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'En primera fila' de José-Miguel Vila o la devoción por el teatro

martes 24 de noviembre de 2020, 07:56h

Por Sonia Sánchez (Doctorando en la Facultad de Filología Hispánica de la Universidad Complutense de Madrid)

«Si ahora no, ¿cuándo?» reza el Talmud sobre la pertinencia del instante. Si ahora no, ¿cuándo ha sido más necesario el teatro? Arte de la comunión de cuerpos, el teatro es el reducto que nos defiende de esta distancia cruel que la pandemia nos ha impuesto al negarnos la posibilidad de existir con los otros en compañía. Un arte que es celebración con los demás y revelación profana de lo oculto, un saber del que hoy más que nunca necesitamos para ser y estar en el mundo. El teatro, universo inabarcable, polimorfo, poético, precisa de un mapa que ofrezca las coordenadas para ser recorrido y para ello hoy contamos con el último libro del crítico José-Miguel Vila: En primera fila (Leibros Editorial, 2020).

La inagotable densidad del hecho teatral como palabra, espacio, luz, movimiento, encuentro viene a ponerse de manifiesto en esta obra, excepcional por su profundidad y riqueza, en la que se dan cita las declaraciones de una extensa nómina de mujeres y hombres de teatro en nuestro país. Con el subtítulo de «Teatro y teatreros en España, hoy», En primera fila es un auténtico monumento al teatro que recorre el panorama actual, donde lejos del ruido y la furia que nos envuelven, son convocados a dialogar grandes nombres de la creación escénica. Prologado por Carlos Aladro, actualmente responsable del Teatro de La Abadía en Madrid, este libro es para el director un «auténtico compendio de saberes e historia viva de las personas que hacen teatro», porque En primera fila testimonia sobre el oficio de hoy para que mañana pueda ser recordado por los que vendrán.

Solo desde la sensibilidad y serenidad de José-Miguel Vila -«caballero de la crítica», como lo define la directora Nieves Olcoz— se puede atender al hecho teatral en toda su dimensión, desde la dramaturgia a la iluminación, de la dirección a la interpretación, sin olvidar el movimiento, la caracterización, la complejidad de la distribución o el relevante papel que tienen las escuelas de teatro en la creación de modelos estéticos. A través de las cincuenta y seis entrevistas que conforman el libro, el crítico aborda todos y cada uno de los elementos que componen el teatro, escuchando la voz de sus protagonistas, poniendo en diálogo creativo sus opiniones y propuestas. Con todos conversa, a todos presta atenta escucha y todos y cada uno de ellos deben responder a un cuestionario común en el que son interpelados con la genialidad, agudeza y rigor que solo un amante del hecho escénico puede proponer.

El amor de José Miguel Vila al teatro como templo de la palabra en el escenario le lleva a reflexionar sobre la dramaturgia y la concepción de lo teatral desde la escritura. Por ello plantea el desafío que supone escribir para un dramaturgo con Juan Mayorga, atiende a la relevancia de la palabra como génesis teatral con Laila Ripoll, o debate sobre la importancia de hacer física la idea en ese «encuentro catastrófico con el otro» que es el teatro para María Velasco. La escritura no solo es elemento que conjugar con otras disciplinas, sino espacio para la transcendencia, modelo creativo y exploración de la interioridad. De este modo, junto a Eusebio Calonge reflexiona sobre la espiritualidad y la dimensión religiosa del teatro, con Lola Blasco plantea el análisis de la propia vida como explicación a la de los demás y destaca con Alberto Conejero la importancia que la poética debe tener en todo dramaturgo, ya sea el magisterio de la tradición española de Lope y Lorca o la mirada transatlántica de contemporáneos como Marco Antonio de la Parra.

La literatura transformada en acto por la dirección escénica es otro de los elementos objeto de un detallado análisis. Jose Miguel Vila transita los caminos que van de la experimentación a la puesta en valor de la tradición, de la creación a la revisión, en el increíble viaje que supone adentrarse en el texto dramático para alumbrar un nuevo artefacto teatral concebido por la imaginación creadora de los directores escénicos. Pensamiento y creación se dan cita en estos diálogos en los que aflora la búsqueda de la verdad desde el personaje, citada por Alex Rigola, el teatro como acontecimiento íntimo y soterrado al que alude Ernesto Caballero, la esquiva relación entre verdad y teatro, tan certeramente señalada por Sara Molina o la cuidada atención al proceso de investigación que persigue Ana Zamora, los cuales se unen a las propuestas que desde cada poética personal realizan Carlota Ferrer, Darío Facal o Pablo Messiez entre otros.

