vende lotería por las calles de Madrid. Es una mujer hermosa con “semblante de una Virgen de marfil” y encandila a un señorito calavera que desde un coche de caballos la requiebra y propone: “Si quieres, rosa de mayo, seré el vasallo de tu persona”. Pero los chicoleos no son mas que un juego de embaucamiento en que cae como tortolita la inocente lotera, para, poco a poco, y conseguido el “Pollo” suficiente conocimiento bíblico de la interfecta, desaparecer por donde había llegado: “Palabras que lleva el viento y luto en el corazón…. La calle de Sacramento sintió el lamento de su pregón”.

Pero no es única a quien el rufián ha burlado y la sed de venganza le acecha por donde quiera que vaya. Y pasa lo que tenía que pasar: “Yendo de juerga en su coche con corona de marqués, le dieron muerte una noche en la calle Lavapiés. Nadie el motivo sabía, nadie conoce la clave. La niña que le vendía la lotería sí que lo sabe. Quizás un mismo cuchillo vengó una doble traición”.

Pero aunque burlada por sus falaces requiebros y fementidas lisonjas, la lotera niña le sigue queriendo y añorando hasta la desesperación y el delirio: “Que me doblen las campanas y me entierren junto a ti”, bisbisea mientras sigue la venta callejera: “Y en el filo de la aurora, desde Sol a Chamberí, nadie sabe por qué llora pregonando un quince mil”.

En el segundo destino lotero trágico la protagonista es Dolores Gutiérrez Robles, 'Lola la billetera', natural de Novelda, Alicante y afincada en Madrid a donde había llegado en compaña de su madre.

Agraciada Lola, dicen las crónicas de la época, de una belleza turbadora, vendía sus décimos y billetes loteros en el café Suizo, en la confluencia de las calles de Alcalá y Sevilla, y justamente enfrente en el Fornos, también en Alcalá pero esquina a Peligros, donde cada noche alternaba un perro callejero, Paco, valido y protegido de lechuguinos, herederos y pisaverdes de la noche madrileña, capitaneados por Gonzalo de Saavedra y Cueto, marqués de Bogaraya.

Lola se entendía de maravilla con Paco y jugaba con él en sus paseos de venta y pregoneo. Quizá fue esa conocida maña perruna, añadida a su conocida relación sentimental con José Vázquez-Varela o “el Pollo Varela”, hijo de la finada y en alguna medida implicado en el delito, lo que llevó al juez a encargar a la billetera la guarda y custodia del can, parece que de nombre Chato, mientras durara el proceso y se resolviera el caso.

Finalmente y como es sabido, Varela salió libre de polvo y paja, pero en lugar de agradecer el celo, confianza y lealtad que la lotera le había otorgado, la dejo compuesta y plantada por una artista de variedades, de manera que la noveldense hubo de seguir en su afán y trajín de venderle la suerte a los viandantes y a la incondicional parroquia que gastaba su tiempo en los cafés y botillerías. Y así fueron las cosas hasta que un día conoció a un señorito rico que, prendado de sus encantos, le propuso matrimonio.

De correr el tacón por calles y plazas pasó a ser señorona en asiento de coche o simón, enjoyada y envuelta en pieles, pero de puertas para adentro su vida se convirtió en una infierno de vejaciones, insultos y malos tratos, hasta que una aciaga jornada al consorte se le fue un poco o un mucho la mano y acabó con su vida.

Mary Delgado interpretando a Lola la Billetera

De su antedicha belleza turbadora nos queda la imagen que proyectó una actriz, Mary Delgado, en la película que el genio Edgar Neville dedicó al celebérrimo caso, aunque cambiando personajes, roles, situaciones y hasta el nombre de la calle, de forma que la cinta se estrenaba en 1946 con el nombre de El crimen de la calle Bordadores. Allí, Lola era vendedora en el café Imparcial, templo del mejor cante y baile flamencos, sito en la plaza de Matute.

Y de allí sale la billetera para echar un rato de bailongo en La Bombilla, “La Bombi”, espacio verde y jaranero ubicado hoy entre la Avenida de Valladolid, la Ciudad Universitaria y la antigua Estación del Norte. Allí también interpreta una hermosísima habanera compuesta ex profeso por el maestro José Muñoz Molleda, en unos años de paz entre la segunda y tercera de las cuatro que hubo en Cuba, la Chiquita y la de la Independencia cubana: “No te vayas a la guerra soldadito de Ultramar, que la manigua es muy negra no te vayan a matar”.

La suerte y la muerte. Los dados voltean sobre el tapete del destino.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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