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Vivir en el desconcierto

miércoles 04 de noviembre de 2020, 09:50h

A estas alturas de la película, ni siquiera sabemos bien cómo funcionan ni qué tipos de mascarillas hay. El exceso de desinformación contradictoria que nos inunda impide saber si nos protegen o no, para qué sirven unas y no otras, si son lavables o si los microondas sirven para algo, qué duración tienen sus efectos y hasta cuál es la forma correcta de ponérnoslas.

No sólo ignoramos casi todo, sino que la calle empieza a ponerse en ascuas y tampoco sabemos si la violencia emergente es sólo de tipos que niegan la pandemia, o de personas gravemente perjudicadas por los cierres de establecimientos, de turbas antisistema o de simples profesionales de la violencia.

La pandemia ha cambiado, pues, nuestras vidas y nos ha llenado de incertidumbre (no sabemos ya qué es cierto y qué no de todas las noticias que nos llegan), de desconcierto (dudamos sobre a quién creer de todos los presuntos expertos que nos adoctrinan cada día) y de improvisación (ignoramos cómo actuar en este mundo para el que no estábamos preparados).

Para mayor inri, las normas de nuestras autoridades son siempre contradictorias, a menudo opuestas unas a otras y siempre, siempre, cambiantes. Además, tenemos 17 normativas diferentes, con reglas específicas de cada una de ellas que nos confunden y que nos impiden muchas veces saber cuál nos es aplicable y cuál no: ¿qué puedo hacer?, ¿tengo permitido ir al pueblo de al lado?, ¿debo quedarme en casa?, ¿hasta qué hora?

La nuestra, pues, es ahora una vida diferente, cuyos efectos aún no podemos dilucidar del todo ni por cuánto tiempo nos afectará. De lo único que podemos ser conscientes es de sólo podemos vivir al día (sin hacer planes, revocables en cualquier instante), vivir sin certezas (no sabemos cuánto durará esta situación ni qué consecuencias tendrá) y vivir sin confianza, en las reglas y los hábitos que nos han guiado hasta ahora.

Pero, pase lo que pase, suceda lo que suceda, de una manera u otra, lo que tenemos que hacer es seguir viviendo porque un día u otro todo esto sólo será, afortunadamente, un triste y remoto recuerdo.

Enrique Arias Vega

Diplomado en la Universidad de Stanford, lleva escribiendo casi cuarenta años. Sus artículos han aparecido en la mayor parte de los diarios españoles, en la revista italiana Terzo Mondo y en el periódico Noticias del Mundo de Nueva York. Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta y asesor de varias empresas de comunicación. En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005) y el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006).

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