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Crítica de la serie 'La conjura contra América': una cercana ucronía
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Crítica de la serie 'La conjura contra América': una cercana ucronía

jueves 23 de abril de 2020, 09:57h

Dice el refrán popular alemán que "Si en una mesa hay 10 personas y un nazi, entonces tienes una mesa con 11 nazis". Refrán que David Simon (creador y guionista de The Wire, Treme y Show Me a Hero) lleva a la literalidad en el cuarto episodio de 'La conjura contra América' (The Plot Against America).

Esta miniserie de HBO se basa en la novela homónima de Philiph Roth, en la que el autor imagina una victoria electoral de un candidato antisemita y simpatizante de la Alemania nazi. Roth, de origen judío, que creció en los años 40 en Newark, New Jersey, imagina como este suceso alteraría la vida de su familia y de su país.

Simon, tras años retrasando el proyecto, ha encontrado por fin un momento del presente en el que, lamentablemente, esta historia cobra más importancia que nunca. En la obra de Roth y Simon, Charles Lindbergh (personaje histórico estadounidense, primer piloto en cruzar el océano Atlántico de oeste a este, héroe nacional, y abiertamente partidario del aislacionismo estadounidense y del movimiento profascista y antisemita “America First”) gana las elecciones presidenciales de 1940 contra Franklin D. Roosevelt, desencadenando una serie de acontecimientos que comienzan con Estados Unidos no tomando parte en la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, a Roth y Simon no les interesa tanto el conflicto a gran escala, la pirotecnia o las batallas. Buena parte del metraje de La Conjura transcurre entre cuatro paredes, el hogar de la familia judía Levin (los Roth en la novela), pegados a la radio y contemplando, episodio a episodio, como el país que aman se va al garete.

Sandy, Philip, Herman y Bess Levin. La familia judía en la que se centra la serie.

Todos los personajes de La Conjura cumplen un propósito, y cada uno de ellos representa a un modo distinto de reaccionar ante lo que se les está viniendo encima. Decía Ortega y Gasset que “yo soy yo, y mi circunstancia”, algo aplicable a las decisiones que toman los personajes principales de la miniserie. Y creedme, os pasareis los seis episodios quebrándoos la cabeza pensando cual seríais vosotros.

Por un lado, tenemos a Herman (Morgan Spector). Padre de familia, trabajador, judío orgulloso y tipo corriente. El optimista. El que está convencido de que su pueblo sería incapaz de votar por alguien como Lindbergh. El que tendrá fe en su país hasta el final. En Civil War de J. Michael Straczynski, Steve Rogers (otro héroe americano) le dice a Peter Parker que “esta nación fue fundada bajo el principio de que siempre nos vamos a alzar por los principios en los que creemos. Cuando la prensa y el mundo te dicen que te muevas, tu deber es plantarte como un árbol, al borde del rio de la verdad, y decirle al mundo muévete tú”. Estos son los principios de Herman, que decidirá plantarse como un árbol, no tirar la toalla y no huir al lugar seguro que promete ser Canadá.

Heroico, modelo a seguir, ¿sí? pero nada es sencillo en una obra de Simon. El contrapunto de Herman es Bess (Zoe Kazan, probablemente la mejor interpretación de la serie), su esposa y madre de sus hijos. Una persona pragmática, alejada de idealismos, que pondrá la seguridad de sus hijos y sus seres queridos por encima del conflicto y que solo quiere huir a un lugar seguro. ¿Cuál de los dos tiene razón? ¿Y si la tienen ambos? ¿Son posiciones irreconciliables?

Para echar más leña al fuego, La Conjura introduce al personaje de Alvin (Anthony Boyle), el sobrino de Herman y Bess, un bala perdida que toma la decisión que más nos costaría a muchos: ir a primera línea de batalla. Como dice en cierto episodio, “yo estoy aquí para matar nazis”. Mientras, Herman, perpetuamente pegado a la radio, se lamenta en el cómodo salón de su casa sin hacer nada más que esperar a que las cosas vayan a mejor.

Completan el reparto adulto Evelyn (Winona Ryder) y el Rabino Lionel Bengelsdorf (fantástico John Turturro). Evelyn, hermana de Bess, se sitúa en las antípodas de Alvin y cuando al principio del artículo menciono lo de sentarse a la mesa con nazis es a ella y al Rabino a quienes tengo en mente. Él, en una posición política privilegiada que afirma que el antisemitismo de Lindbergh no son nada más que habladurías. Ella, cegada por el éxito personal de su cercanía con el rabino y el poder tratar de tú a tú a la Primera Dama y que no va a tirar por la borda la oportunidad de “ser alguien”, a pesar de que ello implique sentarse a cenar con nazis. Simon juega muy bien sus cartas no villanizando a Evelyn. De nuevo, nada es blanco o negro con este autor, y nos presenta a un personaje que, en origen, desprecia la guerra y busca buenas oportunidades para ella y su familia, en particular a sus dos sobrinos a los que adora.

En solo seis episodios, el guion de Simon logra que te pongas en la piel de cada uno de ellos, les cuestiones y te cuestiones a ti mismo, a la vez que maneja otros temas como el rol de los cuerpos de seguridad del estado como protectores del status quo (y no la ciudadanía) y las catastróficas consecuencias del mandato de Lindbergh para los que son las verdaderas víctimas de La Conjura Contra America: tres niños judíos. Sandy y Philip, los dos hijos de Herman y Bess: y Seldon, el vecino de la puerta contigua.

En definitiva, David Simon se confirma (otra vez) como uno de los mejores escritores actuales en televisión y La Conjura Contra América llega a nuestras pantallas en el mejor momento. Un drama familiar costumbrista sobre un posible y probable auge del fascismo en los años 40 consigue ser relevante en los tiempos de los bulos de WhatsApp y los bots de Twitter, pues la ultraderecha resurge en Europa y España (si es que alguna vez se ha marchado) y al final solo son los medios los que han cambiado.

Todos los episodios de La Conjura Contra América están disponibles en HBO España. Y preparaos una tila antes de pulsar 'play'.

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