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María Campo Alange, una condesa feminista en la dictadura de Franco

María Campo Alange, una condesa feminista en la dictadura de Franco

martes 16 de marzo de 2021, 07:00h

There is a crack, a crack in everything/ That’s how the light gets in. Hay una grieta, una grieta en todo/ así es como entra luz … Son versos de Leonard Cohen que parecen escritos para María de los Reyes Laffite y Pérez del Pulgar, condesa de Campo Alange (Sevilla, 1902- Madrid, 1986).

Tenía María apenas 8 años cuando su hermana mayor murió de tuberculosis, y debido a aquella desgracia, su madre se tornó tan sobreprotectora que no le permitió regresar al colegio. En una casona inmensa junto al Guadalquivir, a María, sin amiguitas, la cerca un muro de soledad. Sobre la superficie de este, descubre un intersticio -la lectura- por el que atisbar el exterior… Cada día echa el pestillo del dormitorio y se encierra durante horas a leer y a dar sus primerísimos pasos en una formación autodidacta que, andando los años, haría de ella una intelectual de altura y la fundadora en 1960, de un inaudito Seminario de Estudios Sociológicos de la Mujer (SESM), antecedente de los estudios de género en nuestro país.

A los 9 años de casada con el Conde de Campo Alange, la II República Española lleva al matrimonio a “la ciudad de la luz”. Lo que debía ser un exilio se transforma para ella, amante de las vanguardias, en una oportunidad. Toma clases de pintura en el bohemio Montparnasse y descubre la obra genial de una artista española ya fallecida -María Blanchard- que ha triunfado en Europa y que en su país de origen solo la conocen cuatro gatos, de los cuales, uno (Lorca) ha sido ejecutado y el otro (Clara Campoamor) se ha exiliado en Suiza. Enamorada de su pintura, escribe a su regreso a Madrid en 1939, la primera biografía en español sobre Blanchard. Tuvo que editarla (1944) ella misma. En una editorial me hicieron muy seriamente una absurda proposición (..) ¿Por qué no escribe usted sobre Goya? Todo lo de Goya se vende muy bien. La realidad era que yo como escritora y María Blanchard como pintora éramos completamente desconocidas.

A Eugenio d'Ors le fascinó aquella biografía crítica sobre Blanchard (1944) y resolvió integrar a la condesa en la Academia Breve de Crítica de Arte y en El Salón de los once. María escribe un curioso texto sobre Solana -“Solana y la mujer” - y catálogos sobre varias pintoras contemporáneas sin jamás caer en el tópico de la supuesta sensibilidad femenina. Como tiene hambre de novedades y medios sobrados para satisfacerla, se desplaza a Nueva York, la nueva capital de los creadores, dispuesta a regalarse la mirada con el arte más actual. Fruto de ese viaje inolvidable será su libro “De Altamira a Hollywood. Metamorfosis del Arte”, publicado en Revista de Occidente. Es, además, amiga de Ortega que la incluye en su Instituto de Humanidades.

Pasa el tiempo y María nota que la grieta que en su niñez trajo luz a su existencia, se le ha agrandado más allá del arte hasta abarcar la vida misma y sus actores… las mujeres y los hombres y las relaciones que unas y otros establecen entre sí. En 1948, un año antes que Simone de Beauvoir publique “El segundo sexo”, ella publica en Revista de Occidente un ensayo insólito: “La secreta guerra de los sexos”, en el que mediante el diálogo con diversas disciplinas explica la subordinación histórica de la mujer a partir de la construcción social de la feminidad. Cada facultad que entra en juego, porque deja de estar oprimida, es registrada como una desviación de la feminidad. ¿Pero qué es la feminidad? (…) ¿No habría que ir hacia una nueva psicología de los sexos?

