¿Cómo va a acabar esto? Lo pregunto en serio: el virus se ha llevado por delante la economía y entre treinta y cincuenta mil españoles. Llegan tiempos peores, un semestre o más, en el que ni se puede aproximar la cifra de muertos ni el desastre económico que aviene.
Esta semana el gobierno estuvo a punto de disparar cohetería y confetti porque, sic, “nunca había crecido tanto la afiliación a la seguridad social y nunca había bajado tanto el paro”. Es un truco aritmético barato, pero no significa en absoluto que algo vaya bien, de hecho, con 3.776.485 personas en el paro (cifra superior a la de septiembre 2009, crisis subprime) y 728.909 en ERTE, ningún político debería tener la cachaza ni de sonreír.
Los datos son muy malos y empeorarán: los empresarios calculan que solo el 60% de los actuales ERTE recuperarán su empleo; es decir, 291.563 ERTEs que van a ir al paro de cabeza en cuanto se levante la veda.
Sobre los enfermos y muertos por la pandemia, quitando a tres gobernantes autonómicos, es escandaloso lo que esta patulea está haciendo. Todos se tiran piedras, esconden la mano y ninguno reconoce lo que es obvio para la mayoría de ciudadanos: no tienen ni idea de qué hacer. Y no es porque no haya ideas o soluciones momentáneas ya que no definitivas, es porque la partida la juegan los spin doctors de cada partido en una Danza de la Muerte para que la mierda recaiga sobre su adversario.
Lo de Madrid es escandaloso y detrás está Miguel Ángel Rodríguez, el que le dicta a Díaz Ayuso lo que tiene que decir cada minuto y ella no se mueve un ápice del guión. A la cabeza está Pablo Casado que tampoco quiere hacer nada por nuestro país, solo asegurarse por cohonestación que toda esta barbaridad de sufrimiento recae sobre Pedro Sánchez y el PSOE y ganar así la presidencia.
Las cosas no son mejores ni distintas en Moncloa. Sánchez hace malabarismos sobre una veleta para mantenerse en el gobierno un día más, manejando con torpeza los pocos hilos que tiene, el estalinista de un lado y los anti España del otro. Entretanto los ciudadanos sufrimos paro, enfermedad y muerte y con sus discursos se nos enquistan las diferencias hasta el punto de que una mitad empieza a odiar con saña a la otra mitad.
Gobernar con Podemos fue, es y será una pésima idea. Pablo Iglesias no quiere otra cosa que ejecutar su venganza social sobre los españoles. Dice defender a los pobres de la tierra, pero también dijo que nunca dejaría Vallecas, que los políticos con chalet en la sierra son sospechosos y que nunca ganaría más de tres sueldos mínimos siendo político. Y, sin argumentos reales más allá de una pataleta infantil que él y sus hordas de twitter inflaman permanentemente, no quiere pactos con Ciudadanos ni con nadie que no sean ERC y Bildu. Él, que ha dicho mil veces que la política es pactar con el diferente, solo quiere acordar con los que pretenden disolver España porque ése es exactamente su propio objetivo, como demuestra la simpleza de que un vicepresidente que ejerce su cargo en nombre del rey diga, desde su cargo, que pretende derribar la monarquía cuanto antes. La que estamos viviendo es la mayor situación de quiebra que se ha dado en nuestro país desde el Cantón de Cartagena.
España no es un pedazo de tierra en unas coordenadas; España somos 47 millones de personas. Cuando los 350 hooligans sentados en el Congreso y los 265 paniaguados del Senado dicen España, es imposible saber a qué se refieren porque hablan de una entelequia en la que no hay seres humanos, ni siquiera territorio -salvo en el discurso racista de los supremacistas del noreste- pues para unos España es una ensoñación estancada en algún lugar entre el Cid y Carrero Blanco, para otros una monarquía perversa a batir y para otros más un absurdo conjunto plurinacional de naciones con “diferentes sensibilidades”. Nadie habla de ciudadanos, nadie habla de lo común.
España somos 47 millones de seres humanos, eso hoy. Dentro de dos años, tras pasar por el tamiz de esta caterva, veremos cuantos quedan.
Si (
No(
