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Cuando recordar no pueda

lunes 20 de julio de 2020, 08:12h
Cuando recordar no pueda
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Aunque Miguel/Micky Molina confiese públicamente que sus referentes esenciales y más sólidos pilares poéticos son Miguel Hernández, Walt Whitman y Pablo Neruda, con total seguridad conoce y siente el decir machadiano que reza: “Cuando recordar no pueda, ¿dónde mi recuerdo irá? Una cosa es el recuerdo y otra cosa es recordar”. Porque en el proverbio y cantar de don Antonio está buena parte de la esencia de su ópera prima como director de cine, Un tiempo precioso, que en octubre pasado fue presentada y muy bien acogida en la Seminci de Valladolid y que ahora, tras paréntesis covírico, empezará a llegar a los cines.

La película, guionizada por el director José Luis de Damas y el propio Miguel/Micky, relata el declive mental de un actor que, aunque lejos aún de la senectud, se ve atrapado en la tupida e intangible red del Alzheimer; un deterioro cognitivo específico que aunque descubierto en los albores del siglo XX por el neurólogo alemán Alois Alzheimer no empezó a tratarse hasta finales de la década de los setenta y que, aún hoy, a pesar de los sustanciales avances científicos y clínicos, sigue siendo un mundo lleno de grandes incógnitas y foscos laberintos.

El Alzheimer es una enfermedad neurodegenerativa cuyo impacto en la sociedad occidental, desgraciada y afortunadamente, se ha multiplicado exponencialmente en las últimas décadas debido al incremento extraordinario de la esperanza de vida al nacer de la población. Su proyección social le debe mucho al cine y la cinta de Micky/Miguel en cierta medida viene a cerrar un círculo inicial por lo que tiene en común con la pionera, En el estanque dorado, estrenada en 1981, dirigida por Mark Rydell y protagonizada por Henry Fonda, Katharine Hepburn y Jane Fonda, con un guion del dramaturgo Ernest Thompson basado en su obra homónima estrenada con anterioridad en Broadway.

En ambas películas el deterioro a babélicos trompicones y el deambular por los arrabales del final vital de los pacientes, respectivamente Norman y Miguel, coincide con el rencuentro con sus hijos, Chelsea y Carlos, de apellido Pulido en su faceta actoral, tras años de intrincadas y tensas relaciones. Tiempo y espacio juanramonianos. La sustancia de todo lo vivido y de todo lo por vivir. Tiempo que no solo es presente sino fuga raudal de cabo a fin.

Paralelismo cinematográfico también con el oficio actoral porque la sociedad mundial empezó a tomar a conciencia de la realidad y magnitud de la DSTA o Demencia Senil de Tipo Alzheimer cuando, en 1987, las revistas estadounidenses publicaron las imágenes de Rita Hayworth, una de las actrices más hermosas, vitales y atrayentes de la historia del cine, convertida en un ser enajenado, ausente y desolado.

Partiendo de una experiencia familiar, Un tiempo precioso está rodada en Madrid y en Ibiza, como espacios antagónicos donde se contraponen sombras y luces; desacordes y armónicos; zozobras y sosiegos; agrios excepticismos adultos y tiernos amores de infancia. Todo ello enmarcado, muy especialmente en la segunda parte insular, en referencias pictóricas que probablemente revolotean por el entramado neuronal del paciente como mariposas entre las barbas y los hombros gastados de pana de Walt Whitman.

Así, ante los ojos del espectador van apareciendo los contrastes tenebristas de José de Ribera, las noches estrelladas de Vincent Van Gogh, los dorados y malvas marinos de Joaquín Sorolla y un final que se encuadra entre el cuarto de millar de lienzos que Claude Monet dedicó a plasmar los nenúfares que él mismo plantaba en el jardín de su casa en la Giverny normanda.

En la historia que se relata En el estanque dorado era Ethel, Katharine Hepburn en una interpretación sublime que mereció el Oscar de aquel año, quien acompañaba al paciente en los paseos postreros. En Un tiempo precioso la pareja del aquejado Miguel y a la vez tía de Carlos se llama Sandra y le da vida Sandra Blakstad, quien derrocha primor, afabilidad y ternura en la pantalla.

Cerrando el elenco principal, un amigo imaginario, Agapito, en cuya piel que solo puede ver y oír el protagonista, se mete Saturnino García, el afamado ex asesino de la tercera edad.

Un tiempo precioso es una película hermosa, muy hermosa, que se mueve por ámbitos donde lo han hecho antes con dignidad y altura al menos una docena de cintas, pero con matices muy dispares y con un algo que sin duda es sustancialmente distinto. Así lo expresa en muy autorizada opinión Cheles Cantabrana, Presidenta de CEAFA, Confederación Española de Asociaciones de Familiares de personas con Alzheimer y otras demencias: “De todas las películas que he visto sobre la enfermedad de Alzheimer, y son ya unas cuantas, solo “Un tiempo precioso” me ha conmovido. Miguel Molina ha logrado con su obra reflejar el intenso sentimiento que acompaña a los finales, a la pérdida paulatina, consciente e inexorable del yo, del tú, del nosotros, a la soledad y al miedo, a un tiempo precioso que no puedes detener”.

P. D. Nunca se usa en estos textos la primera persona, pero esta vez la excepción es casi imperativa. Mi padre, la persona que probablemente más he querido en su globalidad, padeció Alzheimer durante los últimos años de su existencia terrena. Dejó de reconocerme un martes y murió el sábado de esa misma semana. Probablemente sea esta una de las mejores cosas que me han pasado en la vida.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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