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De Sánchez a Pérez pasando por Buby

miércoles 22 de abril de 2020, 09:58h

El pasado sábado 18 de abril, san Perfecto, el cordobés de cuya decapitación por defensa de la fe cristiana se cumplieron 1.170 años ese mismo día, se celebró un encuentro televisivo entre niños y adolescentes de toda España con el Director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, doctor Fernando Simón, y Pedro Duque, el Ministro de Ciencia. Las cuestiones que la chavalería y el mocerío plantearon a los altos cargos fueron, no podía ser menos, muy variopintas, pero básicamente relacionadas con precisiones sobre el contagio y la pandemia de Covid-19, más sus derivadas claustrales.

De entre todas ellas, llamó la atención, por inocencia, candor y ternura, la formulada al jefe de gobierno por Ana en nombre de su hija Sofía, que Ana Callol, su madre, colgó en las redes: “Buenos días, señor Sánchez. Se me acaba de caer un diente. No sé si lo puedo dejar al ratoncito Pérez o esperar a que se acabe la cuarentena porque no sé si puede venir desde su casa a recogerlo. ¿Qué hago? Gracias, Sofía”.

En nombre de Sánchez respondió Duque tranquilizando a la nena al informarle de que el ratón poseía salvoconducto permanente para ir a donde tuviera que hacerlo, pero Simón matizó al ministro añadiendo que, como no podía ser menos, a la hora de llevar a cabo su mágica labor, Pérez contaba con los equipos de protección adecuados para no enfermarse ni contagiar a otros.

Después, toda una legión de usuarios en redes, entre los que se incluyeron políticos, periodistas, sanitarios de distintos niveles y seguidores de las escuelas de Propp, Rodríguez Almodóvar y Bettelheim, se fueron deshaciendo en zalamerías y dingolondangos para confortar a la pequeña en sus inquietudes y recelos.

Pero la inmensa mayoría fue obviando el dato fundamental y relevante para la dubitativa Sofía de que el Ratón Pérez viene realizando su labor sin interrupción alguna desde finales del siglo XIX. Dicho de otra forma, es ejemplo sumo y a escala internacional de estajanovismo aplicado a roedor miomorfo.

Pérez fue creado por el jesuita Luís Coloma, autor de las novelas Pequeñeces y Jeromín, muy celebradas en su tiempo, tras ser requerido desde Palacio por la reina regente, María Cristina de Habsburgo-Lorena, para que escribiera un cuento que consolara a su hijo, el pequeño rey Buby I/Alfonso XIII, de la pérdida de su primer diente cuando tenía ocho años.

Corría 1894 cuando el Padre Coloma imaginó a un pequeño roedor que vivía con su familia dentro de una lata de galletas en la entonces muy famosa confitería Prast, sita en el número ocho de la madrileña calle del Arenal, a pocos pasos de la Puerta del Sol y a unos cientos metros del Palacio Real.

El Ratoncito Pérez, a quien Coloma describió como: “… un ratón muy pequeño, con sombrero de paja, lentes de oro, zapatos de lienzo y una cartera roja, colocada en la espalda”, se deslizaba a través de las cañerías que recorrían el subsuelo de la calle del Arenal, atravesaba las plazas de Isabel II y de Oriente para llegar con algún regalo al palacio del rey Buby I y a las casas de los niños pobres a los que se les había caído un diente de leche.

Alfonso XIII niño adoptó con entusiasmo a Pérez como mascota, una situación que por otra parte le era ya familiar. Poseía el mini monarca un periquito japonés al que diariamente obsequiaba con un platillo de arroz mezclado con hígado de pollo muy picadito y varios loros a los que servía garbanzos cocidos con patatas. Al resto de los pajarillos enjaulados les brindaba tres lechugas y a los perros la carne con la que se había preparado su consomé, unos huesos de carnero y dos hogazas cumplidas de pan.

El Ratón Pérez no formaba parte del elenco porque su alimentación y la de su familia corría de su cuenta en los sótanos de la repostería de los tenderos turolenses Prast, donde abundaban recortes de queso y otros embutidos, galantinas, pan rallado, galleta marinera en polvo o deshecho de tientas de las hermosas monedas de chocolate que la firma acuñó durante años.

El rey en ciernes, que desde los tres años presidía junto a su madre, la reina y regente, el Consejo de Ministros, proporcionaba puntualmente el sustento a sus animalillos, pero además, consciente de sus responsabilidades cortesanas y sabedor de que la caridad bien entendida empieza con uno mismo, seguía una dieta regia.

Buby/Alfonso se desayunaba cada día cuatro huevos pasados por agua, doce bizcochos y un plato caliente a elegir entre pollo asado o dos chuletas de ternera acompañadas de patatas fritas; en la comida, un par de turnedós con patatas fritas o dos escalopes de ternera con patatas fritas.

Para merendar, le ponían en la mesa una taza de consomé, una tortilla de diez huevos con patatas, pollo asado, seis lonchas de jamón, ocho filetitos de lengua y doce rodajas de solomillo. Y con esto iba haciendo apetito para la cena.

Con los años, y sentado en el trono de manera efectiva el 17 de mayo de 1902, su voracidad condumiaria se fue morigerando y diluyendo en otros apetitos, entre los que descollaron la conducción de lujosos automóviles y el “juntamiento” con coquetuelas periquitas y toda suerte de artistas de variedades.

También fue un lúcido visionario, gran impulsor y esclarecido pionero del cine pornográfico entonces llamado sicalíptico, pero eso, como diría Kipling, ya es otra historia.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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