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Cristales para mirar hongos fálicos

domingo 23 de agosto de 2020, 12:38h

En la muy didáctica y simpática exposición con la que la Biblioteca Nacional de España conmemora el centenario del nacimiento de Juan Perucho, articulista, novelista, poeta, erudito y amante de lo misterioso, gastrósofo, crítico de arte y unos de los escritores españoles más traducidos a otras lenguas, el protagonismo lo ostenta el libro Las historias naturales, un recorrido por tierras catalanas y del Maestrazgo en pos de un vampiro, el caballero Onofre de Dip, que a su manera influye de forma casi decisiva en la consecución de la Primera Guerra Carlista.

El trío protagonista de la aventurera persecución en busca del no-muerto lo forman Antonio de Montpalau, científico naturalista ilustrado, héroe de nervios de acero y alter ego del Phileas Fogg de La vuelta al mundo en ochenta días; su primo Isidro Novau, marino y hombre de acción; y Amadeo, criado y asistente de Montpalau en papel muy similar al del Passepartout de Fogg. Es este ultimo el que, mientras busca lugar apropiado para hacer sus necesidades en el campo y alrededores de Pratdip, Tarragona, señorío del vampiro, descubre algo que no duda en calificar como “monumento al diablo”. Montpalau y su primo le siguen hasta el lugar y: “… cuando se hallaban a algunos centenares de pasos del punto de partida, pudieron contemplar, con ojos atónitos, una enorme seta, de más de dos metros de altura, con la forma descarada de un miembro genital masculino en total erección”. Se trataba de un ejemplar desmedido en tamaño del hongo Phallus impusdicurs, que Juan Perucho había contemplado en su día con asombro en las vitrinas del Museo Darder de Historia Natural en Banyoles, Girona, en el contexto de un conjunto/colección de treinta y dos piezas en papel maché de otros tantos tipos de setas que el fundador de la galería, Francesc Darder, había adquirido años atrás en la casa Deyrolle de París.

Antes de que Linneo le otorgara el nombre científico definitivo, Phallus impudicus, se llamó Fungus virilis y Phallus holandicus, pero en lenguaje común y en lo que a España se refiere es conocido como “falo hediondo” por su apestoso aroma.

Sus concomitancias con el aparato genito-urinario humano-varonil no se agotan en la forma. En la fase de madurez, la parte superior de este hongo, con evidente remembranza del glande, está cubierta por una capa viscosa de color verde llamada “gleba” que al licuarse desprende un fuerte olor a carne podrida debido a la acción de dos grupos de sustancias, cadaverinas y putrescinas, estrechamente emparentadas con la espermina y la espermidina del semen. Tales efluvios olfativos tienen un extraordinario valor para la vida de la seta fálica ya que, de un lado, espantan a los depredadores potenciales y de otro atraen poderosamente a las moscas que son las encargadas de expandir por el ancho mundo las esporas que, en esta especie, no son capaces de transitar por el aire.

Mientras que Juan Perucho y su personaje protagonista de Las historias naturales se mostraron siempre rendidos admiradores de este peculiarísimo hongo, en la Inglaterra victoriana fue ampliamente demonizado y perseguido por sus pretendidas propiedades libidinosas que podían provocar delirios lúbricos en las tiernas doncellas e incluso algún que otro diabólico orgasmo.

De tal es ejemplo señero la hija de Charles Darwin, Henrietta Emma, quien en los jardines y campos aledaños a la finca familiar de Downe, distrito londinense de Bromley, puso todas sus energías en el exterminio del temido Pallus impudicus.

Así lo cuenta la gran artista del grabado en madera Gwendolen Mary “Gwen” Raverat, de soltera Darwin, sobrina de Henrietta Emma y nieta del padre de la teoría de la evolución biológica a través de la selección natural, en su libro de memorias Period Piece publicado en 1952: “En bosques nativos crece una clase de seta, llamada en el vernáculo como Stinkhorn, aunque en latín tiene un nombre más grosero”, el Phallus impudicus, al que su tía se afanaba en perseguir y destruir: “… armada con una canasta y un bastón puntiagudo, una capa de caza y guantes especiales, olfateaba su camino en el bosque, deteniéndose aquí y allí, su nariz se crispaba, cuando captaba al olor de su presa; entonces al final, con un ataque mortal, caía sobre su víctima y metía su cadáver putrefacto en la cesta”. Al llegar a casa, Henrietta arrojaba su cosecha fúngica al fuego que ardía en la chimenea del salón, pero, eso sí: “… con la puerta cerrada; debido a la moral de las criadas”.

El impudicus no es el único hongo fálico que la naturaleza brinda y, que se sepa, existe casi una treintena de especies de forma inequívoca, pero pocas con el singularísimo atractivo de aquel. Cuando las esporas transportadas por algún insecto germinan, los filamentos se expanden por el subsuelo de tierra y dan lugar a un cuerpo fructífero entre ovalado y esférico que el vulgo llama “huevos del demonio”; una genitalidad que cuando llega la lluvia y la humedad inunda la tierra hacen crecer un cuerpo fálico mediante un proceso similar a la erección. La irrupción del agua en el cuerpo hueco y poroso recuerda vivamente la de la sangre irrumpiendo torrencial en los vasos cavernosos del pene humano, pero, además, en el caso del hongo y mediante modelos matemáticos se ha llegado a calcular que mediante la fuerza ejercida por tres Phallus impudicus se podrían levantar hasta cuatrocientos kilos de peso. Otro forma que tiene de asombrarnos e incluso acomplejarnos deviene de su rapidez de maduración, ya que en más o menos una hora puede alcanzar su altura media, unos quince centímetros.

Así, al muy instruido y enciclopédico Perucho y a su protagonista naturalista Montpalau les fascinaba la especie mientras que a la puritana señorita Darwin le repugnaba en grado sumo. Y todo por lo del color del cristal con lo que cada cuál lo miraba.

Lo del negro disecado en el museo de Banyoles ya es, como diría Kipling, otra historia que dejamos para otro día.

Miguel Ángel Almodóvar

Sociólogo y comunicador. Investigador en el CSIC y el CIEMAT. Autor de 21 libros de historia, nutrición y gastronomía. Profesor de sociología en el Grado de Criminología.

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