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Monedas de cínicos

viernes 13 de noviembre de 2020, 07:45h

Cuatrocientos años antes de Cristo, Antístenes quedó impresionado ante la serenidad con que Sócrates afrontó su propia muerte. Así que empezó a meditar, junto a sus amigos, sobre la naturaleza del hombre. Se reunían en las orillas de la civilización, en las afueras de la ciudad, donde cohabitan perros callejeros y basura.

Antístenes llegó a la conclusión que el hombre lleva consigo todos los elementos necesarios para ser feliz, que puede hacer de la vida sencilla, frugal como la canina, su cuarto de estar, vivir conforme a la naturaleza y dedicarse a conquistar su propia autonomía.

Andando el tiempo, aquellas bases ascéticas derraparon, dando lugar a la desvergüenza con que sus discípulos vivían de conformidad con la naturaleza y la irreverencia que practicaban hacia los cánones de la civilización. Además, se instalaron en una contumaz indiferencia para discernir el bien del mal. Es decir, que aprendieron mucho del modo de vida de los perros y aportaron poco a la civilización.

Al final, a los seguidores de aquella corriente filosófica se les denominó cínicos, (de Kyon =perro), porque su comportamiento, al carecer de paradigma sobre el bien y el mal, era casual, oportunista, a salto de mata en la satisfacción de sus apetencias naturales, a las que daban tiempo y lugar con descaro perruno.

Hoy, denominamos cínicos a las personas que no son serias, no respetan las formas, mienten con toda desfachatez negando la evidencia y sólo inspiran desconfianza acerca de su bondad y honestidad. En cierto sentido, estos cínicos de hoy sólo se parecen a aquellos de la Grecia antigua en su marginalidad, respecto a la cultura y civilización de la cual parasitan.

Los anti-sistema votan por identificación con quienes pretenden llevar al Parlamento sus rastas masai, o su coleta de gaucho. Lo importante es romper normas, elevar a la cúspide la estética estruendosa de la herrico-taberna, consolidar el etnocentrismo africano, cuyas categorías sociales determinan grados de guerrero, o tal vez, únicamente pretendan venerar el rastafarismo jamaicano, sincrético y contradictorio.

Una vez en el Parlamento, la alianza se establece con quienes lucen corte de pelo a navaja, característico de joven ejecutivo pretencioso, henchido de identificación con la casta de los privilegiados, bien branchés, dicen en Francia, que sobre todo cuidan de sí mismos, su apariencia y sus gustos. Estos son los que van a dar el pego a Europa, a vender el fraude. Es la boda de los contrarios: la Bella y la Bestia, la princesa y el porquerizo del cuento de Andersen. Para nuestra tranquilidad, no cuela el camuflaje.

El fruto de la coyunda es puro cinismo. Bajo unas apariencias óptimas, de escaparate para vender gollerías que seduce a muchos, se esconde una ideología totalitaria, de tiro en la nuca y promesas incumplibles que arrastra a otros, hasta conseguir la mitad más uno de los votos, y los sobreros de Ciudadanos, que buscan realojo. Y, como no hay criterio para diferenciar el bien del mal, todos hacen lo que se les antoja, al pairo y según el momento.

Aquellos pretenden defender la democracia, pero pierden los vientos por controlar a los jueces y fiscales, como si desconfiaran del gobierno del pueblo judicial.

Estos aspiran a promover la libertad, pero no consienten que piense cada uno a su libre albedrío; ni siquiera permiten que puedan fraguar criterios alternativos al propio.

Una declara “hacer pedagogía fiscal”, Montero, fuente inagotable de embustes, falacias, medias verdades y modelos de alta costura; pero, sólo lo ingresado, indebidamente, por el IVA de las mascarillas supera ampliamente los mil millones de euros desde abril pasado, cuando la Unión Europea autorizó la bajada del impuesto, hecho que ha ocultado ostentosa e impúdicamente.

Otro. con una mano, persigue la corrupción de otros, mientras con su otra mano desvía cientos de miles de euros, de los impuestos de los españoles, que van a parar a una infravivienda del suburbio de Guadalajara de México. Ya lo decía Diógenes: mis enemigos son aquellos cuya mano muerdo…

El mismo consagra los derechos inalienables de los trabajadores mientras, con toda su barba, paga en negro el salario del asistente personal, imprescindible en su caso de gran minusválido. Minusvalía física que debe ir acompañada de alexitimia psíquica, por lo impertérrito que anda y su agilidad para insultar a las instituciones que descubren sus tropelías.

El castellano, lengua hablada por 580 millones de personas y segunda lengua de comunicación universal, es postergado a las zahúrdas de campanario para dar satisfacción inmediata a Rufián y sus adláteres, que tampoco defienden los intereses reales de sus votantes.

El Dr. Sánchez, versión actualizada del dios Hermes, dios del comercio y los engaños, vende como generosidad propia la renuncia a manipular el CGPJ, que es una condición ineludible, para seguir perteneciendo al club europeo.

Hermes, a cambio de cinco votos favorables a los presupuestos de 2021, ha dado paso a los etarras, que “vienen a Madrid, a tumbar el régimen” (sic), como si la sangre de más de ochocientos compatriotas asesinados no valiese nada. De propina, les ha reenviado ya cerca de un centenar de victimarios, para que los suelten pronto.

Tenemos en la bolsa más de treinta monedas de Judas, falsas y traicioneras, fabricadas con cinismo y desprecio a la sociedad.

Sin embargo, Diógenes Laercio no tendrá que encender hoy un candil, a plena luz del día, para buscar un hombre honrado. En Europa, tenemos a Úrsula von der Leyen, dispuesta a respetar y hacer respetar los principios y tratados de la Unión potencial. Entre nosotros, tenemos a Felipe VI, como referente moral y símbolo de nuestra identidad nacional. Y, más abajo, codo con codo con cualquiera, hay personajes de gran talla como Diego Méntrida, Rafael Nadal, Amancio Ortega, Vicente Vallés, Carlos Herrera y tantos otros millones, discretos y muy honorables, siempre dispuestos a estar en su sitio, que no es la marginalidad de los cínicos.

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