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Musulmanes. ¿Moderación o latencia?

martes 03 de noviembre de 2020, 19:58h

Conozco y he conocido a muchos musulmanes, todos ellos buena gente: generosos, acogedores, educados, creyentes y limpios. Comparten cuanto tienen sin pedir nada a cambio cuando quieren agasajarte y si entras en su casa y eres su invitado, no habrá detalle en el que no reparen para que te sientas bien.

Todos los que conozco, en su mayoría varones aunque también mujeres solteras -no se me ocurriría hablar con una mujer musulmana casada sin su marido presente-, son creyentes y practicantes.

Mi natural curioso me ha llevado a encauzar mil veces la conversación hacia la práctica del Islam. Los musulmanes tienen muy bien asumidos los Cinco Pilares del Islam (la profesión de fe, la oración cinco veces al día, la limosna o zaqat, el ayuno durante el ramadán y la peregrinación a la Meca). Su religión, al contrario que la cristiana, es central en su vida, en la de todos ellos.

Rezan cinco veces al día, arrodillados y mirando a La Meca. Solo este acto, repetido cada día durante todos los días de su vida, los moldea uniformemente en su mentalidad. Es importante, pues, entender que para un musulmán todo lo que hace en la vida, todo absolutamente, está enfocado a su creencia que mandata expandir el islamismo sin tregua.

He leído el Corán y varios Hadiz (de la Sunnah, los oficiales por así decirlo) y, no siendo un experto estudioso, conozco bien el funcionamiento de esta religión. La mentalidad que los textos sagrados amparan y acrecientan es de sumisión y entrega sin fisuras. Me resulta muy sorprendente el seguidismo buenista que del Islam hace esta neoizquierda que cada vez comprende menos y prohíbe más. (Cualquier día Pablo Iglesias nos presenta su Corán Comunista particular).

Hace unos meses, antes del confinamiento, vi a un hombre que paseaba por Chueca con una camiseta en la que se leía LGTBI+ Contra la Islamofobia. Después de mi sonrisa, que él notó, me acerqué y le dije “Solo piensa en una cosa: no podrías pasearte con esa camiseta por ningún país árabe sin que te lapidaran”. Me llamo islamófobo y facha, claro.

Últimamente, la neoizquierda se desgañita en las RRSS diciendo que la mayoría de musulmanes es pacífica y moderada. Son 1.900 millones así que es fácil que haya de todo. No obstante, no creo en su moderación, al menos no como entendemos esta idea los occidentales.

Lo primero a considerar es el concepto de ayuda entre musulmanes: no se acepta que un musulmán pueda negar nada a otro que se lo demande, está en el Corán. En cualquier momento, un vecino, un hermano, un primo o un amigo de un cuñado del pueblo puede pedirle a otro musulmán europeo que haga esto o aquello. Y lo hará: dame dinero, escóndeme en tu casa unos días, pasa este mensaje al imán. El terorismo necesita logística y fondos. Cuando se trata de lobos solitarios o células pequeñas, la logística se simplifica enormemente y de la zaqat, la limosna, pilar del Islam, sale su financiación.

La moderación del musulmán es, en realidad, latencia. No se trata de fijarnos en sus textos sagrados -los de los cristianos no son mejores: leer el Levítico da pavor- sino en sus creencias profundas y en sus comportamientos. En cualquier momento habrá otro ataque en nombre de Alá, otro ataque que volverá a matar personas independientemente de su religión y los atacantes habrán tenido ayuda de sus primos, amigos, vecinos.

Occidente, y en particular Europa, tiene que entender que mientras haya musulmanes habrá atentados. El cambio que sería necesario no se producirá en una década ni en una generación. Habría que derrocar todas las repúblicas y monarquías islámicas, incluyendo Arabia Saudí, y reconvertirlas en democracias; habría que cambiar su ley coránica y sus fatwas y sharías por leyes civiles; habría que cambiar los imanes por jueces y el sistema del imanato por un sistema judicial racional, independiente y laico; habría que encarcelar a los terroristas que quedaran vivos, a sus colaboradores necesarios o no, a los imanes radicales de las mezquitas, a los profesores radicales de las madrassas, y habría que potenciar la creación de un clero musulmán moderado. Y cuando se consiguiera toda esa quimera, habría que implantarla entre sus fieles. Hasta entonces, seguiremos poniendo los muertos.

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