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Credibilidad

martes 09 de junio de 2020, 08:18h

No sé si es el gobierno quién no se lleva muy bien con la estadística o viceversa. En los casi 3 meses de lucha contra la pandemia se ha cambiado ya varias veces la metodología del conteo y acumulación de datos hasta el punto de que , de un día para otro, unas 2.000 víctimas mortales del Covid-19 desaparecieron del total que las mismas fuentes habían señalado 24 horas antes. No , no fue un milagro del ejecutivo sino las consecuencias de un nuevo cambio de método que, a la postre, no hace sino confundir una vez más a los ciudadanos de a pie y asentarlos en la convicción de que entre las cifras oficiales, que a diario facilitan Illa y Simón, y las cifras reales hay un largo trecho.

A fecha de hoy , en España, y según fuentes oficiales el número de personas afectadas por el Covid-19 sobrepasan los 240.000, el de muertos los 27.000 y el de quienes han superado la enfermedad los 150.000. El número más discutido -obviamente porque lleva consigo mayores responsabilidades políticas-, es el de fallecidos. Sobre todo porque los poco más de 27.000 que se manejan desde el gobierno contrastan con las cifras que hemos conocido en los últimos días: los informes MoMo (Monitorizacion de Mortalidad), , el estudio realizado por los servicios funerarios de toda España y, por último, los datos aportados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), coinciden en que el número de fallecidos por la epidemia oscila entre 43.000 y 44.000 víctimas. Una cifra que también se aproxima a los cálculos que se realizan a partir de las cifras que se ofrecen desde las comunidades autónomas.

La estadística es una ciencia que, básicamente, integra una serie de datos recogidos de forma ordenada sobre un asunto o fenómeno (en este caso, el Covid-19), con el fin de poder estudiarlos y así ayudar a entenderlo. Es, por tanto, una herramienta eficacísima para la posterior toma de decisiones por parte de las autoridades competentes sobre el tema que, en base a esos datos reales , tiene que ir adoptando toda una serie de medidas que tiendan a minimizar las consecuencias sobre la población. Parece obvio que, al tratarse de un fenómeno que no tenía antecedentes ni dentro ni fuera de España, el nuevo modelo estadístico que identifica los nuevos casos de coronavirus, ha tenido que basarse en una toma de datos llevada a cabo de forma coordinada con las autoridades sanitarias mundiales (OMS) y europeas (ECDC). Pero el asunto seguro que aún ha ofrecido más complicaciones en España al tener que homogeneizar los datos entre la administración estatal y las de las 17 comunidades autónomas.

Esta última circunstancia, la doméstica, la de puertas adentro, me da a mí que es la que ha conllevado más complicaciones técnicas. Y –estoy seguro de ello-, no es tanto por una cuestión de fiabilidad y homogeneidad de esa operación, ni de la unificación de criterios desde el punto de vista estrictamente técnico entre los matemáticos y estadísticos vinculados a las distintas administraciones, sino más bien por el posterior manejo por parte del gobierno –la autoridad competente en todo el estado mientras dure esta situación legal de alarma-, y las dudas y contradicciones afloradas en la exposición de datos, es normal que susciten entre la ciudadanía ciertos interrogantes al respecto.

Hablamos, al fin, de dos conceptos que tienen un alto valor a la hora de crear afectos o desafectos al gobierno de turno, en este caso al presidido por Pedro Sánchez: la transparencia y la credibilidad informativas. El primero, la transparencia, hace alusión a la forma en que una organización da todo tipo de Información pública sin faltar a la verdad. El segundo, la credibilidad informativa, se refiere a la Confianza que el ciudadano concede a una organización -en este caso el gobierno de la nación-, un asunto con el que se enfrenta también cotidianamente cualquier medio de comunicación –Diariocritico.com no es, ni mucho menos, una excepción a la regla-, y del que depende en buena medida su estado de salud democrático y su propia subsistencia.

No es, pues, extraño, que ese triángulo que forman ciudadanos, investigadores sociales y gobierno no acabe siendo una figura geométrica perfecta en cuyo seno se compartan miméticamente perspectivas y resultados. Los datos, su interpretación y las emociones generadas por las consecuencias de una pandemia como ésta exigen, al menos, la búsqueda de la verdad. Aunque se trate sencillamente de la verdad estadística. Sobre todo por respeto a los miles y miles de muertos y sus familias, que no pueden verse nunca reducidos a meras cifras estadísticas. Esos números, no lo olvidemos nunca, llevan aparejadas otras tantas tragedias personales y familiares.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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