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La última victoria

miércoles 22 de julio de 2020, 07:45h

por Rogelio Pérez Bustamante
Catedrático Jean Monnet ad personam,
Julio Guinea Bonillo
Prof. Derecho Europeo, Universidad Europea de Madrid

Cuando los Consejos Europeos se debatían en reuniones de líderes dominados por los intereses de sus países, sin ningún proyecto europeo, la Declaración 23 del Tratado de Niza, hace ya 20 años, decidió hacer una puesta trascendental y se inició un año después, en el Consejo europeo de Laeken. El frustrado Tratado Constitucional de la Unión Europea se redactó cuando Ángela Merkel era ya Presidenta de la Unión Demócrata Cristiana en Alemania. El Canciller Helmuth Kohl la llamaba das Mädchen -la chica-. En 2005 asumía el cargo de Canciller de Alemania y en la presidencia alemana del Consejo, tal como ahora, en el primer semestre de 2007, salvó los muebles de una Unión Europea rota tras el fracaso del llamado Tratado Constitucional y realmente dictó el Tratado de Lisboa, aún vigente, recogiendo los principales contenidos de aquel Tratado, para salvar el proyecto europeo. Ahora Ángela Merkel ha cogido las riendas de este semestre y de este Consejo Europeo y pacientemente ha logrado su objetivo, salvar a la Unión de una profunda crisis de identidad y crear la imagen necesaria de que realmente existe una Europa unida.

Con los compromisos adquiridos, la Unión Europea transformará su rostro y será menos austera y más humana porque en los próximos años la organización se endeudará, para poder estimular fiscalmente las economías de los Estados que se encuentran afectados por las consecuencias de la pandemia del Covid. Salir de esta crisis todos unidos, conlleva un esfuerzo común y esa ha sido la consigna que ha vencido en las conversaciones políticas de estos días.

El ejercicio supone que la UE avance de una manera más solidaria, coordinada y abierta, asumiendo un plan de inversiones lo suficientemente amplio como para dar una respuesta ambiciosa a las necesidades de los ciudadanos europeos. La aprobación definitiva de subvenciones, cuya financiación correrá a cargo de una deuda conjunta ha sido una tarea ímproba. No se han alcanzado los tan ansiados coronabonos, pero la ayuda propuesta y su concepto es más o menos similar, ya que con el plan de estímulo fiscal europeo podrán salir de la crisis las economías de los Estados de una manera reforzada, incrementando sustantivamente su grado de integración, interdependencia y resiliencia.

Las instituciones han previsto la movilización de fondos por valor de 750 mil millones de euros, para ser desembolsados en los próximos tres años un 70%, implementados entre el 2020 y el 2023 con objeto de sustentar la recuperación de las economías nacionales y de aquellas regiones más afectadas por la crisis económica. El importe que se está movilizando es notable, porque alcanza hasta el 17% de la Renta Nacional Bruta de toda la Unión Europea.

Las diferentes instituciones de la Unión van a tener un papel riguroso de control y fiscalización, con una cierta flexibilidad y sin la temida amenaza de la aprobación de los desembolsos por unanimidad en el seno del Consejo. La Comisión Europea, guardiana de los tratados y defensora del interés comunitario, liderada por Úrsula von der Leyen, aceptó como mal menor en la reunión del Consejo Europeo que el montante total de subvenciones fuese el de 390 mil millones de euros, dejando por el camino 110.000 y renunciando a los 500.000 iniciales de las que se partía en la propuesta discutida.

Los 390.000 millones de euros tomarán forma de fondos de la facilidad de recuperación así como diferentes partidas en el Marco Financiero Plurianual, que se desembolsarán entre el año 2021 y 2027. El resto del dinero hasta los 750.000 millones de euros, unos 360.000 millones adoptarán la facilidad de préstamo, por lo que se transferirán a los Estados miembros y que deberán comenzar a devolver en el año 2027, con unos intereses mucho más bajos que los que oferta el mercado internacional, asimismo el periodo de amortización no podrá superar el año 2057. De este volumen de transferencias concretamente España se va a ver beneficiada de una cantidad importantísima de recursos, gracias a la solidaridad europea, puesto que tendrá que devolver de un préstamo de 140.000 € solo 68 mil millones y los 72.000 restantes serán a fondo perdido.

