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El detalle que no perciben los socialdemócratas veteranos

miércoles 05 de febrero de 2020, 08:38h

Acabo de leer una entrevista al expresidente socialista de la Junta de Andalucía, José Rodríguez de la Borbolla, donde no oculta su malestar con la forma de hacer política de Pedro Sánchez, algo que le sucede a la mayoría de los socialdemócratas veteranos. En la entrevista, Pepote narra una anécdota ilustrativa. Le sucedió en una cafetería de Sevilla y lo cuenta así: “Un señor de mi edad se me acercó y me dijo, yo también he votado al PSOE pero a mí me han engañado”. A lo que Rodríguez de la Borbolla respondió: “Mire usted, no será el único. A mí también”.

Conocí a Pepote en los tiempos gloriosos y puedo dar testimonio de que es un socialdemócrata de hueso colorado. Sucede que comparte el desconcierto de muchos otros veteranos respecto de los giros políticos de Sánchez. Pero también comparte con ellos la idea, errónea a mi juicio, de que el problema refiere únicamente a los partidos y sus líderes. Yo creo que eso es sólo la mitad del problema. Me explicaré.

Cuando le preguntan a Rodríguez si los vaivenes de Sánchez pueden suponer algún efecto electoral negativo, responde: “Primero, se vive mucho en el titular, en la inmediatez y en que esto es un juego y da igual lo que hagas. Segunda cuestión: los líderes actuales son excesivamente caudillistas. Un partido debe ser un lugar para los consensos sucesivos. El líder tiene que pastorear. Tercera cuestión: hablando el otro día con el periodista Teodoro León Gross sobre el catedrático de Derecho Procesal Salvatore Satta concluimos que todos los líderes políticos de la historia han sido incompletos, pero los líderes actuales no son conscientes de su incompletitud. Por eso hacen las cosas que hacen”.

En otras palabras, Sánchez hace las cosas que hace porque no es consciente de su incompletud. Suena a lacaniano, pero puede ser cierto. La cuestión es que solo se pone el foco en la naturaleza del líder y su partido. Y yo creo que el Presidente de Gobierno y su consejero áulico también confían en otro factor: la baja calidad de la cultura política en amplios sectores de la población. En breve, confían en que pueden hacer lo que les venga en gana porque la proporción de idiotas es alta a nivel nacional. Y cuando digo idiotas hago alusión tanto al significado común del término como a su sentido etimológico.

En cuanto al primer significado, creo que hay más estupidez de la que comúnmente se admite. Coincido al respecto con Manuel Pascual Mejía cuando sostiene que es una falacia absoluta eso de que la generación nacida a fines de los noventa es “la mas preparada de la historia”. Todo lo contrario, se trata en buena medida de gente pegada al móvil, que no es capaz de escribir mas de cien caracteres y que, como dice Pascual Mejía, cree que Adolfo Suarez fue un constructor de aeropuertos. Fernando Savater ya nos advirtió que existe una relación directa entre estupidez y aparecimiento del populismo.

En cuanto al sentido etimológico del término (indiferente a la suerte de la polis), también hay una buena cantidad de idiotas; es decir, de gente que vive en un Estado de Derecho pero que no tiene ningún compromiso con su defensa. De gente que rechaza la política, porque confunde sus fundamentos con sus ejecutores (los políticos). Para esta gran cantidad de gente no hay diferencia ni límites respecto de lo que pueda hacer o no un Gobierno como el que surge de un pacto Sánchez-Iglesias.

Por otra parte, el populismo izquierdista ha recuperado la jibarización de la cultura política democrática. Durante mucho tiempo, sobre todo en el siglo XX, la izquierda autoritaria consideró que la emancipación humana dependía de lo que sucediera en estructura económica y que la democracia política no era mas que la “superestructura” que apenas tenía importancia o bien llegaba mucho después de la eliminación de las clases. Hoy, la idea propuesta por Naciones Unidas del desarrollo humano, se expresa como una moneda de dos caras, justicia económica y democracia política. “Poder comer y poder hablar”, como resume Przeworski, en eso consiste el desarrollo humano.

Últimamente, representantes de Podemos aseguran que la oposición se detiene mucho en criticar el nombramiento de una Ministra de Justicia del PSOE como Fiscal General, cuando debería centrarse en los derechos sociales, como el incremento del salario mínimo. Ese tipo de planteamientos no son otra cosa que una reminiscencia de la vieja ideología paleomarxista, que hace tiempo ha dejado de pertenecer a la izquierda democrática. Ahora bien, el problema es que puede tener efectos perniciosos en la cultura política del país.

Pues bien, ese es pequeño detalle que muchos socialdemócratas veteranos no aprecian en su verdadera dimensión. Los vaivenes de un Gobierno PSOE-Podemos, sostenido por los votos de los separatistas, no sólo tienen origen en la naturaleza de los lideres y el estado de sus partidos, sino también en que Sánchez puede sostener una cosa y la contraria confiando en la gran proporción de gente que eso le da igual. En breve, de gente que no sabe muy bien quien fue Franco, cree que el Guadiana es una montaña, o de gente que rechaza la política o bien de aquellos que consideran que si se eleva el salario mínimo no tiene importancia la manipulación de las instituciones. Habrá que esperar que los engañados que cuenta Pepote se rebelen pronto contra esta estulticia política.

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