Crítica de la obra de teatro 'Noche oscura': la mística se adueña de las tablas

Tiempos estos en los que no hay lugar para el yo más íntimo. Tiempos estos en donde el silencio ni está ni se le espera. Creíamos que la mística era cosa del pasado y hemos tenido que acudir al Teatro Valle-Inclán para descubrir en ‘Noche oscura’, de Sergio Martínez Vila, la primera propuesta del CDN en esta extraña e incierta temporada teatral, que afortunadamente es posible hablar del hombre y su relación consigo mismo, con la naturaleza, con el cosmos, con esa energía profunda a la que unos llaman Dios y otros no la ven por ningún sitio…

La hermosísima propuesta dramática, basada en la singular figura de Juan de Yepes y Álvarez (San Juan de la Cruz) está dirigida magistralmente por Salva Bolta –diseñador también del espacio escénico-, que ha sabido crear el ambiente holístico de toda existencia en la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle-Inclán y mantener durante 75 minutos absolutamente absortos, ensimismados y sorprendidos a los espectadores que han podido dejarse llevar por cuanto sucede (o no), en el escenario. Para empezar, en medio de un prolongado silencio de donde surge una voz en off que sitúa al público en el fondo de lo que va a ver (“…entrar en la oscuridad y admitir la coincidencia de contrarios fuera de todo alcance de la razón… Y buscar la verdad allí donde la imposibilidad viene a mi encuentro…”), dos hombres permanecen colgados de los pies unos minutos eternos. Un apagado y monocorde ruido de fondo va, poco a poco, adueñándose del espacio que comparten artistas y espectadores. La experiencia mística va a comenzar.

Sergio Jaraiz, Darío Sigco y Carlos Troya son los tres intérpretes que propician esa experiencia mística con una entrega total en cuerpo y alma. Sus palabras (pocas, concretas, precisas, necesarias…) y sus acciones, que van de lo cotidiano (coger agua, amasar, alimentarse…), hasta las más intensas (agitación de cuerpos por las pulsiones sexuales, la violencia incontenida, la rabia…), transportan al espectador a la disección y recomposición de sí mismo más que a la contemplación de las cuitas y quehaceres de esos personajes.

El resto del equipo artístico del montaje funciona como un reloj suizo para llevar con esa intensidad y profundidad la experiencia al público: la sutil iluminación de Carlos Andrés Mozo, la espléndida videocreación de Teresa Martín Ezama, el siempre inspirado espacio sonoro de Luis Miguel Cobo y la milimétrica coreografía de Iker Arrué.

Bolta encuadra con precisión la intención de su montaje al subrayar que persigue que voces y silencio “nos abran paso a través de la idea de la experiencia mística del poeta, conectándola con el pensamiento sufí e interpelando al hombre de hoy”.

Posiblemente es esta una propuesta que no puede calar hondo en lo que llamamos el gran público, es decir, esa mayoría de espectadores que solo acude esporádicamente al teatro como fuente de diversión y esparcimiento, pero que dejará profunda huella en ese otro grupo de espectadores que ven en el arte del teatro una fuente de cultura, de conocimiento, de belleza literaria, plástica y estética, y de reflexión sobre el ser humano y cuanto le concierne.

Un solo pero al CDN: seis días de exhibición, y más en estos tiempos de recortes en el patio de butacas por la pandemia, es un periodo extremadamente corto para que una obra pueda llegar a conocerse. Pero, en fin, es lo que toca en estos tiempos de incertidumbre.

‘Noche oscura’

Dramaturgia: Sergio Martínez Vila

Dirección y espacio escénico: Salva Bolta

Reparto: Sergio Jaraiz, Darío Sigco y Carlos Troya

Iluminación: Carlos Andrés Mozo

Videocreación: Teresa Martín Ezama

Espacio sonoro: Luis Miguel Cobo

Coreografía: Iker Arrué

Ayudante de dirección: Juanma Romero Gárriz

Producción: Centro Dramático Nacional (CDN). Un proyecto de investigación del Laboratorio Rivas Cherif

Teatro Valle-Inclán, Madrid

Del 15 al 20 de septiembre de 2020