Será un momento clave para la economía española, porque con el dinero recibido, si se llevan a cabo las correctas inversiones, se podría facilitar la recuperación económica mediante un impulso de los diferentes sectores productivos, mientras que la proyectada transición ecológica podrá convertir a España en un país a la vanguardia de la digitalización, el New Green Deal y el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

La solicitud realizada por parte del Estado tomará forma de Planes de Inversiones y Reformas, a través de los cuales España deberá exponer al resto de los miembros comunitarios cuál va a ser la hoja de ruta en las inversiones y qué actuación jurídica ejecutará.

Los programas nacionales serán sometidos al escrutinio de los miembros de la Unión, y tendrán que ser aprobados por mayoría cualificada. La posibilidad de que se vuelva a contar con un programa similar en el futuro se reeditase este programa de transferencias y ayudas, será una vez más competencia del Consejo Europeo, puesto que tiene fecha de caducidad.

El Marco Financiero Plurianual ha hecho frente a ciertos cambios de última hora, incrementando sustantivamente sus medios y se han expandido instrumentos de la Unión, como el Fondo Social Europeo, que se han reforzado en línea con la premura y necesidad de los acontecimientos que ha obligado a los líderes a sacar su mejor talante y flexibilidad, para mostrarles dispuestos a aumentar la inversión a medio y corto plazo en la Unión. Se ha incrementado en un 25% los fondos destinados a la inclusión social, en un 2% a combatir la pobreza y un 10% en luchar contra el desempleo juvenil, sin aparentes recortes en la partida de la política agraria comunitaria.

En suma, esta no es la llamada Europa de los Mercaderes sino una Europa que avanza en pos de estrechar la Unión, reforzando el Tratado de la Unión en una próxima Convención para el Futuro de Europa y que deberá cruzar el Rubicón, esa nueva frontera, que suponga incrementar las cotas de solidaridad y entendimiento mutuo entre los Estados en pos de la Unión política, que tanto precisa Europa en todos los campos.

No podemos despreciar en estos momentos la positiva respuesta otorgada por parte de las instituciones, y es diametralmente opuesta a la que ofrecieron hace cinco años, precisamente al hilo de la crisis de deuda soberana de Grecia. La situación ahora es de una extrema gravedad generalizada.

La Unión Europea tras haber sufrido el coronavirus, de haber soportado una grave tensión con China, la salida del Reino Unido y los desmanes de Donald Trump, decidido a enterrar la necesaria y ambiciosa Agenda Transatlántica; ha hecho balance del pasado y no ha recurrido a la consabida disciplina económica, sino que ha conseguido algo que los Estados por separado no habrían conseguido. Decía Hamilton en el Federalista: “buscar una armonía continua entre un grupo de gobiernos soberanos, independientes e inconexos, pero situados próximos entre sí, sería tanto como cegarse al curso elocuente de los sucesos humanos, desafiando la experiencia acumulada a lo largo de los siglos”

El gran salto adelante que la Unión Europea acaba de dar es una realidad porque a efectos financieros se considera por primera vez un único país frente a los mercados. La UE acudirá a los mercados en búsqueda de recursos y responderá como Unión Europea frente a los acreedores. Ya solo resta que los ciudadanos se vean parte de ese Estado europeo a medio hacer, que acaba de hacer de la necesidad, virtud. Esta es la grandeza que ha vuelto a liderar Ángela Merkel quizá en su última gran batalla en favor de la Europa unida. Todavía le quedaría introducir una verdadera Unión Económica y Monetaria y una verdadera Europa Social en los Tratados para que verdaderamente podamos creer que vivimos realmente en la Unión Europea.

Rogelio Pérez-Bustamante

Catedrático Jean Monnet ad personam

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