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Abrazos

domingo 05 de julio de 2020, 10:18h
Onetti decía que no hay más amigos verdaderos que los de la infancia. No considero verdad el aserto, quizá más lleno de la búsqueda de un destello literario que de realidad. En este duro camino de la vida he encontrado amigos que han sido más intensos y fieles. Cierto es que con el paso del tiempo el encuentro del amigo, con todas las letras, se hace más difícil. Ocurre que con los balazos sobre blanda carne que dispara la vida la epidermis se vuelve de cemento. Y al igual que no entran las balas, tampoco la sensibilidad hacia todo lo exterior. Creo que cada época abre los brazos a nuevos amigos, aunque la experiencia me dice que cada día es más difícil encontrarlos. Si a esto uno que con los años se descubre mejor esa perversa relación entre utilidad y amistad, entre conveniencia y cariño, envuelvo aún más el sagrado yo en la soledad y la desconfianza.

Estos pensamientos me invadieron mientras observaba la dificultad que ha creado el virus para el abrazo. Me vi el otro día con unos buenos amigos en la reanudación de unas cenas, y me pareció tan extraño no poder darnos un abrazo. El estúpido sustitutivo de tocarnos los codos o las rodillas me pareció algo patético. Me sentí mal. Percibí esos torpedos del virus contra lo más humano, estar con los otros, y quise pensar en amigos que perdí, unos porque la vida nos distanció, otros porque olvidamos alimentar la amistad. Pensé también en amigos que no ha devorado el tiempo, y siguen a mi lado, algunos como poderosos recuerdos, y otros cerca de mí siempre. De estos pensé en lo que decía Quintio Ennio, que al amigo seguro se le conoce en la ocasión insegura, y recordé sus abrazos cuando más lo necesitaba, su ánimo cuando más desfallecido estaba.

Voltaire decía que los malvados no tienen amigos, solo tienen cómplices, y que todas las grandezas de este mundo no valen lo que un buen amigo. Siento la verdad de ese aserto, y que los últimos no son más que los dedos de una mano. No sé, quizá más. No quiero perderme en la desconfianza. Pero en lo que no albergo dudas es que echo de menos dar un abrazo a mucha gente que es buena conmigo, que me da su amistad y acepta la mía, que sé desea mi bien como yo el suyo. Como decía el agudo Wilde, todo el mundo puede simpatizar con los sufrimientos de un amigo, pero solo el amigo verdadero simpatiza con los éxitos de un amigo. En fin, que el virus golpea mi corazón, que tengo adentro abrazos ahogados que ojalá pronto pueda liberar.
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