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Crítica de la obra de teatro 'La panadera': la Inquisición pública de nuestros días contra la sexualidad de la mujer
(Foto: Luz Soria)

Crítica de la obra de teatro 'La panadera': la Inquisición pública de nuestros días contra la sexualidad de la mujer

domingo 14 de febrero de 2021, 16:18h

Sandra Ferrús ha escrito el texto al tiempo que interpreta y dirige el montaje de ‘La panadera’, que todavía estará representándose durante tres semanas más en el escenario de la Sala de La Princesa del Teatro María Guerrero de Madrid.

La propuesta escénica trata un tema de indudable actualidad: la aparición de vídeos sexuales caseros que se difunden a la velocidad del rayo a través de las redes y en los que, por lo general, ellas salen infinitamente peor paradas que ellos, a pesar de que ambos son los protagonistas de un mismo hecho y que, por tanto, debiera -aunque nunca es así-, afectar a las dos partes intervinientes en el mismo grado. La realidad, por el contrario, demuestra que en el embate la peor parada es siempre la mujer.

En ‘La panadera’, Ferrrús es Concha, una mujer de cuarenta y tantos que vive en algún pueblo de España, casada y con dos hijos -él, adolescente; ella, todavía niña-. Trabaja en una panadería y, de pronto, un buen día acaba descubriendo que un vídeo sexual de su juventud circula de móvil en móvil entre sus compañeros de trabajo, sus vecinos, sus amigos y sus familiares.

El solo hecho de que ese vídeo haya podido llegar a ser visto por su marido, sus hijos y su padre, sumen a la mujer en el miedo y la desesperación. Sus presunciones no pueden ser peores: su dignidad personal, su consideración social y hasta su puesto de trabajo están al borde del precipicio. Toda una vida va a saltar por los aires porque un antiguo novio, que ahora es uno más de esos famosillos que cobran protagonismo a través de un reality en la televisión, ha decidido filtrar un vídeo en el que mantiene un ardiente encuentro con Concha.

Las presunciones no tardan en convertirse en realidad. Momentos después de que el vídeo llegase al móvil de Concha, un cliente se acerca al despacho de pan para pedirle “una baguete bien larga y gorda como las que te gustan a ti”. Pero ese es solo el principio del largo y dolorosísimo calvario que tiene que sufrir la mujer a través de chistes procaces, miradas lascivas, silencios excluyentes, desprecios e incomprensiones generalizadas que llegan hasta el mismo patio del colegio de sus hijos.

La función discurre a un ritmo de vértigo y en ella las transiciones del ánimo de la protagonista son una verdadera montaña rusa. Es comprensible porque tiene que hacer frente paralelamente a ese sentimiento de culpa -mal entendido, por supuesto, porque una cosa es la culpa y otra la responsabilidad que entraña todo acto humano-, y al mismo tiempo a lidiar con su marido, su padre, sus hijos, sus compañeros de trabajo y todo el entorno social en el que habitualmente se mueve.

Acompañan a Marta Ferrús en el escenario otros cuatro estupendos actores: Martxelo Rubio (Aitor), esposo de la panadera, que sufre con ella las incomprensiones, los comentarios y las burlas de todo su entorno social; César Cambeiro, el padre de la protagonista, hombre rural, sencillo, no muy ilustrado pero con gran sentido común y práctico hasta en la adversidad, que sabe desde siempre que aquí no hay más cera que la que arde, y que suele terminar celebrando la vida con un buen bocadillo de panceta; Elías González, que se multiplica en escena adoptando las personalidades de Cliente, Orangután -chulesco y machista ese mocetón que se aprovecha de la inocencia de la Concha catorceañera-, Gael y Carlos; y, en fin, Susana Hernández, Terapeuta, Abuela Quinita y Madre de Concha.

El gran salón (pantalla al fondo, y dos puertas de espejo laterales) que es la base fundamental de la escenografía diseñada por Elisa Sanz, sirve también de despacho de pan, gabinete de psicología y hasta de discoteca, lugares todos por donde discurre la vida de Concha. A ella y al resto de personajes los ha vestido también Elisa Sanz con indumentaria actual. La matizada luz es obra de Paloma Parra, la música y espacio sonoro los firma Antonio de Cos, y la videoescena Elvira Ruiz.

A pesar de esa cierta confusión propiciada por la velocidad de vértigo con que se suceden las escenas, la propuesta de Marta Ferrús es iluminadora, necesaria y brillante porque pone de manifiesto con claridad meridiana que hay por delante todo un mundo por conquistar para que los juicios de valor sean homogéneos para hombre y mujer cuando de relaciones sexuales se trata. Para él, hoy, son poco menos que una victoria, mientras que para ella son el manifiesto vergonzante de haber sucumbido a la tentación que, además, la convierte en la diana del derecho de pernada del resto de los varones del mundo mundial. Bien estaría que todos hiciésemos balance personal de actitudes, pensamientos y acciones que pueden convertirnos en machistas camuflados que, ante episodios como los narrados en ‘La panadera’, nos convierten en despreciables colaboradores necesarios del escarnio creciente de estos nefastos ejemplos. Un montaje imprescindible.

‘La panadera’

Escrita y dirigida por Sandra Ferrús

Reparto: César Cambeiro, Sandra Ferrús, Elías González, Susana Hernández y Martxelo Rubio

Escenografía y vestuario: Elisa Sanz (AAPEE)

Iluminación: Paloma Parra

Música y espacio sonoro: Antonio de Cos

Videoescena: Elvira Ruiz

Ayudante de dirección: Concha Delgado

Ayudante de escenografía y vestuario: Paula Castellano

Fotos: Luz Soria

Tráiler: Bárbara Sánchez Palomero

Diseño de cartel: Equipo Sopa

Coproducción: Centro Dramático Nacional, El Silencio Teatro e Iria Producciones

Teatro María Guerrero, Madrid

Hasta el 7 de marzo de 2021

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