El día 1 de diciembre se conmemora el Día Mundial del SIDA (síndrome de inmunodeficiencia adquirida o VIH, virus de inmunodeficiencia humana), una pandemia que también afectó a prácticamente todos los rincones del planeta, como el coronavirus, pero para la que todavía, casi 40 años después, no existe una vacuna.
En 2019, según los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) había confirmados más de 38 millones de personas en el mundo de VIH, se diagnosticaron en ese año 1,7 millones de nuevos casos y fallecieron unas 600.000 personas a causa de enfermedades derivadas del sida. Unas cifras que cada año se van reduciendo poco a poco, pero todavía queda un gran camino por recorrer.
El programa de la ONU para combatir la enfermedad, tenía como objetivo en 2020 la estrategia 90-90-90: el 90% de los casos diagnosticados, el 90% tratados y el 90% tuviese una carga viral casi indetectable. Una meta ambiciosa pero realista en muchos países, pero con la pandemia de coronavirus los planes se pusieron en stand by y, a día de hoy, estos objetivos se han alejado, aunque los diferentes programas siguen con la apuesta de poner fin a la enfermedad de aquí a 2030.
El coronavirus pasa factura
Si bien los datos apuntan a una reducción sobre el número de infectados anualmente y ha aumentado de forma positiva el número de personas que tiene acceso a información preventiva y tratamientos, desde la OMS avisan que la crisis del coronavirus por un lado y la insuficiente inversión en programas de respuesta integral, podría provocar que entre los años 2020 y 2022 el número de infecciones del VIH pase de menos de 125.000 anuales a más de 290.000.
En cuanto a las muertes relacionadas con la enfermedad, las estimaciones tampoco son positivas y los expertos vaticinan que podrían pasar de 69.000 a casi 150.000 en tan solo dos años.
Sin vacuna pero con mayor esperanza de vida
Desde hace casi medio siglo la comunidad científica está intentando encontrar una vacuna contra el SIDA, algo que choca al ver como la vacuna contra el coronavirus se ha logrado desarrollar en menos de un año. Pero los expertos señalan que son dos tipos de virus distintos y el del VIH tiene unas particularidades complejas que dificultan encontrar una cura.
Por suerte, la investigación y avances científicos han permitido que a lo largo de estos años se desarrollen medicamentos que logran dar una mayor calidad de vida a los pacientes y puedan controlar la enfermedad crónica evitando así el desarrollo de la fase crítica del sida.
Estos tratamientos (antirretrovirales) han minimizado la mortalidad de las personas que padecen VIH hasta el punto de que la gran mayoría puede ahora llevar una vida 100% normal. Además, una de las ventajas de los nuevos fármacos es que controlan la enfermedad de una forma tan eficaz que en muchos casos la presencia del virus en sangre se vuelve casi indetectable y se evita así su transmisión a otras personas.
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