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Llora... ¡no pasa nada!

viernes 27 de marzo de 2020, 07:33h

Y los días siguen pasando... y por nuestro bienestar, es mejor no contar cuántos llevamos encerrados, sin poder salir, porque así no pensamos en los que nos quedan por pasar...

Siguiendo con nuestras rutinas diarias y entre ellas saliendo a los balcones cuando toca, puntuales, a las 8 de la tarde, para aplaudir, para agradecer, para animar a los que nos cuidan y para los que también pasan los días en las peores condiciones, separados de sus familias, arriesgando sus vidas, sin medios, exhaustos, viviendo con impotencia esta terrible situación, rodeados de drama, de enfermedad... pero con una profesionalidad y una generosidad sin límite.

Y mientras, nosotros nos estamos acostumbrando a ver la vida a través de una pantalla... nos asomamos a la ventana y aún nos estremecemos al ver las calles vacías, las colas en los supermercados, los parques sin niños... ¡No hay ni coches! Y abrimos esa ventana y sólo oímos silencio y es inevitable sentir una sensación de vacío, de tristeza...

Tenemos la radio de fondo, esa que estos días se mete en casa y es la mejor compañía, sobre todo para todas esas personas que están solas y ponemos la tele y más de lo mismo, ya la vemos como anestesiados porque si una noticia es mala, la otra no es mejor y más cuando estos días nos dicen que lo peor está por llegar... un panorama terrible, desolador, lleno de tristeza...

Otra vez la Tristeza... y es que en muchos momentos no lo podemos evitar: Estamos tristes.

Tristes porque nos han encerrado sin preguntarnos. Tristes porque no somos dueños de nuestra vida. Tristes porque la incertidumbre cada vez es mayor. Tristes porque tenemos miedo. Tristes porque puede que hayamos perdido nuestro trabajo. Tristes porque no sabemos si vamos a poder mantener nuestra empresa. Tristes porque el número de infectados no para. Tristes porque cada vez son más los fallecidos. Tristes porque el coronavirus no es sólo una mala noticia, sino que es la más cruel de las realidades y ya alguno de los nuestros ha dado positivo y está aislado o ingresado o peor aún ya no está y no le hemos podido despedir... Tristes porque necesitamos ver a los que queremos y no sólo no los podemos ver sino que no sabemos cuándo los podremos volver a ver, a abrazar. Tristes porque echamos tanto de menos que duele...

Y esa tristeza hay días que se vuelve infinita, nos invade y la queremos disimular porque no queremos que nos vean tristes y porque es otra cosa a la que nos tenía acostumbrada la vida tal y como la conocíamos antes: a no mostrar nuestras emociones. No sabemos llorar, eso era signo de debilidad y eso no nos lo podíamos permitir, porque estábamos en una sociedad de triunfadores, del “si lo proyectas lo consigues”, de lo importante es la actitud, del pensamiento positivo... Un mundo que nos obligaba a poner filtro a nuestras emociones.

Por eso ahora, si no podemos más no pasa nada. En esta nueva situación está permitido enfadarnos con el mundo, está permitido estar tristes, esta permitido llorar, desahogarnos, vaciarnos, sacar todo lo que tenemos dentro, porque no somos débiles, somos humanos...

Y una vez que lloremos, volveremos a sonreír y a “tirar pa’lante”, con la esperanza de que cuando esto pase, que pasará... todas esas lágrimas se transformarán en abrazos, en reencuentros, en besos, en valorar nuestra libertad y cada día de nuestra vida. Y pensaremos que hubo un día el COVID-19 nos volvió tristes pero que también nos enseñó a llorar, a emocionarnos...

Esther Ruiz Moya

Periodista

Esther Ruiz Moya es comunicadora, creativa, escritora y motivadora. Premio Círculo Rojo 2021. Colaboradora en medios en España y Estados Unidos. Autora del libro 'Cuando esto pase...', sobre la pandemia y el confinamiento. Autora del podcast 'A Contraluz', disponible en Spotify

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