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Trabajo y amor

domingo 10 de mayo de 2020, 09:44h

Y dinero y salud, claro, todo, sin embargo, leo el último libro escrito por Carson McCullers, Iluminación y fulgor nocturno!, y me emociono cuando dice que lo que siempre ha buscado en su vida es trabajo y amor. Creo que yo he hecho lo mismo. La salud la desprecié, ya era mayor cuando empecé con los análisis y controles. El cuerpo comenzó a mostrar sus goteras y hube de pensar en la débil materia de la que estoy hecho. Me pongo pálido cuando voy al médico, en su guarida claro, porque tengo algunos amigos galenos y es un placer la charla bebiendo unos vinos. No soy un manirroto ni desprecio el dinero, pero jamás he tomado una decisión basada solo en el vil metal. Debido a un nuevo libro que escribo hablé con un preso italiano hijo de un empresario muy rico. La droga lo destrozó como un depredador a un gamo. Me dijo que, en esta vida, cuando no hay dinero, hay problemas, y cuando tienes, hay más. La abundancia lo llevó a los más terribles infiernos. Trapicheando con narcos, cocaína y éxtasis lo hirieron en Santo Domingo. Salió vivo de milagro. Ahora huye de su pasado para encontrarse en su futuro. Mi lema, como el de Carson, es trabajo y amor. O amor y trabajo, porque con el tiempo uno se engrandece, y el otro se asienta en el letargo del tiempo. Prefiero desarrollar menos proyectos, pero más trascendentes, mejor estudiados.

Dice un personaje de Luciano G. Egido, novelista casi olvidado, "cuando todo estaba perdido apareciste tú, como si yo tuviera veinte años". Veinte años, o veinte sombras, todo lo ilumina el amor. Bajo su misteriosa niebla todo es luz. La cortina de la vida se abre a una percepción en donde todo tiene sentido. Carson amaba a su abuela, y muchos años después, cuando la muerte le acariciaba los párpados, recordaba que olía a verbena y limón. Dormía con ella y se contaban historias en la oscuridad. Yo amaba a mi abuela mucho. Nos sentábamos (yo en sus piernas, abrazado a ella) los domingos por la tarde frente a la concha del paseo de Puertollano y escuchábamos a Falla. Cada vez que la enigmática música de la Danza ritual del fuego suena, siento el calor anciano de mi abuela.

No es que haya tenido muchos éxitos, pero cuando alguien me ensalza por alguno, siempre digo lo mismo. Solo soy un currante. Trabajar me tranquiliza. Amo trabajar. Quiero vivir en un país de currantes. Elevo mi palabra al viento por la reivindicación de los currantes frente a la insaciable sed de notoriedad de los chupa cámaras, sean políticos o no. En fin, querido lector, sin necesidad de referirme a ninguna efeméride, te deseo trabajo y amor.

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