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Las razones que justifican la monarquía parlamentaria y que Sánchez no menciona

sábado 08 de agosto de 2020, 10:02h

En su carta dirigida a los militantes socialistas, Pedro Sánchez resguarda la monarquía parlamentaria como parte de un pacto constitucional que su formación política defiende. Y en ese aspecto le asiste toda la razón. En efecto, si se defiende la Constitución de 1978 no se puede dejar por fuera la forma de Estado. Como bien dice Sánchez: “La monarquía parlamentaria es un elemento de ese pacto, no todo el pacto. Todo el pacto es la Constitución y no se puede trocear y seleccionar a capricho”. Queda clara entonces la razón por la que el Secretario General del PSOE y actual Presidente de Gobierno cree justificada la monarquía parlamentaria: el mantenimiento del compromiso con el pacto constitucional.

Sin embargo, también existen razones sustantivas para considerar la justificación actual de la monarquía parlamentaria, que Sánchez no menciona; además, la defensa que hace de ese pacto constitucional resulta, desafortunadamente, unilateral e incompleta.

En cuanto a las razones sustantivas ya me he expresado con anterioridad. La primera puede hacerse desde la perspectiva del socialismo democrático en Europa. Porque si observamos nuestro continente, comprobaremos que los países con mayor nivel de desarrollo humano, los del Norte europeo, como Dinamarca, Suecia y Noruega, son todos monarquías parlamentarias. Cualquier defensor de los derechos sociales elegiría vivir en esas monarquías mejor que hacerlo en muchas otras repúblicas del viejo continente. De esta simple observación se desprende una obviedad: parece que la forma de Estado no resulta ser el parámetro fundamental para determinar el desarrollo del bien común.

Pero en el caso español sostengo que la monarquía parlamentaria está cumpliendo una función importante: compensa la falta de sentido de Estado que presentan las fuerzas políticas. Elegir hoy un presidente de partido en esta cultura política de banderías sería un riesgo que hay que evitar. Es decir, una Corona más allá de los intereses de partido tiene una función simbólica positiva dentro y fuera del país. Y eso se ha probado de forma consistente con el mismo Juan Carlos I, incluso por encima de sus actos como persona, que indudablemente deben ser sometidos a la justicia.

Pero la defensa del pacto constitucional y, por ende, la monarquía parlamentaria, no puede ser parcial, ni puede trocearse, al igual que la Constitución. Alguien que defiende la forma de Estado que establece la Constitución no puede gobernar con un partido que no lo hace y que, consiguientemente, busca trocear al pacto constitucional. Los ataques de Podemos y sus cabezas visibles a la monarquía parlamentaria no constituyen un asunto sin importancia. El intento de distanciarse de Podemos en cuanto a la forma de Estado y seguir gobernando con esta fuerza política se parece bastante a la cuadratura del círculo. Y sólo muestra la dependencia política y personal de Sánchez: con tal de mantenerse en el poder está presto a asociarse con cualquiera. Incluso con gente dispuesta a cometer perjurio, como sucede con los actuales ministros de Podemos, que sólo hace pocos meses, para la jura o promesa de su cargo, lo hicieron sobre la base de su “lealtad al Rey”.

Si los cargos públicos deben ser ejemplares, ¿Qué clase de lealtad es esa que se traduce a poco andar en ataques directos en contra de quien se prometió mantener? Alguien podría acusarme de inocente y decir que esos cargos ya sabían que no serían leales cuando lo proclamaban. Pero entonces es todavía peor: con tal de acceder a un cargo se miente descaradamente ante todo el país. No deberían formar parte del Gobierno quienes no aceptan el pacto constitucional. Y quienes blanquean esa gran mentira no son otra cosa que cómplices de eso que rechazan: el troceo del pacto constitucional.

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