La atención al hecho teatral supone para José Miguel Vila un vívido interés por la base de la puesta en escena: la poiesis actoral, (re)creación de la palabra en el cuerpo del actor que hace emerger el acontecimiento escénico. Por ello, con rendida admiración, nos hace cómplices de las conversaciones más íntimas con actores y actrices de dilatada trayectoria como Nuria Gallardo, Carmen Conesa, Ernesto Arias, Luis Bermejo, Israel Elejalde o la saga Viyuela entre otros nombres, a los que se unen en reflexión compartida las jóvenes apuestas de Irene Escolar o Nacho Sánchez, insignias de una nueva generación que ya ocupa un puesto propio.

Acto y movimiento necesitan del espacio para existir, de ahí que la dimensión escenográfica ocupe un puesto importante en el libro de José Miguel Vila. Para el crítico, el teatro es «un arte que muere cada día, en cada representación», hermosa reflexión sobre la caducidad de lo efímero que encuentra en la escenografía la concreción necesaria para existir. Por ello dialoga con Curt Allen Wilmer sobre el equilibrio entre la poesía y la funcionalidad, con Mónica Boromello del color de las emociones o con Alejandro Andújar del arrojo y honestidad que requiere el arte. El espacio escénico como universo contenedor de lenguajes que van más allá de la palabra, códigos de luz que generan la atmósfera y el tono de la representación, música que traspasa la conciencia, imágenes que acompañan y replican la vivencia de la escena. Todo ello es analizado, discutido y pensado a través del testimonio de iluminadores como Juanjo Llorens y Lola Barroso, videoartistas, diseñadores de sonido, coreógrafas internacionales del recorrido de Ana Catalina Román, creadores teatrales todos ellos que cimentan y articulan la construcción espectacular.

Pero el teatro, experiencia y comunión, adquiere su sentido pleno al ser recibido por esa presencia esencial que es el espectador. Atento siempre al sentir de los otros, el periodista recoge la mirada que el público arroja sobre el arte dramático a través de una iluminadora entrevista con Jesús Esteban Hernández, espectador modélico. Sabemos así de la recepción teatral, de las motivaciones y anhelos de quienes acuden a las salas en nuestros días, dispuestos a entregarse a la catarsis purificadora del espectáculo. Porque el teatro posee una dimensión espectacular, la opsis señalada por Aristóteles en su Poética, que lo liga a la representación, a ofrecerse para ser visto. Por ello, cualquier obra, en tanto que intrincado mecanismo, tiene una larga andadura desde su génesis hasta que cae el telón. Un camino jalonado de afanes y dificultades que hacen posible que ese arte antiguo siga vivo hoy. De ahí la consideración que Vila presta a profesionales clave del entramado escénico que desempeñan su labor entre bambalinas en la regiduría, la jefatura de sala, en los increíbles avatares de la producción y distribución que narra Carlota Guivernau o en los procesos de búsqueda de compañías renovadoras como La Tristura. Esta suma de trabajos y conocimientos es herencia y continuidad que se perpetúa en el legado de escuelas teatrales como la ya mítica Atalaya de Ricardo Iniesta, o en la docencia institucional de las enseñanzas artísticas que apunta José Manuel Mora, y se renueva en los circuitos alternativos de la vocación teatrera del teatro off como demuestra David Fraile en la madrileña sala Cuarta Pared. Todo ello recogido con delicado entusiasmo en las páginas de este inmenso fresco que es el libro de José Miguel Vila.

En primera fila es un ferviente homenaje a la profesión teatral. Un tributo a las mujeres y hombres que hoy vertebran la escena, para que su voz sea entregada a los que vengan. Un canto de amor a un arte que resucita cada día, en el que somos convocados a la liturgia de la celebración con el otro. Un libro que viene a recordarnos que el teatro es una ceremonia en la que el verbo se hace carne y sigue habitando entre nosotros.

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