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La familia, todos los días

La familia, todos los días

lunes 31 de diciembre de 2007, 14:46h
En Madrid, cientos de miles de ciudadanos se han concentrado en defensa de la familia cristiana. Se podría decir que de la familia, sin apellidos. Sienten, sentimos, que la familia merece, exige un tratamiento muy diferente al que recibe. La familia es la base de la sociedad, en ella residen derechos fundamentales como el de la educación, allí se aprende a ejercer la libertad y, en una gran cantidad de momentos, es el refugio para tiempos de crisis.  Es cierto que ha cambiado mucho en los últimos siglos, pero sigue manteniendo la casi totalidad de sus valores tradicionales y, aquí sí, las raíces cristianas siguen impregnando hasta lo más profundo los cimientos de la familia europea. Un periódico que se distingue por su laicismo militante, pero que, sorprendentemente es el que más información da sobre asuntos religiosos, publicaba “casualmente” el mismo día de la manifestación un reportaje sobre “la toma del poder de la Iglesia por los ultraconservadores” y destacaba que los católicos practicantes no superan el 30 por ciento en España.  Doce millones de ciudadanos, que no es mala cifra. Pero si “sólo son el 30 por ciento”, ¿por qué preocupan tanto?

    Los políticos, muy especialmente en esta Legislatura que termina, han  dado un importante empujón a la secularización de la sociedad y han aprobado normas que atacan de lleno el corazón de la familia tradicional. El mal llamado “matrimonio” homosexual, las constantes referencias a la necesidad de favorecer el aborto libre, el mal resuelto problema educativo son algunos ejemplos. A cambio, se ha hecho marketing con políticas de parcheo como el cheque-bebé o las ayudas al alquiler. Y otras más profundas, como la Ley de Dependencia o la de Igualdad están bien pero no tienen el imprescindible respaldo económico suficiente. España sigue a la cola del mundo desarrollado en el apoyo a las familias. Eso son hechos que no admiten debate. Tenemos Gobiernos que pretenden obligarnos a hacer lo que ellos quieren en lugar de favorecer la libertad de elección del ciudadano y de la familia. No hay –no ha habido en estas tres últimas décadas- una política familiar mínimamente seria.

Así que la familia hace bien en salir a la calle y defender lo suyo. Pero no basta. Parafraseando a Bertold Brecht, podríamos decir que hay familias que salen una vez al año a la calle a defender sus derechos, y son buenas familias; hay otras, que hablan de que hay que defender esos derechos, y también son buenas; y hay otras que no sólo salen a la calle, no sólo defienden y ejercen sus derechos sino que son  ejemplo diario en las aulas, en el trabajo y en la calle de los valores que dicen defender y esas son excelentes.

La familia es responsable de educar, ejercer, defender y transmitir valores que constituyen el núcleo esencial de esa sociedad que, al menos, muchos queremos: la fidelidad y la estabilidad conyugal, tan poco de moda hoy; la libertad, tan imprescindible; el respeto a la vida, más amenazado que nunca; la responsabilidad y el compromiso social con los demás, especialmente con los más desfavorecidos, con los diferentes, con los otros… Y debe reclamar el derecho a poder ejercer el derecho a educar a sus hijos con plena libertad.  La familia es el pasado de la sociedad… y el futuro, si la familia – la suya, la mía, la de todos- se lo toma en serio todos los días y no se deja ganar la batalla.      
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