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El abuelo exiliado de Juana Perea, asesinada en Colombia

viernes 06 de noviembre de 2020, 12:32h
El abuelo exiliado de Juana Perea, asesinada en Colombia

Juana Perea, hija de Andrés Perea Sasiain y nieta de Andrés Perea Gallaga, ha sido asesinada en Colombia. Su muerte ha conmocionado aquel país y a nosotros porque nos toca de cerca. Juana era una mujer entregada en ayudar a las comunidades locales en un lugar exuberante de la naturaleza colombiana en el Pacífico desde donde se divisa el paso de ballenas desde una situación privilegiada y donde ella quería construir un ecohotel y ayudar a los pequeños hotelitos con encanto de esa localidad. Llevaba allí trabajando dos años. Malas gentes que querían explotar de interesada manera ese medio la han asesinado.

Juana era una luchadora como lo fue su abuelo, una personalidad vasca que tuvo que exiliarse por motivo de la guerra y cuya biografía me redactó para el Euzkadi, su amigo Patxi Abrisketa. Conviene conocerla en este país tan poco dado a conocer y reconocer su pasado inmediato.

Así me lo contó.

El 16 de abril de 1980, en Bogotá, murió Andrés Perea Gallaga, gran patriota vasco. Barakaldés castizo de vieja raigambre encartada, había nacido en 1898 en la Plaza de los Fueros. Don Andrés Perea Begoña, su padre, fue semilla de numerosa familia que ha dado a Euzkadi destacados profesionales. Andrés hijo era el centro de todos ellos.

Desde joven militó en el nacionalismo de Barakaldo. Primero dentro de los cuadros del PNV y del heroico batzoki de su pueblo, que por entonces alcanzó a ser verdadero adelantado de la causa en la ribera izquierda del Nervión y en toda la zona del Oeste vizcaíno. No eran tiempos fáciles los de la segunda fuerte corriente inmigratoria, a la sazón inadaptada, a raíz de la prosperidad minera, naval y de los Altos Hornos durante la guerra del 14 y en el furor de los conflictos obreros. Más tarde, con ocasión de la escisión del partido sabiniano y creación de Acción Vasca, se adhirió a esta agrupación patriótica liberal, dentro de la cual llegó a ser miembro de su Junta Nacional. Como escritor, colaboró con frecuencia en "Tierra Vasca", órgano de Acción, bajo el seudónimo de Pablo de Zuazo.

Perea Gallaga, de rectitud acrisolada y de alta preparación en las disciplinas fiscales, antes de la guerra fue inspector de Hacienda de la Diputación de Vizcaya, y en el Gobierno Vasco del 36, Director de Operaciones, puesto de confianza en la Secretaría de Eliodoro de la Torre. Desde este cargo participó en la evacuación de los valores preciosos y fiduciarios depositados en la banca del territorio bajo la jurisdicción del Gobierno autónomo, transportados en el mercante "Torpehall", de bandera inglesa, al mando del capitán Andrews, con rumbo a Holanda, destino que a la salida del Abra trató, sin ningún éxito, de interferir el "Cervera". El "Torpehall" entró, al término de la feliz travesía, en el puerto holandés de Frissingen, en donde el cargamento resultó intervenido por las autoridades de los Países Bajos, dando lugar a un confuso pleito que concluiría con la entrega ordenada y completa de los valores. A Perea le tocó, con otros funcionarios vascos, la gestión de tan embarazoso asunto.

De Holanda a Bélgica y de aquí a Colombia, a finales de 1938, marcó la ruta del exilio definitivo. En la capital de la República andina Perea asentó su familia, los Perea Sasiain, hoy compuesta por tres generaciones de descendientes.

Las inquietudes políticas vascas firmes y la calidad humana de altísimos quilates de nuestro compatriota movieron al Lehendakari Agirre a designarle, en 1945, Delegado del Gobierno Vasco en Colombia. En este país desempeñó la cátedra universitaria, asumió posiciones técnicas en la Administración Pública, actividades que por lo sobresaliente de su ejercicio le merecieron la concesión de la Cruz de Boyacá, condecoración máxima colombiana que, vale la pena decirlo, la han recibido cinco vascos en lo que va del siglo, entre ellos Pío Baroja en sus postreros momentos.

El atavismo y la formidable capacidad de trabajo de Andrés Perea le arrastraron en sus últimos años a la minería y a la industria metálica, la de su tierra fabril, sectores en los que desarrolló varias empresas.

Por todos los aspectos, el que ostentó el decanato de los vascos en Colombia, fue patriota modelo. Hasta el final del régimen franquista repetía, con especial énfasis: "No quiero morir antes del cambio". Su hija Victoria lo decía: "Mi padre fue un hombre naturalmente bueno, que vivió pendiente de Euzkadi".

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Hasta aquí la emotiva semblanza de Abrisketa. Su nieta ha sido asesinada. Esa muerte terrible y absurda nos toca de cerca. Seguramente en Barakaldo se honrará su memoria. G.B.

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