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'Delicuescente Eva': el abismo existente entre la pantalla y la representación vivida en el teatro

'Delicuescente Eva': el abismo existente entre la pantalla y la representación vivida en el teatro

sábado 19 de septiembre de 2020, 18:33h

Se estrenaba en La Abadía el pasado 5 de marzo, la semana previa al confinamiento, y apenas unos días después ‘Delicuescente Evahubo de saltar de las tablas de la Sala José Luis Alonso del Teatro de La Abadía a la zozobra más kafkiana del dramaturgo (Javier Lara), la directora (Carlota Gaviño), los intérpretes (Natalia Huarte, María Morales y Javier Lara), y de todo el equipo artístico que la había puesto en pie.

Nada nuevo porque algo parecido vivió todo el mundo del teatro, en toda España. En este caso, el equipo de ‘Delicuescente Eva’ decidió reinventarse y retransmitir en directo, vía streaming y desde el mismo Teatro de La Abadía, una versión para ser seguida a través de pantallas de ordenador, tablets o, incluso, teléfonos móviles.

La experiencia fue interesante y la recogí en una primera crítica que creo necesario leer para comprender cuanto voy a decir a continuación.

En todo caso, y por si has decidido no leerla, déjame resumir que la propuesta me pareció muy interesante, y que culminaba una trilogía que Javier Lara ha titulado Lo Propio (tras Mi pasado en B y Scratch). En ‘Delicuescente Eva’, que ahora vuelve otra vez al escenario durante dos semanas, el espectador asiste al accidente de tráfico de dos hermanos que, tras el inesperado y violento choque, se ven inmersos en lo espeso y húmedo de un bosque, y allí repasan de forma atropellada, urgente, y nada lineal, sus traumas del pasado, que tienen que ver con experiencias educativas, familiares o sexuales y que se internan también por la reflexión sobre la naturaleza, el urbanismo, la relación con el otro, o la sensación de soledad y abandono que a veces nos invade.

Las grandes diferencias existentes entre lo que llamamos teatro y esas otras experiencias audiovisuales (desde los Estudio 1 hasta los montajes históricos de la Teatroteca) que todos los teatreros hemos vivido a lo largo de estos tres meses de obligado confinamiento a través de variadas propuestas, en general, tenían en común su paso a la pantalla. No era cine, no era televisión, pero, en sentido estricto, tampoco era totalmente teatro, aunque partiesen de un texto dramático y, por tanto, concebido para ser representado en vivo y en directo ante un público en una sala de teatro.

Para empezar, si el teatro es -como dice Juan Mayorga-, una asamblea de ciudadanos, una reunión íntima, cercana en torno a una representación en la que se exponen ciertas ficciones, ideas y situaciones por parte de un grupo de artistas; teatro solo hay si ese compartir se da en directo, en el mismo espacio y tiempo. Si no es así, y lo que sucede es que media una conexión, sea por la vía que sea, que puede llevar esa representación a una pantalla, lo resultante es otra cosa. Una adaptación para televisión, como era Estudio 1, u otra imaginativa solución para tratar de mitigar adversidades como la del Covid.

En el caso del traslado a la pantalla, la comunicación entre artistas y espectadores se ve alterada profundamente y, además, las sensaciones de todo tipo en estos últimos (visuales, auditivas, olfativas, del gusto y , a veces, hasta táctiles), son inexistentes o, en su defecto, muy distintas a las sentidas formando parte de esa asamblea. Y hasta tal punto que uno parece haber visto dos propuestas bien distintas, una en la pantalla y otra en el teatro, aunque se trate del mismo texto, misma dirección, interpretación y equipo artístico.

Personalmente puedo decir también que tanto la escenografía como la luz o los sonidos del montaje me han parecido absolutamente distintos a los que percibí a través de la pantalla del ordenador. En vivo, in situ, se pronuncian ostensiblemente las sensaciones de desazón, peligro, humedad, oscuridad, de la vibración de los recuerdos o el estremecimiento de los gritos del padre, el miedo de la mujer o la hija. Las emociones y las sensaciones que se generan desde la representación en vivo se multiplican por varios enteros frente a la propuesta del mismo texto a través de la pantalla.

Podríamos, en fin, estar aquí horas y horas hablando del tema, pero, al final, la conclusión es muy clara: podemos brindar alternativas al teatro, si es que, por el Covid o cualquier otra contingencia, no puede llevarse a cabo del modo que viene haciendo desde hace 25 siglos (arte efímero del aquí y el ahora), pero lo que se ofrece no es teatro sino otra cosa.

Muy bien ‘Delicuescente Eva’ en streaming, pero mucho, muchísimo mejor la ‘Delicuescente Eva’ vivida dentro de la José Luis Alonso de La Abadía. No te la pierdas.

‘Delicuescente Eva’

Texto: Javier Lara

Dirección: Carlota Gaviño

Reparto: Natalia Huarte, Javier Lara y María Morales

Espacio escénico y vestuario: Paola de Diego (AAPEE)

Iluminación: Iñigo Rodríguez-Claro y Álvaro Guisado Garavito [la Cía de la Luz]

Composición original y Música en directo: José Pablo Polo

Asesoría artística: Iara Solano y Carlos Aladro
Asesoría de movimiento: Lucas Condró

Lucha escénica: Mon Ceballos
Gráfica y audiovisuales: La Dalia Negra
Ayudante de dirección: Pablo Rosal
Ayudante de escenografía y vestuario: Berta Navas
Estudiante en prácticas de escenografía y vestuario: Guillermo Felipe Señaris
Coordinador de producción: Lorenzo Pappagallo [XperTeatro]

Una producción de Grumelot, Cía de Babel y Teatro de La Abadía

Con el patrocinio Cider Ladrón de Manzanas

Teatro de La Abadía, Madrid

Del 15 de septiembre al 1 de octubre de 2020

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