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Diario de una pesadilla (17)

miércoles 08 de abril de 2020, 11:05h

A vueltas con las cifras. Está claro que nos hemos quedado cortos. El debate está en que medir solo los fallecidos por coronavirus, no da la cifra exacta. Hay más gente que está muriendo por la misma causa pero al no estar diagnosticados no ingresan en la macabra lista. Esta crisis está siendo cruel con toda la sociedad pero especialmente con los más vulnerables y con los mayores. Por eso, me gusta mucho la iniciativa del psicólogo Ángel Terrón que ha creado la primera Plataforma unifamiliar de terapia colectiva. Está claro que salir solo y sin ayuda de esta pandemia es imposible. La ayuda de los psicólogos es imprescindible y más si somos familiares de víctimas del covid-19. Se trata de unir a personas colectivamente para que expresen su dolor, ya que no han podido hacer un duelo; que compartan sus miedos, ya que nadie se ha parado a saber cómo se encuentran, después de no haberse despedido de sus seres queridos. Hay un colectivo, cada vez más amplio que necesita ayuda. Ha sido un acierto esta iniciativa.

También hay asociaciones que están cobrando protagonismo. Ahí está la Asociación “Por la dignidad de las personas mayores. Sacan la cabeza por los que más experiencia tienen acumulada. Por cierto, algunos no están en los hospitales recibiendo el tratamiento adecuado ya que se quedan en las residencias enfermos de covid y allí están muriendo. Otros han sido sacados de ellas y sus familiares no saben dónde se encuentran. Es que son muchos, el número sigue creciendo. Esto que está pasando es gravísimo y nos ha llegado como un tsunami que todavía estamos encajando. Alguien decía hoy en la radio que nos estamos acostumbrando a cifras de muerte en proporciones industriales. ¡Terrible!

En este “Diario de una pesadilla” también quiero hablar de vida y de gestos. Me encanta el ejemplo que nos dan los jubilados como el médico Arturo Pretel que estando en un pueblo, viviendo ya un merecido descanso, ha querido volver a vestir la bata blanca. Ahora está en Ifema en primera línea de fuego. Contaba que al llegar a casa procura no tener contacto con su mujer y que cuando comen lo hacen como los marqueses de las películas, uno en un lado de la mesa y otro en el opuesto. Asegura que a pesar de estar más expuesto que los jóvenes, ha querido volver a ser médico en activo para ayudar. Considera que ésta es otra oportunidad que le da la vida para ejercer su vocación. ¡Bravo por él!

Y el ingenio de la gente. Los aparatos que utilizaban para la apnea del sueño ahora los han reconvertido en respiradores. Esto lo está haciendo el Hospital Gregorio Marañón y en otros muchos hospitales. Siempre hay alguien dándole a la mollera para ayudar a las personas. ¡Qué capacidad tiene el ser humano también para lo mejor!

Y los balcones y los aplausos y los whatsapp dando ánimo y las videollamadas… todo sirve, todo suma, todo se agradece. No estamos solos, estamos arropados. Comprobamos cada día que nos quiere mucha gente, más de lo que pensábamos. Sinceramente, me he reconciliado con el ser humano. Le creía perdido en banalidades, más inclinado hacia el mal que hacia el bien pero, reconozco, que me había equivocado. No. Al menos en estos momentos, donde vemos tantos gestos solidarios. Como decía el clásico: “cuando compartes la bondad en tu corazón, siempre terminas ganando porque la vida es un eco. Devuelve lo que has dado”. Esta crisis ha sacado lo mejor de nosotros mismos. Algún día nos daremos cuenta de ello. ¡Ánimo a todos! ¡Esta batalla la vamos a ganar! Un día más es un día menos.

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