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Catarsis

lunes 21 de diciembre de 2020, 09:52h

La pandemia supone una experiencia vital profunda, debe traer aparejada una transformación interior, entendida como un íntimo autoconocimiento que facilite la coherencia de pensamiento, sentimientos y acciones.

Zarandeados por la desgracia, podemos practicar la aceptación, afianzar la armonía, y paradójicamente mejorar la salud emocional.

Es a través del drama, que conocemos verdades importantes sobre la naturaleza humana.

Dentro del bello y arisco arte de existir, nos encontramos todos en el camino por el que peregrinamos en un viaje interminable a nuestro interior. Son los momentos trágicos y este lo es colectivo, planetario, los que nos propician un ejercicio de profundización moral.

Es en el compromiso activo, en la prosocialidad que se atisba el bienestar.

La ansiada felicidad depende tanto o más de la actitud, que de las circunstancias.

Fíese de su intuición, ponga nombre a lo que siente, ayude a otras personas a tener esperanza, aporte elementos de reflexión que le permitan conocer mejor el complejo universo de las personas.

Con la toma de conciencia de nuestras emociones, es decir, con los sentimientos, y con la participación de la voluntad, podemos intervenir, y evitar trastornos.

Haremos bien en aprender a regularnos emocionalmente y siempre impulsando la ilusión de vivir.

Lo estamos pasando mal, pero confiamos en superarlo y en todo caso aportemos desde el compromiso -optimista- lo que nos compete en favor del progreso evolutivo de la humanidad.

Ante situaciones adversas como la actual, nos cabe el apropiado afrontamiento, mediante la tolerancia a la frustración, una capacidad adaptativa, susceptible de aprendizaje.

Adecuarnos al contexto social exige de competencias, como la autonomía, la conciencia, la regulación. Estas y otras habilidades han de ir siempre acompañadas de principios éticos.

Sea como fuere, hemos de dar sentido a la vida, tomando decisiones basadas en la responsabilidad y la libertad.

Contamos con la capacidad para autogenerarnos emociones positivas, pasando de la vulnerabilidad, el miedo, la tristeza y la ira; a la paciencia, compromiso, ánimo, entusiasmo, humor, interés, gratitud y vínculo.

Es así como contribuiremos, al contagio emocional positivo.

Javier Urra

Primer Defensor del Menor

Javier Urra fue el primer Defensor del Menor. Es doctor en Psicología y en Ciencias de la Salud. Es Académico de Número de la Academia de Psicología de España y Director clínico de Recurra Ginso. Además, es experto Psicólogo Forense y trabajó para el Tribunal Superior de Justicia de Madrid

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