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De la tumbona a la UCI

viernes 21 de agosto de 2020, 13:42h

Tres meses de confinamiento generalizado de la población, como consecuencia de la pandemia, casi 50 000 muertos reales, decenas de miles y miles de trabajadores acogidos a algún ERTE o engrosando ya las tenebrosas listas del paro, sumidos como estamos en la peor crisis social, económica y sanitaria desde la Guerra Civil española, con un alarmante crecimiento de los rebrotes, y con millones de niños y jóvenes con la incertidumbre de no saber si volverán a clase en septiembre, tenemos a más de la mitad de este gobierno en la tumbona, encabezado por su presidente, aprovechando los últimos y bonancibles días de estos finales de agosto.

Pedro Sánchez debe de creer que tiene asegurado el aprobado para los Presupuestos del Estado de 2021 y que no va a tener necesidad de prorrogar por tercera vez consecutiva –algo inaudito en la historia de la Hacienda española-, los del ministro Cristóbal Montoro. Acaso también por mimetismo con su jefe, Isabel Celaá, ministra de Educación, ha debido pensar que no era necesario reunirse con los consejeros correspondientes de las 17 comunidades autónomas a finales de junio o principios de julio pasados con el fin de ir preparando la vuelta a las aulas. Por el contrario, lo ha dejado para finales de agosto porque, al fin y al cabo, eso de unificar los protocolos debe de hacerse en un pispás. O, lo que es lo mismo, que esos poco más de 10 días para volver a abrir las puertas de institutos y colegios son más que suficientes para lograrlo. Y, al tiempo, el elocuente mutismo de Manuel Castells, ministro de Universidades cuyas escasísimas apariciones públicas pueden contarse con los dedos de una mano, hablan con claridad meridiana de que el desconcierto y la falta de planes son la tónica de un ejecutivo que parece haber decidido moverse de improvisación en improvisación.

Illa y Simón, ministro de Sanidad y director del Centro de Coordinación de alertas y emergencias sanitarias, quizás anden ahora intentando resolver el dilema de si constituir un verdadero comité científico de expertos para hacer frente seriamente al coronavirus, o volver a confundir nuevamente a la población teniendo en cuenta que a esta no parece haberle molestado ni un ápice saberse vilmente engañada durante meses al respecto. Entre tanto, y dado que los rebrotes siguen al alza, han decidido recurrir a los influencers para convencer a los jóvenes de que esto de la pandemia va en serio y que también les puede tocar a ellos acabar en hospitales y en unidades de cuidados intensivos.

Pero el panorama de perplejidad e inacción no le toca solo al gobierno. La oposición anda también por playas o casas rurales patrias intentando tomar fuerzas para atravesar un otoño que, probablemente, va a ser mucho más caliente que el mismo agosto. Debe de ser, claro, porque el Congreso de los Diputados y el Senado en pleno han cerrado sus puertas, como suele hacerse habitualmente, hasta un nuevo periodo de sesiones… Como si todos estuviésemos atravesando un periodo de normalidad, de rutinas vitales que hacen aconsejables una ruptura y un volver a empezar. ¡No sé qué más le hace falta a este país para que unos y otros se pongan de una vez y en serio a formular propuestas, a convocar encuentros, a reunirse en torno a una mesa y dialogar para intentar adoptar acuerdos y pactos nacionales en torno a los grandes problemas sanitarios, sociales, económicos y políticos que tienen a sus ciudadanos acogotados!

Y es que, claro está, la cuadratura del círculo se antoja un imposible, incluso en política. Si no es así, ya me dirá usted cómo llegar a acuerdo alguno entre antagonistas de libro como es el caso del sanchismo, Unidas Podemos y la izquierda nacionalista con Vox, Ciudadanos o el mismo Partido Popular. Aún así, su obligación es intentarlo y volver a intentarlo.

Iglesias, con la complicidad silente de Sánchez, va a lo suyo, que no es otra cosa que levantar cortinas de humo para intentar desviar la atención de la opinión pública ante las imputaciones judiciales en las que anda envuelto su partido y alguno de sus más directos colaboradores –aquí sí, no como en el caso del Rey emérito quien, al menos hasta hoy, no está imputado en causa alguna-, a la espera de que sea el propio Iglesias el “tocado” si es que prospera el caso Dina tal y como parecen apuntar los acontecimientos. Pero aún así, nada hay que desvíe al vicepresidente 2º del gobierno de su hoja de ruta para acorralar a la Zarzuela y, acto seguido, hacer realidad el viejo sueño de la izquierda radical de proclamar una nueva república en España.

¡Éramos pocos y parió la abuela!, como suele decirse. Si la pandemia, la más que dramática situación económica y social, la dificultad objetiva de volver a las aulas, etc., son problemas nimios para un superejecutivo como el de Sánchez-Iglesias, desde el mismo seno del gobierno se está presionando a la jefatura del estado para propiciar un cambio de sistema. Los ingredientes son perfectos para que todo un país pase de la tumbona a la cama hospitalaria y, con un poco de suerte –o más bien mala suerte- acabemos todos también en la UCI y con gravísimos pronósticos de salir algún día de ella. Nos estamos jugando el ser o no ser, el futuro de España y esto es muy serio, señores…

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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