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Diario de una pesadilla (21 de mayo)

jueves 21 de mayo de 2020, 13:44h

Primer día dónde el uso de la mascarilla es obligatoria. Supimos ayer que esta medida no se adoptó antes porque no había material sanitario para todos. Lo dijo Fernando Simón cuando fue el propio director del Centro de Alertas el que nos convenció de que no eran necesarias. ¡Nos las podíamos haber hecho nosotros mismos de ser imprescindibles para no contagiarnos! Sinceramente, no entiendo nada. Si son necesarias ahora, lo eran también al principio. No quiero que me engañen porque no haya material. Hasta un pañuelo en la boca hubiera sido mejor que no llevar absolutamente nada.

Absolutamente preocupante que el número de ancianos muertos en soledad se haya disparado en estos dos últimos meses. La incidencia ha subido un 163 por ciento en relación al año pasado. Los bomberos han tenido que entrar en sus casas después de que los familiares o los vecinos dieran el aviso de no saber nada de ellos. Esta es la peor parte de vivir en una gran urbe como es Madrid. La soledad pesa más que en un municipio pequeño donde uno se relaciona con aquellas personas que han formado siempre parte de tu vida. Aquí puedes no cruzar una palabra con nadie en días. Quizá después de esta crisis sanitaria hayamos aprendido lo importante que es conocer a tu vecino y lo necesario que es ayudarnos entre todos.

Otro elemento a añadir a la angustia de estos días es la propia calle. El hecho de que se enfrenten personas que piensan distinto y lo hagan con violencia. La cacerolada contra el gobierno en el barrio de Moratalaz se ha saldado con una persona herida por un golpe en la cabeza. Se trata de un taxista de treinta y cuatro años que iba acompañando a su novia que llevaba una bandera de España y que fue increpada por un grupo de violentos de ideas contrarias. El taxista la defendió cuando la llamaron “puta fascista”. Era la primera vez que bajaban a la calle a protestar por llevar dos meses sin trabajar. Pues bien, el taxista sin trabajo y su pareja con la bandera constitucional, ofendieron a esos jóvenes “pacíficos” que acabaron golpeándole en la cabeza y dándole patadas. Finalmente el Samur trasladó al herido, con pronóstico reservado, al Gregorio Marañón. Ahora uno de los tres agresores, tras ser identificado, ha dado su versión. Asegura que ellos no sonde extrema izquierda que el que lanzó la cacerola e inició todo fue el taxista. Así, sin ton ni son. Cacerola al aire porque ellos dijeron: “menos cacerolas y más sanidad”. Eso le ofendió al taxista tanto que les agredió a ellos mientras iba en compañía de su novia que pedía volver al trabajo. ¿Ustedes a quién creen? ¿Qué no hemos entendido de la libertad de expresión? A estas alturas de la película, volvemos al enfrentamiento de las dos Españas. ¿No hemos avanzado nada? Es que ya Goya pintó esa escena en uno de sus icónicos cuadros: la riña. Esa pintura de un duelo a garrotazos fue hecha en 1819, hace dos siglos y ¡está más vigente que nunca! El taxista dijo a los periodistas: ”No soy ni facha, ni pijo. Solamente un currante”.

La buena imagen del día, la han protagonizado los reyes, Felipe y Letizia, de madrugada. Eran las cinco de la mañana cuando aparecieron en Mercamadrid junto al alcalde, la vicealcaldesa y la ministra de industria. Han estado dos horas entre fruteros, carniceros y pescaderos; con toda la plataforma de distribución de alimentos. Todos los trabajadores del sector alimentario les aplaudían sin creerse del todo que estuvieran allí con ellos. Todos con la mascarilla obligatoria, claro. Los reyes les decían: “No, los aplausos son para vosotros”. Sinceramente, prefiero los aplausos a los garrotazos de las dos Españas. Mucho más.

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