María Campo Alange fue en el común de las españolas una excepción, amén de una figura excepcional en el conjunto de españolas y españoles. Pocas señoras frecuentaban círculos intelectuales (si lo hacían era acompañando al esposo), y por supuesto, no osaban disentir del discurso hegemónicamente patriarcal. María, sí. No solo su título nobiliario le vale de escudo frente al Régimen, también la hondura de su pensamiento y su habilidad formidable para bordear lo político desde un pretendido apoliticismo. La realidad era que escribía sobre política sexual, pero entonces nadie sabía qué era eso. Como anécdota mencionaré que Marañón le aconsejó no utilizar en el título del libro la palabra sexo, asociada en aquella época a obscenidad, pero ella decidió que era hora de ampliarle connotaciones al término y normalizarlo. Cuando supo de la obra de Beauvoir, la leyó y se sintió -a pesar de las diferencias- confirmada en la buena dirección de sus ideas.

Continuó, pues, con nuevos trabajos en aquella línea: “La mujer como mito y como ser humano” (1961); “La mujer en España. Cien años de su historia” (1964); biografía de “Concepción Arenal” (1973) yLos derechos humanos” (1968), un libro escrito coralmente con Aranguren, Tamames y Faustino Cordón, por citar solo las obras contextualmente más rompedoras.

Debía María Campo Alange saber bastante bien nadar y guardar la ropa porque en 1962 el ministro Fraga le propuso la vicepresidencia del Ateneo de Madrid. Aceptó encantada y desde allí intentó, junto a Rof Carballo, sacar adelante un grupo de estudio sobre la obra del evolucionista Theilhard de Chardin (en la que era experta), pero los ateneístas la boicotearon. También fracasó en su empeño de organizar un ciclo de conferencias sobre la posibilidad de igualar jurídicamente los derechos de mujeres y hombres. Quise formar un grupo de mujeres con inquietudes sociales más o menos difusas, a fin de concienciarlas y promocionarlas para presionar, de algún modo, sobre determinados organismos y lograr las necesarias y deseadísimas modificaciones del Código Civil en relación con la mujer, el matrimonio, la familia y el mundo laboral ya iniciadas.

Cansada de sus derrotas en el Ateneo, dimitió. Tenía 60 años y las rencillas allí le drenaban energía para ese ilusionante proyecto -el Seminario de Estudios Sociológicos de la Mujer -que había creado con otras intelectuales (profesoras en su mayoría). Juntas y con una metodología de investigación similar a la de la feminista norteamericana Betty Friedan (cuya obra, “La mística de la Feminidad”, prologaría en España una de las integrantes del SESM, Lilí Alvárez, condesa de Valdéne) efectuaron diversos estudios sobre la situación social de la mujer, tema monopolizado hasta entonces por la Sección Femenina de Falange.

Aunque las socias del SEMS eran católicas, este resultó un grupo aconfesional y apolítico, al que nunca le fue concedido permiso de reunión, pero al que la relevancia social de algunas de sus integrantes, protegió de la vara del franquismo. Su habitación propia fue el salón de la casa de María Campo Alange y desde allí, a partir de encuestas y sondeos, produjeron de forma colaborativa “Habla la mujer. Resultados de un sondeo sobre la juventud actual (1967)”; “Mujer y aceleración histórica” (1970) y “Diagnosis sobre el amor y el sexo” (1977). Las conclusiones no fueron del agrado de Sección Femenina, que nada pudo hacer al respecto, no al menos a medio plazo. La grieta feminista ya no era cegable y la luz iluminaba el horizonte del nuevo tiempo que pronto llegaría. María Campo Alange se había propuesto despertar las conciencias somnolientas de las mujeres españolas. Afortunadamente, la figura de esta importante intelectual ha sido rescatada por las investigadoras Inmaculada Alcalá García, Begoña Barrera López, Carmen Armada Olleros, Ángela Cenarro, Concepción Borreguero, Elena Catena, Mary Nash, María Salas Larrázabal y Gloria Nielfa Cristóbal, entre otras

Somos como un relámpago de conciencia en la noche infinita de los tiempos, escribió embebida de lucidez.

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