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Enfrentemos la verdad serenamente: el sistema de salud será desbordado

jueves 12 de marzo de 2020, 08:13h

Cada vez es más evidente que se manifiestan dos voces sobre la epidemia del coronavirus no necesariamente convergentes. Una, procedente de los responsables políticos y gubernamentales, que muestra un tono tendencialmente optimista e insiste en llamar a la calma, aludiendo repetidamente a la fortaleza de nuestro sistema de salud. Y otra, desde los ámbitos profesionales de ese sistema de salud, que refleja mucha más angustia, porque señala que los recursos técnicos y humanos están siendo insuficientes para responder a la epidemia.

La ciudadanía, ávida de certezas, se pregunta cual de las dos voces se corresponde más con la realidad. Y parece que habrá que admitir que ambos discursos tienen convergencias y divergencias importantes.

Todo indica que la mayor divergencia refiere a la previsión incorrecta de los responsables políticos acerca de que la fortaleza de los sistemas europeos de salud (el español incluido) podrían derrotar en última instancia la epidemia. Ha sido un cálculo erróneo que sumió en el caos el norte de Italia, precisamente donde el sistema de salud italiano es más eficaz. La causa principal de ese error refiere a la principal diferencia del Covid-19 respecto de otros virus conocidos: su considerable velocidad de propagación.

Ya sabemos que su letalidad clínica no es muy muy superior a la de otras gripes, pero también sabemos que el impacto en los grupos de alto riesgo se multiplica rápidamente a causa de su difícil respuesta sistémica: cuando ya no hay camas UVI, hay creciente falta de aparatos respiradores y el personal entra en fase de agotamiento, tanto por exceso de trabajo como por infección, la tasa de mortalidad crece radicalmente. Simplemente, una alta proporción de casos graves no reciben los cuidados intensivos necesarios. Eso es lo que primero pasó en China y luego está pasando en Italia.

¿Podemos pensar que va a suceder algo muy diferente en España? Pues Matteo Renzi lo tiene claro: “España -ha dicho- estará en una semana en las mismas condiciones que Italia”. Y no importa si exagera o si estaremos exactamente en su misma situación, porque lo cierto es que hay pocas dudas de que será muy parecida.

Ahora bien, la evidencia de que el sistema de salud está siendo desbordado no puede dar lugar al pánico colectivo. Y en eso hay coincidencia entre todas las voces. El pánico sólo puede agravar las cosas. Pero, de igual forma, no parece claro que tratar de evitar el miedo colectivo dando una versión tendencialmente optimista de la crisis sea un buen negocio. Probablemente no tendremos más remedio que enfrentar la cruda realidad y aceptar que habrá una alta mortandad entre los grupos de riesgo, por falta de recursos de un sistema desbordado ante una epidemia tan vertiginosa, y encajar esta verdad con toda la serenidad de que seamos capaces, sabiendo que caer en pánico solo empeoraría nuestra capacidad de respuesta.

El otro asunto en que hay coincidencia consiste en que, independientemente del grado de superación del sistema de salud, será la responsabilidad individual el resorte más eficaz para combatir el coronavirus. Ello obliga a adquirir un cierto nivel de conocimiento sobre las indicaciones generales, incluso cuando las medidas de asistencia que se proponen no funcionen demasiado. Porque es altamente probable que los teléfonos de asistencia se van a bloquear, se dilatará el tiempo para realizar las pruebas clínicas y los cuidados en cuarentena domiciliaria no serán los que se prometieron. Todo ello habrá que compensarlo con altas dosis de criterio y responsabilidad individual. Solo la información básica, el sentido común y la conciencia cívica serán nuestra última línea de defensa, tanto individual como colectiva. Y todo ello, infortunadamente, mientras aprendemos a apretar los dientes.

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